29 de septiembre de 2006

LA VENGANZA Y EL PERDÓN

Otro de los libros que terminé recientemente fue "El Conde de Montecristo", de Alejandro Dumas (1802/1870, en el retrato). Para aquél que no lo leyó, mencionaré que el argumento gira alrededor de la venganza que Edmundo Dantés procura para aquellos que lo han hecho sufrir en el pasado.

La obra es soberbia, tanto en su dinamismo como en la descripción exacta de la psicología de cada personaje, que el lector puede hacer por sí solo sin necesidad de grandes párrafos de parte del autor.

Borges decía que la venganza en su significado más inmediato era cruel y absurda, y que las formas mejores de venganza eran el olvido y el perdón. Coincido.

Aquél que perdona se sitúa inmediatamente en un nivel superior al perdonado, y aquél que olvida quita valor al olvidado. Lo reduce en su estatura como persona, al punto de olvidarlo.

De todas maneras, el perdón y el olvido pueden estar originados en una decisión no exenta de malicia, como la del párrafo anterior, o en una reacción espontánea y generosa que no se detiene ante el mal recibido y prosigue su marcha triunfal.

No solo es correcto ser bueno, también es más conveniente.

El interrogante es qué hacer cuando a quien nos hiere no le interesa pedir perdón. Es decir, ¿se debe actuar como si nada cuando uno está ofendido, y perdonar aunque no se lo pidan? ¿Hasta qué punto hay que poner la otra mejilla y perdonar setenta veces siete (tal cual manda Jesús en el Evangelio) sin consentir una injusticia?

El perdón y la justicia, al parecer, marchan por carriles distintos. El primero pertenece al terreno del corazón, la segunda al de la cabeza. Y de esta manera, el uno no va siempre de la mano de la otra.

El Conde de Montecristo insinúa una respuesta al final de la obra. Respuesta que por supuesto no daré acá. Habrá que leer el libro.

Perdón si fui aburrido.

27 de septiembre de 2006

LOS 7 HÁBITOS

Tres meses después de empezarlos, terminé los dos libros que estaba leyendo, entre cambios de pañales, llantos de bebé a las tres de la mañana, un 7 a 1 que me deprimió por dos semanas y un viaje a Chile. Había prometido algún detalle de mi lectura.

Del primero de ellos, "Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva", me quedaron lecciones productivas para la vida cotidiana, y mucho material para elaborar internamente. Un libro como ese exige un tiempo de asimilación después de leído, y en eso ando. Puedo adelantar una brevísima síntesis.

Stephen Covey propone, en primer lugar, tres hábitos a los que ubica dentro de la esfera privada de cada persona. Ellos son:

1) Ser proactivo, es decir, ser consciente de que uno escribe su guión sin que lo escriban otros.

2) Empezar con un fin en mente, o sea, tener claro a dónde nos dirigimos voluntariamente, cuál es el plan de vuelo. Es lo que se llama tener visión a futuro para nuestra vida, sin dogmas preestablecidos.

3) Primero lo primero, que significa distinguir lo urgente de lo importante y darle preponderancia a lo segundo, a pesar del vértigo cotidiano. Establecer un orden de prioridades en el corto, mediano y largo plazo.

De aquí pasamos a los segundos tres hábitos en la esfera de lo público, cuando hemos atravesado la frontera entre la dependencia de libretos ajenos y entramos en la independencia mental, que implica autonomía para darse los criterios y las decisiones.

4) Pensar en la fórmula "ganar/ganar". Esto significa que en nuestras relaciones de transacción con los prójimos, en las que solemos pensar en un esquema "Si yo gano, él pierde, y si él gana, yo pierdo", es más eficiente y muy posible trabajar sobre resultados que beneficien a ambas partes. La familia es un marco típico de aplicación de este principio.

5) Primero comprender, y después ser comprendido. Algo sobre esto ya había insinuado en una columa anterior. Cuando uno se sitúa en la cabeza del otro y atiende a sus inquietudes, preocupaciones y puntos de vista antes de exponer los propios, la mitad del camino ya está recorrido. La amistad es, por ejemplo, una relación que exige esta comprensión permanentemente.

6) Buscar sinergia, es decir, lograr que la suma de 1 + 1 sea igual a 3 o más. Trabajo en equipo, que le dicen. Las diferencias son valoradas porque enriquecen un trabajo que de ser solitario perdería posibilidades de superación.

