7 de septiembre de 2006

¿LA NOCHE O EL DÍA?

"Si fuera intendente taparía el sol", dicen que dijo el Bambino Veira.

La noche tiene magia, misterio, calma y silencio. Siempre preferí estudiar de noche, porque podía concentrarme adecuadamente y sentía que la noche era un refugio frente a las prisas del día. Cuando las primeras luces del sol se deslizaban por entre las persianas bajas del comedor, me sentía invadido en mi refugio.

Lo malo del verano es que la noche es más corta, y todo termina más temprano para los habitantes de la oscuridad. El boliche sirve a los más purretes como remedio para evitar la luz, pero la salida al mundo real es casi dolorosa para los ojos. Cuando iba a trabajar sin dormir, me parecía que seguía viviendo el día anterior, porque el reloj biológico había sufrido un intento de engaño destinado al fracaso.

Las conversaciones con amigos, en mi opinión, son mejores de noche. El prójimo se suelta más, se abandona a un pacto con la serenidad que lo rodea y regala esas confidencias que no salen con el sol de testigo. Jamás me negaré a un encuentro con el amigo ex compañero de farra por cansancio.

Nací a las dos de la noche, y a Paula la conocí a las nueve menos diez de la noche. Nos casamos también en horario nocturno. Pero Sofía y Valentina nacieron de día, lo cual es el signo claro de que la nueva etapa de mi vida se inclinaba a esa parte de la jornada. Ahora trasnocho menos, aunque lo hago y con gusto. La noche, por ejemplo, es un escenario ideal para escribir.

A veces Paula se levanta a las tres de la mañana a darle de comer a la más pequeña y me encuentra en un sillón buscando un dato en algún libro o escuchando el último disco adquirido en los auriculares. "Estás loco", me dijo la otra noche, cuando me halló a la hora mencionada leyendo acerca de la actuación de Carlos VII en la Guerra de los Cien Años. Le aclaré que mi inquietud se debía a una charla mantenida ese día con un compañero de trabajo, pero sonrió y se fue a dormir, contenta de tener un marido demente.

Posdata: Una vez hablé de esto con mi amigo el Capitán Escarlata. Su respuesta estremeció mis argumentos porque apuntó a algo que yo no había tenido en cuenta: "A mí me gusta más el día porque lo que más me gusta hacer lo hago de día: jugar al fútbol".

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si, estás loco... la actuación de Carlos VII !!! el resto, no llama la atención.

A mi me gusta el día... xq´' lo que mas me gusta lo hago de dia...
dormir la siesta !!
El sol me gusta, pero de lejos.

El día está bueno, cómo negarlo, pero está directamete relacionado al clima de turno; mientras la noche no depende tanto del mismo.

Si bien una buena noche de luna llena junto al mar o una estrellada noche de luna nueva en el campo o la montaña son impresionantes, un buen día soleado en cualquiera de estos paisajes es inigualable.

Sin embargo, a mal clima, el día deprime a pesar de la invencíón del cine, mientras que la noche pasa inadvertida.

Difícil elección... si pudiera, viviría 48 hs. seguidas, durmiendo después 24, en vez de las recomendads cuotas de 8.

Ah, en este lado del mundo, son ahora las 4:10 AM, horario bisagra en el que solía encontrar a mi viejo preparándose el "Nesquicito" antes de dormir...
Es mas, me tentaron... voy por uno

Saludos,
R2

Anónimo dijo...

La noche y el día marcan el ritmo biológico del planeta. Un ritmo natural. Como el ser humano ha creado una especie de "reino de lo artificial", acompañado por la luz artificial pretende alargar el día hasta borrar la noche.
Hay que reconocer que hay cierta belleza en una ciudad iluminada sobre el telón de un cielo nocturno.
Pero también que el ser humano, tironeado entre el mundo de lo real y el de lo artificial, desde hace unos 150 años (cuando en Menlo Park se produjo la primer iluminación eléctrica eficiente y durable), ha llegado a niveles nunca conocidos de stress.
Por eso, después de Tomás Alva Edison, la noche no es lo que solía ser.

ACO