30 de agosto de 2007

¡AVANTI!

No te des por vencido, ni aun vencido,
no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y arremete feroz, ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.
Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua y no la implora...

(Pedro B. Palacios, de alias Almafuerte)

29 de agosto de 2007

GRACIAS CICLÓN

24 de agosto de 2007

RETAZOS

Está allí. Nos observa desde el cosmos que él exploró, harto de sí mismo, tal vez en la memoria del otro hombre que es, y que ha olvidado el anterior. O quizás nos acecha con el Otro, el que buscó y negó, el que le dio los libros y le arrebató la luz. Cercado por lo último, era vana la duda y el mármol indescifrable.

Quizá habite en la soledad de alguna luna que nos escruta, en las calles que él nombró. En el almacén de enfrente, de la calle que él no quiso, o en la plaza silenciosa de la noche vacía y laberíntica. O tal vez nos sorprenda, no menos solitarios, en nosotros, en la celda circular. Y en un espejo lo soñaremos, y él a ti, y todos somos él, y Cervantes y el Quijote.

"Las puertas se cierran a tu paso; solo del otro lado del ocaso verás los Arquetipos y Esplendores", nos dijo. Él los conoce.

Hace 108 años nacía en Buenos Aires Jorge Luis Borges.

21 de agosto de 2007

UNA LECCIÓN DE LOS NÁUFRAGOS


El cuadro que aquí reproducimos es "La barca de la Medusa", de Théodore Géricault, un pintor francés de principios del siglo XIX.

Esta obra, expuesta en el Museo del Louvre en París, trata sobre un naufragio ocurrido en 1816, por fallas humanas, que tuvo en su época una repercusión enorme. Era un barco que transitaba de Francia a Senegal y se fue a pique. Algunos sobrevivieron a bordo de la balsa que aquí se ve, atestada y a punto de hundirse a merced de su carga excesiva y de los vientos que la mecen.

¿Por qué nuestro interés en esta pintura? Porque representa las diferentes actitudes que el hombre puede tener frente a sus problemas, sus circunstancias, sus naufragios. No nos interesan, pues, los detalles técnicos o históricos de la obra, sino el mensaje que de ella extraemos.

La escena, que pinta el momento en que una fragata aparece distante en el mar, distingue cuatro grupos en el enjambre humano.

El primero, a la izquierda, es el de quienes ya han muerto. Y con uno de ellos, observamos a un padre abrazando a su hijo fallecido, sosteniéndolo con desesperación. Surge la reflexión: el pobre hombre, de espaldas a su salvación, abraza a un muerto. Se entrega a la derrota, la llora y se autocompadece dócilmente de su situación. La emoción negativa lo devora, lo domina, lo gana.

En segundo lugar, cuatro hombres están de pie, junto al mástil, observando atentos el devenir de los acontecimientos. Uno de ellos señala hacia la fragata y les anuncia a los demás que la esperanza es posible. Pero el gran detalle de ellos es que no hacen nada. Solo observan, esperan la salvación pasivamente. No son protagonistas de su suerte, tan solo acompañantes de la vida o la muerte.

Un tercer grupo está pugnando por ponerse de pie, casi sin fuerzas. Intentan llamar la atención del buque, aún a sabiendas de que su esfuerzo no sirve. Pero lo intentan.

El cuarto grupo es el de los tres hombres que se yerguen todo lo posible y agitan sus prendas rojas para llamar la atención de sus posibles salvadores. Son la esperanza, la acción, el optimismo. Y son también los que habrán de salvar a los demás.

Esta obra es una pequeña lección que nos dejó Géricault sobre la naturaleza humana y la fuerza de la voluntad. Siempre se puede volver del peor de los naufragios.

13 de agosto de 2007

MUJERES EN EL ARTE

Un norteamericano armó un video con rostros de mujer en 90 pinturas desde el siglo XII hasta 1954, desde Leonardo Da Vinci hasta Salvador Dalí. El resultado, con música de Bach como fondo, es magnífico. No se lo pierdan.



¿El arte las hace bellas o ellas hacen bello el arte?

11 de agosto de 2007

¿ALGUIEN TIRA LOS DADOS CON NOSOTROS?

¿Somos libres o somos títeres de un Gran Titiritero?

La libertad es una cuestión sobre la que los hombres se preguntan hace mucho tiempo ya, y no pretendo resolverla en estas pocas líneas. Tan solo dejar algunos apuntes que se le ocurren a un amateur de estos dilemas.