Aquí el sujeto ha llegado a la fase de la interdependencia, aquella en que, siendo independiente mentalmente, cosecha también los frutos de su relación con los demás. El séptimo hábito, que busca reforzar todo el esquema es:

7) Afilar la sierra. Esto hace hincapié en lo importante que es, mientras se cosechan los frutos del esfuerzo, seguir preparándose para los desafíos siguientes, para que la sierra siga siendo capaz de cortar nuevos obstáculos. Covey menciona permanentemente la complementariedad P/CP, donde P es la producción y CP es la capacidad de producción, dada por el entrenamiento y el refuerzo constantes en 4 áreas: física (deporte), mental (cultura), espiritual (creencias) y social (relaciones).

Los 7 hábitos están basados en principios que según Covey son aplicables en todo tiempo y lugar, y pueden ser enunciados de una u otra manera sin que ello afecte su validez. Uno pensaría que este es un libro más de management, liderazgo empresarial o algo parecido, pero no es así. Los textos están amenizados con ejemplos de la vida cotidiana que Covey ha insertado sabiamente para ilustrar la teoría.

Prometo reflexiones de los otros dos libros que terminé la semana pasada. Espero que estas hayan servido de algo al amigo lector.

21 de septiembre de 2006

LA PRIMAVERA VIENE LLEGANDO

Existen dos días en el año que atraen las cursilerías de la gente linda. Uno es el Día del Amigo, al cual ya me he referido. El otro es hoy.

Al igual que en el Día del Amigo, he recibido una invitación para festejar juntos el Día de la Primavera, de parte de alguien que no conozco. Graciosa coincidencia, que refuerza mi teoría.

En beneficio de la fecha que hoy nos ocupa, podemos decir que no es una creación comercial o interesada, sino algo puramente espontáneo que se da año tras año, y de lo cual la naturaleza es la primera informante. Paradójicamente, la primavera no empieza hoy sino con el equinoccio que será el sábado 23 a la una de la noche.

Es muy loable la costumbre de regalar flores a las mujeres cada 21 de septiembre, aunque ignoro por qué no se les regala algo también a los hombres. No pido gran cosa: apenas un par de ballenitas, un viaje en colectivo o un ejemplar del Olé (aunque la verdad es que este periódico me parece bastante malo).

Esta mañana puse en casa la Primavera de Vivaldi, y encabezo ahora esta columna con la pintura de Giuseppe Arcimboldo, italiano renacentista que nos dejó esta original obra ("Primavera", de 1573) junto con otras tres dedicadas a cada una de las estaciones del año. Hay, por supuesto, poesías y canciones dedicadas a la primavera.

Hoy también es el Día del Estudiante. Vaya, pues, desde este espacio, un saludo a todos los estudiantes que honran este blog con su presencia, y esta canción legendaria como obsequio.

Yo creo que nunca dejamos de estudiar en la vida, aún en el ocio más puro, que es la gozosa actividad de la no actividad. Tan solo con detenernos a contemplar a las personas que nos rodean en el colectivo, seguimos estudiando. Ni hablar de las lecciones que nos imparte la implacable vida. En una época solía decirle a mi amigo la Oveja que quien más sabía era quien más se había equivocado. Con el tiempo llegué a la conclusión de que la frase sonaba linda pero solo servía para justificar los propios errores, y entonces la dejé de lado.

Lamentablemente hoy en día hay una visión bastante utilitarista del estudio entre alumnos, padres y maestros. Entonces todo lo estudiado tiene que servir para algo material. La pregunta, que debería ser qué se está estudiando, es en cambio para qué sirve lo que se está estudiando. Como suele suceder, en el equilibrio está la elección correcta. Entre lo que a uno le gusta y lo que a uno y a su posible familia le dará de comer.

El estudio no es solo una base de lanzamiento para una vida de trabajo y autoabastecimiento, sino también el refugio más sólido para el propio desarrollo mental y espiritual, que en principio no trae dinero como primer efecto, sino una personalidad fuerte y madura para hacer frente a los grandes desafíos del camino.

Borda Vive
B
V

20 de septiembre de 2006

ACERCA DEL MATE

Una de las particularidades del argentino es su amor al mate. Borges, recordando un viaje a El Cairo, decía que los egipcios no habían descubierto el mate, pero que igual habían encontrado el regateo como una manera, casi más simpática, de perder el tiempo.

Tal vez el mate sea parte de ese modus vivendi tan contemplativo de los argentinos. Matear es, en el fondo, ocio con amigos. Pero esto sería un simplismo, porque se puede estudiar, leer, mirar un partido o conversar tomando mate. De hecho, los jesuitas les inculcaron el mate a los indios para que no se emborracharan y trabajaran mejor. Otra versión dice que fueron los indios quienes impusieron el mate a los conquistadores. Tema de debate eterno para argentinos, uruguayos, paraguayos y brasileños del sur.

He leido por ahí que cuando uno toma mate solo por primera vez, quiere decir que se ha hecho hombre (aquél era un texto machista).

Tomar mate es un acto colectivo por esencia y lleva en sí mismo la voluntad de compartir, como no se comparte el café, el whisky o la cerveza.

La cerveza que se comparte del mismo porrón no sabe igual si antes ha tomado otra persona. Parece menos fría. En cuanto al whisky, la posibilidad ni se plantea.

El café es la bebida individualista por excelencia. No quiere decir que quien lo bebe lo sea, sino que el acto de tomar café, y de dejar una borra que nunca será igual a otra, tiene cierto sentido de individualidad. El mate, por el contrario, es esencialmente compartido. Hay otras bebidas que implican una relación, como el champagne o el clericó, pero ninguna de ellas se sirve en un solo recipiente para todos. Tal vez la fondue suiza conlleve, en el rubro sólido, ese sentido comunitario.

El mate establece relaciones, acerca, obliga a la mirada. En el mate somos todos iguales, menos el primero, que es el zonzo. Y ni hablar del que recibe un mate frío.

En nuestro hogar el mate es lo primero que se ofrece. Después vienen las alternativas del café, el té, el Nesquik, la gaseosa efervescente o las bebidas alcohólicas de la barra.

Sebastián, mi cuñado, es como un amanecer en el campo: puro mate. Mi hermana Isabel siempre le decía que se iba a poner amarillo de tanto tomarlo. Ahora matea conmigo, con Paula y con la Chochi, a quien le gusta el mate a sus dos años (y tiene un juego de mate de juguete). Otro que gusta de matear con este servidor es mi primo, el Pibe. En la última Navidad le regalé un mate de San Lorenzo, de madera de ñandubay, que exhibió como un trofeo ante mi azorada familia.

Para mí, que sea amargo, por favor.

19 de septiembre de 2006

ALGUNAS REFLEXIONES FILOSÓFICAS

Si saqué pecho y escribí después del 7 a 1, tengo derecho a hacerlo ahora que estamos punteros (aunque no me lo crea del todo).

San Lorenzo juega feo, defiende como Italia y va dejando atrás la humillación a la que habíamos sido sometidos tres semanas atrás. No me gusta cómo hace jugar Ruggeri al equipo, pero en cierta manera es lógico. Después de la catástrofe, lo primero que había que evitar en los partidos siguientes era que nos siguieran haciendo goles (y si nos los hacían, hacer la misma cantidad o más que el rival).

Con un equipo groggy, la confianza se ha ido recuperando de a poco, y el efecto de aquella tarde ignominiosa ha sido benéfico. Bien lo dijo Saja (a quien los hinchas de boca detestan profundamente después de que les gritara un gol en la Bombonera): "Si no hubiera perdido 7 a 1, San Lorenzo no habría ganado los tres partidos siguientes".

Yo creo que en San Lorenzo se ha creado una mística especial con ese resultado. Los cuervos seguimos soportando cantitos y burlas de cualquier perejil suelto por ahí. El equipo juega con vergüenza, y unido ante la masa burlona. Tal vez, en otro club aquel resultado habría provocado crisis mucho más graves, y una serie de derrotas imparable.

Ahora podrán venir más tardes negras, pero en lo inmediato la situación se ha estabilizado. Sirva como ejemplo a los agoreros de siempre.

Por último, me encantaría que todas las hinchadas se comportaran como lo hizo la de San Lorenzo aquella tarde. Vimos los 7 goles estoicamente, sufrimos, perdimos y cantamos igual. Otros hacen lío, rompen todo y logran la suspensión que impide la goleada histórica.

Sobre lo que está por venir, no hago futurismo. Espero en silencio aunque sospeche.

13 de septiembre de 2006

¿HACE MUCHO QUE NO PASA?

Son caballos de hierro que circulan por casi todas las calles de Buenos Aires. En su interior se tejen historias, nacen bebés, se conversan problemas, se arregla el mundo, se conoce la ciudad, se miran planos y recorridos, se reflexionan problemas, se adivinan intenciones, se insinúan miradas, se sufren frenazos, se ocasionan esguinces, se hurtan carteras, se cuentan monedas, se observa a los prójimos, se toman decisiones, se hacen llamadas, se atienden llamadas, se piden boletos, se eligen canciones, se escuchan partidos.