El protestantismo, según Max Weber, da impulso al capitalismo porque le asegura que si le va bien en lo que a prosperidad económica se refiere, eso es una señal de que Dios le tiene reservado un destino en el Cielo. La acumulación es, entonces, una vía para asegurarse la vida en el paraíso. Pero entonces, la libertad no existe, porque en el fondo ya estamos condenados al éxito o al fracaso.

Partiendo de la base de que Dios existe, la pregunta es: Si Dios sabe dónde vamos a terminar, estamos predestinados. Porque Él podría no crearnos debido a nuestro destino fatal, pero igual nos crea. ¿Se divierte con nosotros? Yo pienso que no, y creo que esa es la mayor prueba de que somos libres.

En todo caso, Dios sabe qué nos va a pasar si hacemos tal o cual cosa, pero somos nosotros los que decidimos hacerla. Si me cruzo a la mujer de mi vida en un colectivo, soy libre o no de hablarle, y ella es libre de darme su teléfono. ¿O acaso no hay personas que han dejado pasar el tren y aún no se han dado cuenta? ¿O acaso no tomamos decisiones equivocadas con nuestra libertad, y las remediamos después?

El argumento de que Dios sabe qué nos ocurrirá mañana no se sostiene porque Dios no se maneja con categorías temporales, que son convenciones humanas. El tiempo es uno de los grandes misterios del hombre, y justamente porque es un misterio y no podemos entenderlo es que no podemos tomarlo como argumento para responder a otro misterio, como es el de la libertad.

Si Dios no existe, o para simplificarlo aún más, si no existe un Absoluto, quedamos solos con nuestra libertad. No parece haber nada externo que condicione nuestras decisiones, pero sin un Absoluto la vida pierde sentido, y por ende la noción de libertad carece de sustento. De todas maneras, como sostiene Jean Guitton, todo el mundo cree en un Absoluto, y el verdadero problema es si ese Absoluto es personal o no.

Si la libertad no existe, no existe el mérito, ni tampoco existen el bien y el mal, porque las personas no obran conforme a criterios morales, sino guiados por un destino irrevocable. Si esto es así, no tiene sentido denostar a Hitler o Stalin, porque ellos no fueron libres de hacer lo que hicieron. Sencillamente, estaban predestinados a hacerlo.

Al mismo tiempo, si no existe la libertad tampoco existe la verdad, porque es la verdad la que nos hace libres (y la que determina la existencia del bien y el mal). Si no conocemos la verdad, no podemos tomar decisiones sobre bases sólidas, y actuamos guiados por la intuición, el capricho o el azar. Pero no tenemos todos los datos necesarios para decidir con libertad completa, y entonces la libertad está necesariamente asociada a la verdad. Aún si tomamos la decisión equivocada, en muchas ocasiones sabemos que la estamos tomando, pero preferimos satisfacer otros impulsos o deseos, y lo hacemos porque somos libres.

Si el hombre no es libre, tampoco es persona, porque en la noción de "persona" está incluida la de elección. El hombre elige, y esto es lo que lo diferencia del animal, que se guía por motivos irracionales y no tiene una inteligencia capaz de aproximarse a la verdad.

La respuesta a si somos libres o no abarca necesariamente todas nuestras decisiones. O existe la libertad o no existe. Pero la respuesta no varía según las circunstancias, porque la libertad es un concepto que está más allá de la decisión a la que nos estemos refiriendo. Lo que varía es el grado de libertad del que disponemos, pero el concepto está siempre presente.

Víctor Frankl escribió en “El hombre en busca de un sentido” que en Auschwitz él se sentía más libre que sus guardianes, porque internamente él tenía libertad para pensar lo que quería, y para elaborar una visión hacia el futuro, en el que él se veía dando conferencias sobre la teoría psicológica que estaba pergeñando en esos días tristes. Sus guardias, en cambio, obraban como autómatas y carecían de libertad para pensar otra cosa que no fuera el manual de instrucciones del nazismo. Él era, entonces, más libre que aquellos que le pegaban, lo insultaban y lo humillaban. Frankl destacó el hecho de que el hombre fuera capaz de generar un lugar tan siniestro como Auschwitz y al mismo tiempo ir a la cámara de gas recitando el Padrenuestro, como él mismo había visto. Esa es la libertad humana.

Estas reflexiones, que solo buscan expresar ciertas aproximaciones un tanto rústicas sobre un tema que sin dudas está lejos de resolverse en la mente humana, surgieron mientras me comía una milanesa a la napolitana con el Nono, a quien dedico estas líneas libremente.