Son los colectivos. La historia empezó en Lacarra y Rivadavia, en el barrio de Floresta, cuando el primer colectivo de la historia partió y llegó hasta Primera Junta. En la esquina mencionada hay una placa que recuerda el hecho.

Mi experiencia en los colectivos es vasta, dado que trabajé como cadete desde las vacaciones de mis 15 años. Así conocí las calles de Buenos Aires. Beazley, Darwin, Escalada, Franklin, Isabel La Católica.

Para mí, en los colectivos hay un antes y un después del 31 de diciembre del 2000 a las nueve menos diez de la última noche del segundo milenio. Fue en el 60 Panamericana Ford. Yo detestaba la línea 60, y ahora es mi favorita. He relatado esta historia decenas de veces. Anoche fue la última, en el subte.

Los primeros colectivos que me tomé fueron el 39 y el 152. Ahora son otros: el 168 y el 184, porque son los que me devuelven a mi casa después del trabajo. En el 152 sufrí mi primer y único hurto de billetera, cuando era bastante chico. La línea 168 es la del cuento de Cortázar.

Los colectivos identifican distintas etapas de nuestra biografía. El 102 y el 38 son la secundaria, el 132 una novia en Caballito, el 108 las tardes de estudio en lo del Fósil. El 59 las jornadas de ping pong en lo del Nono, el 15 es el fútbol en Atalaya, el 10 y el 130 mis primeros dos años de casado. Una vez, a los 12 años, me colé en un colectivo, casi de casualidad y por la presión de la masa que había subido detrás de mí. Estaba dispuesto a esconderme detrás de algún pasajero ni bien subiera algún inspector.

Los colectivos también identifican canchas. El 150 y el 101, la del Ciclón. El 102 boca, el 130 Ríver, el 10 los de Avellaneda, el 106 Vélez. El 59 Huracán, el 152 Platense, el 5 Ferro, el 50 Deportivo Español... Y el Río de la Plata, las canchas de La Plata, valga la redundancia. En mi época de cuervo descerebrado (que tal vez no haya terminado del todo), escribía "Ciclón" en los asientos de atrás de los colectivos. ¿Qué hincha que se precie no ha vuelto de la cancha colgado del parante de afuera, con la uña del dedo gordo en el estribo y acompañando con el cuerpo los movimientos de freno y avance? Era como estar cantando en el alambrado.

Hay toda una ciencia del colectivo. Uno va desarrollando, por ejemplo, un instinto que permite saber quién se bajará primero para que uno ocupe su asiento. También es importante saber ciertos detalles: dónde está el hueco de la rueda que eleva el nivel del suelo en determinado asiento; qué asientos se ponen calientes por efecto del motor; qué lugares permiten disponer de la apertura o el cierre de la ventanilla; cuándo dejar que pase el colectivo para tomar el siguiente, que vendrá más vacío.

Una sabiduría aparte, en la inmensa ciudad, es saber qué colectivo nos deja bien en un punto determinado. En mis épocas doradas de cadete podía responder siempre a esta pregunta. En la actualidad, a veces tengo que consultar.

Esta columna fue inspirada por un coche de la línea 184, que me tomé en la noche del viernes. El chofer, que ya me conoce y marca 0,75 cuando subo, pasaba un CD eterno de música bolichera, acorde con su ubicación temporal en la semana. Estaba rodeado de peluches, estampitas y espejos, y había iluminado todo el colectivo con luz negra. No daban ganas de bajarse.

De tanto en tanto, cuando salgo muy cansado del trabajo, me tomo un taxi de saco y corbata. Y entonces siento dentro de mí ese tintineo infalible de la conciencia de pibe, que me relojea ofendida. "¿Qué hacés ahí arriba, que ni siquiera podés elegir asiento?". Y desde un rincón del ayer, el cadete me contempla, con su mueca de atorrante y la Lumi deshojada bajo el brazo.

12 de septiembre de 2006

BARCELONA

Hoy mi prima Dolores cumple años.

Mi prima Dolores vive en Barcelona, más precisamente en una linda casa de Sant-Cugat, que es un pueblo en las afueras de la ciudad, como serían San Isidro, Castelar o Adrogué respecto de Buenos Aires. Ella tiene un taller donde enseña a hacer artesanías, y expone algunas de sus obras en este sitio. Le gustan los cuentos para niños, los vestidos hippies y el esquí, entre otras cosas. Vive feliz con su marido, Federico, y sus tres hijos, Pau, Melina y Joaquín.

Barcelona es mi segunda ciudad, porque en ella nació mi padre. Ya he relatado cómo debió abandonar su terruño para venir, afortunadamente, a la Argentina.

Es increíble: en este momento en que escribo, el sistema aleatorio de mi reproductor de audio elige, de entre 2032 canciones, "Mediterráneo", de Joan Manuel Serrat.

En esta ciudad de la que hablo, viví una situación tensa y especial. En marzo de 1998 tomé el tren de Madrid a Barcelona, que llegó a destino a las seis de la mañana más o menos. Yo venía dormitando y apenas sentí que habíamos llegado me incorporé para irme con mis petates. Un desconocido me saludó, y yo le contesté por cortesía. Y hete aquí que al subir por la escalera mecánica desde el andén, me señalaron dos guardias civiles apostados frente a mí. Me obligaron a abrir mi equipaje, y ante mis protestas me llevaron a la comisaría de la estación. Revisaron todo lo que había para revisar, metieron mis datos en una computadora e hicieron algunas llamadas. Todo estaba, por supuesto, en orden.

Pero la sorpresa mayor fue cuando me dijeron: "Hala, ya puedes reunirte con tu compañero que te espera allá afuera". Yo había viajado solo, y les pregunté de quién me estaban hablando. "Pues mira qué pregunta, hay un tío allá afuera que está preguntando por ti". Salí desconcertado y nunca encontré a nadie. Nunca sabré si la policía me había confundido con otro, si "el tío" me había confundido con otro o si me habían usado para algo.

No era mi primera experiencia con la policía, y desgraciadamente no fue la última. Pero en todos los casos mi inocencia fue absoluta.

Como quiera que sea, a Barcelona le debo, además de mi padre, tres sobrinos: Ignacio, María Luján (que es también mi ahijada) y Santiago. Alguna vez, hasta que un colectivo pasó de largo, pensé seriamente en irme a vivir allá después de unas vacaciones en Cuba y Jamaica. Si así hubiera sido, tal vez esta columna de hoy estaría dedicada a la lejana Buenos Aires.

11 de septiembre de 2006

DÍA DEL MAESTRO

Uno piensa que todo estará inventado en la Web, pero no aún. He descubierto, a través de otro blog, un sitio donde se puede fabricar machetes para copiarse en los exámenes. Uno puede hacerse uno propio o usar otros ya fabricados por terceros. Para suerte de los maestros argentinos, los autores son españoles.

En mi colegio había un experto en este arte, a quien guardaré en un piadoso anonimato. La verdad es que no tenía muchas variantes, pero era muy efectivo.

El colmo fue un día en que otro compañero de Cuarto Año llamó a la profesora porque decía no comprender una de las preguntas del examen. Ella le pidió que le dijera cuál era la pregunta, y él levantó la hoja para que la viera más de cerca. Debajo estaba el machete, sorprendido y desnudo. Le puso un uno, y no supimos si por copión o por... lo otro (sí, me salió en rima).

En Primer Año, un cofrade se copió, pero hete aquí que la profesora (de Filosofía) lo pescó. "Tiene un 6", le dijo como todo castigo. Y todos los que estaban arañando el 4 intentaron entender, sin lograrlo.

Mi amigo Lucas siempre se enorgullece de sus antiguos métodos de copia. Dice ser el autor intelectual de la técnica del ténder, por la cual colgaban un hilo invisible a lo largo de una fila de bancos, y se iban pasando los machetes a pedido.

Yo nunca fui de copiarme. Lo simpático es decir que el machete es divertido, pícaro o hasta inteligente. Pero la realidad es que es un engaño, y por ende es condenable. El valor implícito detrás del machete es la mentira y la deslealtad para con el resto de los compañeros. No puedo estar de acuerdo con eso, y no me gustaría que mis hijos fueran copiones.

Temo que se me diga: "Bueno, pero son chicos, no pueden pensar lo que estás diciendo". Creo que justamente porque son chicos es que hay que darles el valor de la verdad, el esfuerzo (en estudiar, no en hacerse el machete) y la lealtad hacia aquellos que juegan con recursos limpios. No lo olvidarán, y cuando sean adultos agradecerán esos valores que les hemos dado.

Esta columna mía de hoy es bastante moralista. Pero en el Día del Maestro, no me sale otra cosa en homenaje a ellos.

Estas líneas están dedicadas a Osvaldo Mario González, a quien recuerdo como el mejor maestro que tuve.

8 de septiembre de 2006

GLORIA AL SUPERAGENTE 86



Crecí mirando a Maxwell Smart, a la 99, al Jefe, a Larabie, a Jaime (Hymie en el original), al agente 13, a Sigfrido y Starker, a La Garra ("Lagala, no Lagala"), al profesor Parker del laboratorio de CONTROL, a Colmillo, a la suegra de Max, al Almirante y al detective hawaiano Harry Hu. Recuerdo todos los gags, los vuelvo a ver y me vuelvo a reír y en mi familia los evocamos cuando se producen situaciones similares.

Aquél era un humor inteligente y sano, sin golpes bajos, sin necesidad de grosería ni mal gusto.

El próximo 25 de septiembre se cumplirá un año de la partida de Don Adams, y éste es mi homenaje anticipado. Ver a Max, la 99 y el Jefe doblados al chino es doblemente gracioso, en un capítulo que los seguidores de la serie recordarán. Viene con una aparición sorpresa de un actor protagónico en otra serie.

Actualizo: Dado que ese video ya no está disponible, lo he reemplazado por una parte de un capítulo en español donde aparecía el legendario personaje La Garra.

HOLLYWOOD ENSEÑA

A modo de introducción para mi humilde incursión en el mundo del cine, recomiendo esta columna en un blog de comunicación que miro de tanto en tanto:

Algunas cosas que nos ha enseñado Hollywood

Mi cultura cinéfila y televisiva no es tan vasta como la de varias personas de mi entorno. Cacá, por ejemplo, es una de ellas. En los últimos tiempos, ir al cine se ha convertido en un desafío ciclópeo para este padre de dos infantes. El video y el cable -que instalamos recién para el Mundial- nos salvan. Sin embargo, tuve mi época de solterón que salía de su trabajo y se armaba su programita de comida afuera y cine.

Si hablamos de las series, las de los 70 y 80, sin lugar a dudas, han sido las mejores. Tenían una mística especial, algo así como una mezcla de aventura y candidez.

Las 12 mejores películas que he visto, o mejor dicho, las que más me han gustado, son:

- El Padrino (I y II)
- Los Sospechosos de Siempre
- El Señor de los Anillos (I, II y III)
- Perfume de Mujer
- La vida es bella
- El maestro de música
- Forrest Gump
- Sexto Sentido
- Cinema Paradiso
- El Gran Pez
- Doce del Patíbulo
- Mi secreto me condena

Mis 12 actores preferidos:

- Al Pacino
- Robert De Niro
- Marlon Brando
- Gene Hackman
- Clint Eastwood
- Bruce Willis
- John Malkovick
- Robin Williams
- Kevin Spacey
- Tom Hanks
- Michael Caine
- Anthony Hopkins

Mis 12 series favoritas:

- Superagente 86
- El Gran Chaparral
- Combate
- Bonanza
- Misión Imposible
- El Increíble Hulk
- Los Profesionales
- El Zorro
- Los Invasores
- Los Intocables
- La Isla de la Fantasía
- Curro Jiménez

7 de septiembre de 2006

¿LA NOCHE O EL DÍA?

"Si fuera intendente taparía el sol", dicen que dijo el Bambino Veira.

La noche tiene magia, misterio, calma y silencio. Siempre preferí estudiar de noche, porque podía concentrarme adecuadamente y sentía que la noche era un refugio frente a las prisas del día. Cuando las primeras luces del sol se deslizaban por entre las persianas bajas del comedor, me sentía invadido en mi refugio.

Lo malo del verano es que la noche es más corta, y todo termina más temprano para los habitantes de la oscuridad. El boliche sirve a los más purretes como remedio para evitar la luz, pero la salida al mundo real es casi dolorosa para los ojos. Cuando iba a trabajar sin dormir, me parecía que seguía viviendo el día anterior, porque el reloj biológico había sufrido un intento de engaño destinado al fracaso.

Las conversaciones con amigos, en mi opinión, son mejores de noche. El prójimo se suelta más, se abandona a un pacto con la serenidad que lo rodea y regala esas confidencias que no salen con el sol de testigo. Jamás me negaré a un encuentro con el amigo ex compañero de farra por cansancio.

Nací a las dos de la noche, y a Paula la conocí a las nueve menos diez de la noche. Nos casamos también en horario nocturno. Pero Sofía y Valentina nacieron de día, lo cual es el signo claro de que la nueva etapa de mi vida se inclinaba a esa parte de la jornada. Ahora trasnocho menos, aunque lo hago y con gusto. La noche, por ejemplo, es un escenario ideal para escribir.

A veces Paula se levanta a las tres de la mañana a darle de comer a la más pequeña y me encuentra en un sillón buscando un dato en algún libro o escuchando el último disco adquirido en los auriculares. "Estás loco", me dijo la otra noche, cuando me halló a la hora mencionada leyendo acerca de la actuación de Carlos VII en la Guerra de los Cien Años. Le aclaré que mi inquietud se debía a una charla mantenida ese día con un compañero de trabajo, pero sonrió y se fue a dormir, contenta de tener un marido demente.

Posdata: Una vez hablé de esto con mi amigo el Capitán Escarlata. Su respuesta estremeció mis argumentos porque apuntó a algo que yo no había tenido en cuenta: "A mí me gusta más el día porque lo que más me gusta hacer lo hago de día: jugar al fútbol".

6 de septiembre de 2006

VERDE IRLANDA

Por esa puerta entré y salí varias veces, entre enero y febrero de 1998. Es la entrada al Temple Bar, famosísimo pub de Dublin, en el barrio del mismo nombre.

No era este mi preferido, sino el Lannigan´s, frente al río Liffey, del cual he hablado en otra oportunidad. Pero visité muchos de ellos, y han quedado en mi memoria irlandesa.

Afortunadamente el Barba quiso que yo naciera en la Argentina. Mi segunda patria es España, que pisé por vez primera en abril de 1995 y de la que hablaré en algún otro momento. Pero tengo una relación muy especial con Irlanda desde aquel viaje del 98.

Tengo sangre irlandesa por el lado materno. Los abuelos de mi madre eran Dolan y Doyle. Desde mi infancia en mi hogar se festejó el St. Patrick's Day todos los 17 de marzo, cuando casi nadie en Buenos Aires fuera de la comunidad celta sabía de la existencia de esta fiesta.

Irlanda es un país muy particular, habitado por personas que no tienen ni el carácter latino ni el sajón, sino algo intermedio entre ambos. Saben divertirse y ponerse melancólicos, pero también son fríos y cerebrales cuando la ocasión lo reclama. Su sentido del humor es muy particular. Son algo cínicos e irónicos, pero traslucen un fondo de bondad absoluta hacia la naturaleza y los hombres. Aman las leyendas brumosas y el misterio a medias que sugiere historias escondidas por debajo de la realidad cotidiana.

James Joyce, Samuel Beckett, Oscar Wilde, George Bernard Shaw, William Yeats, Jonathan Swift, Arthur Conan Doyle y Bram Stoker, entre otros, son testimonio de la rica literatura irlandesa.

Un prócer de la independencia argentina era irlandés. Fue el Almirante Guillermo Brown, nacido en Foxford. Emigró de pequeño a los Estados Unidos y de allí al Río de la Plata, donde fundó la Armada Argentina. Su biografía, plagada de aventuras, puede leerse en "El combate perpetuo", obra de Marcos Aguinis que me leí en un fin de semana en Córdoba, a donde había ido a ver una victoria de San Lorenzo ante Talleres por 2 a 1.

Mateo Banks, el primer asesino serial argentino, era hijo de un inmigrante irlandés. Fue condenado a prisión en el famoso presidio de Ushuaia, donde hay quienes dicen que también estuvo Carlos Gardel (y hay quienes lo desmienten, por supuesto).

El general Juan O'Brien, granadero que sirvió como ayudante de campo de San Martín en toda la campaña libertadora, fue el irlandés que trajo a Buenos Aires el parte de la victoria desde Lima. Fue también quien quemó, por generosa orden del Libertador, las cartas que comprometían a altos oficiales argentinos arreglados con los españoles después de la derrota de Cancha Rayada.

Paula, que también tiene sangre verde y bien visible en su apellido, tiene un primo en Dublin. En aquella noche en que la conocí en el 60, en ningún momento me había dicho su apellido. Cuando salimos por primera vez, 15 días después, me quedé de una pieza al preguntárselo de pasada y escuchar: Brennan. Su segundo apellido era Galaz. Catalán, como mi padre.

El Jameson, la Guinness y el Baileys representan a Irlanda en cualquier barra que se precie. En Buenos Aires es difícil encontrar un café irlandés hecho como Dios manda.

Los dichos irlandeses son muchos. Acá solo he reproducido uno: "Los padres toman las manos de sus hijos solo por un ratito... Y sus corazones, para siempre".

Este es mi pequeño homenaje a ese país que llevo en la sangre de manera preferente.

4 de septiembre de 2006

LA OBERTURA DEL TONTO



Supertramp fue otra de las grandes bandas de los años 70. Fundada por Rick Davies en 1969, su etapa más gloriosa fue desde 1974 (año de edición de "Crime of the Century") hasta 1983, año en que Roger Hodgson dejó a sus compañeros por diferencias musicales y de egos.

Además de los nombrados, que eran los vocalistas y tecladistas, los otros integrantes de aquella época gloriosa fueron Bob C. Benberg en batería y percusión, Dougie Thomson en bajo y John Anthony Helliwell en saxo y clarinete.

"The Fool's Overture" es mi canción favorita de Supertramp, porque es una obra netamente progresiva donde el estilo de la banda se ve bien reflejado: armonías clásicas con teclados cristalinos y la voz poética de Hodgson, combinados con efectos típicamente sinfónicos (se oye la voz de Churchill llamando a los ingleses a no rendirse) y cambios de ritmo que dan paso a otros compases. Esta versión es en vivo en Toronto en 1979, y no es la mejor, pero igual vale la pena escucharla.

"The Fool's Overture" pertenece al disco "Even in the quietest moments", que fue editado en los Estados Unidos en marzo de 1977, es decir, cuando entré a Primer Grado de la Primaria.

En 2005 salió a las bateas una antología de esta banda. Nada nuevo para sus seguidores, pero recomendable para aquellos que quieren conocer a una de las mejores bandas que ha dado el rock progresivo liviano. Davies y Helliwell suelen quejarse de que hoy en día las bandas ya no hacen música sino un rejunte de masterizaciones y efectos. Otra cosa era en los lejanos 70, "cuando nadie tenía un miserable sintetizador".

Supertramp es la tercera banda que homenajeo humildemente en este espacio, después de Genesis y Pink Floyd. No es la última.

1 de septiembre de 2006

SILVER LINING

Se va terminando, tal vez, la semana más difícil de las que he afrontado este año. La causa de esta calificación reside en las columnas de más abajo. Lejos de esconderme debajo de la cama, he mostrado con orgullo mi condición de cuervo deprimido por la humillación del domingo pasado. Era una cuestión de honestidad.

Esta derrota ha calado en mi ánimo más hondo de lo que creía. Me han buscado para gastarme, para reirse de mi tristeza y gozar con mi furia contenida. Yo sé que para algún lector esto pueden ser tonterías, pero a mí me pone mal, qué quieren que le haga.

Hoy vi la dolorosa derrota del basquet en una verdulería (son postales del invierno porteño). Y estoy pensando que este año tiene que ser el año de la Davis, cuando parece que nuestros tenistas no andan tan afinados como siempre. Por ahí puede venir la alegría deportiva.

Esta semana también se enfermó Valentina, de bronquiolitis, y además la pediatra nos ha informado que tiene piel atópica (es decir, hipersensible) al igual que su hermana. Esto, lo sé, es lo más importante de la semana que se va.

A raíz del malestar de nuestra hijita, también debí suspender la celebración de mi cumpleaños, lo cual fue un balde de agua fría en mis permanentes ganas de festejar cosas.

Pero han sucedido cosas buenas: entregué un trabajo arduo y extenso que vale un diploma, estrené dos corbatas, pasé media mañana con Sofía en el jardín de infantes y armé títeres mejores de lo que yo esperaba, desayuné un par de veces afuera con Paula, me dormí una deliciosa siestecita con Wally en la mecedora, compré un libro sobre el Museo del Louvre. Y ahora viene, mal que mal, el fin de semana.

No comparto aquello de que todo depende de cómo se mire. Hay semanas objetivamente más difíciles que otras, y esta ha sido una. Sin embargo, se puede hallar algo de qué alegrarse siempre. De última, el hecho de que el sol siga saliendo siempre es una buena noticia.

En inglés tienen un dicho que suelo repetir: Every cloud has a silver lining. O sea, toda nube tiene un borde dorado. Detrás del nubarrón se oculta un regalo de la vida, y todo tiene su aspecto positivo.

Cada día que pasa lo compruebo más y más, aunque ahora no pueda colgar la foto que quería en esta columna, porque esta semana todo ha sido así de difícil. La próxima será mejor, y el invierno comenzará a rendirse ante el sol de septiembre que asoma sin pedir permiso.