8 de agosto de 2007

SAN MARTÍN Y LA CULTURA

El próximo 17 de agosto se cumplirá otro aniversario del fallecimiento de José de San Martín, y para recordarlo he querido referirme a su relación con los libros y la cultura. Este aspecto del prócer suele quedar marginado por sus hazañas en el campo de batalla.

San Martín tenía una gran biblioteca que llevó consigo desde Cádiz hasta Buenos Aires, de allí a Mendoza y Valparaíso y de allí a Lima, donde la donó para formar la primera Biblioteca Nacional del Perú. Eran unos 800 volúmenes, que están enumerados por José Pacífico Otero en una edición del Instituto Nacional Sanmartiniano sobre San Martín y la cultura.

Lo que llama la atención de esa lista es la diversidad de temas que abarcaba. La cantidad impide nombrarlos todos, pero destacaremos los siguientes: unos 250 libros de Historia; 24 de Geografía más cartas náuticas de España, Perú y Antillas; 38 libros de viajes que incluyen lugares tan diversos como Rusia, Turquía, Tartaria, Grecia, Cercano Oriente y Europa en general; 63 volúmenes sobre oficios prácticos tales como agricultura, jardinería, ingeniería, quiromancia, fabricación de aguardiente, relojería y cría de ovejas, entre otros; 82 tomos de enciclopedias varias; 22 libros de derecho y legislación; 12 de matemáticas; 11 volúmenes de bellas artes; y un centenar de obras literarias de la época, con autores como Voltaire o Rousseau, además de Quevedo, Calderón y ciertos clásicos griegos.

La de Lima no fue la única biblioteca formada gracias a San Martín. En marzo de 1817, después del triunfo de Chacabuco, el Cabildo de Santiago de Chile le hizo llegar al Libertador una suma de 10.000 pesos para solventar los gastos de su viaje a Buenos Aires, pero él donó el dinero para la formación de la Biblioteca de Santiago.

También la Biblioteca Nacional de Buenos Aires recibió una donación de algo más de 100 libros pertenecientes a San Martín, ya fallecido, a través de su yerno Mariano Balcarce.

La figura del prócer trasciende los campos de batalla y se proyecta sobre la educación, terreno en el que nuestro héroe precedió a la Generación del 80, y más precisamente a Domingo Faustino Sarmiento, con quien curiosamente tuvo una entrevista en su retiro francés.

La imagen de arriba es de autoría de Theodore Géricault, artista romántico francés, autor de la famosa "La Barca de la Medusa". No es éste el único reconocimiento internacional que tiene San Martín. En el Central Park de New York, por ejemplo, hay otro.

Tengamos siempre presente la figura del Libertador, fundador de tres naciones independientes y mecenas de su cultura.

7 de agosto de 2007

MAMÁ

Hoy, 7 de agosto, Mary Van Deusen cumple años. Lo celebrará el próximo fin de semana con mi papá, sus 5 hijos y sus 12 nietos.

Nació en Chicago y creció en San Francisco. Tuvo dos hermanos, que pelearon en la Segunda Guerra Mundial. A uno (que había sido enviado a Francia y Bélgica) lo dieron por desaparecido y así lo informaron a su familia. Pero un día volvió a casa sano y salvo, al igual que el otro.

Mi madre estudió en la Universidad de Stanford y se fue a vivir a España. Fue allí donde conoció a mi padre, como ya he relatado en otra parte de este espacio. Se casó con él y se vino a vivir a la Argentina.

Mi mamá me ha dado, además de sangre irlandesa, muchos valores que día a día intento torpemente poner en práctica. Confío en transmitírselos a mis hijos como ella supo hacerlo conmigo. Honestidad, amor a la verdad, orden, detallismo, buenos modales, pasión por la música, integridad, autoexigencia y generosidad son algunas de las cualidades que desordenadamente se me ocurre mencionar ahora. Ella las leerá y me dirá que esto no es así y que ella no es nada de todo esto, pero yo creo que sí y eso es lo que importa. Porque ella, además, es modesta.

Como regalo de cumpleaños, vaya esta memorable escena de Bing Crosby interpretando "True Love" junto a Grace Kelly en altamar. Corresponde a la película "Alta Sociedad", de 1956, donde también actuaban Frank Sinatra y Louis Armstrong.

6 de agosto de 2007

UN GENIO CATALÁN

Dedicado a mi padre, Serrat cantando en Barcelona, el 1 de noviembre de 1974.

5 de agosto de 2007

SIETE MIL SOLDADOS Y UN SECRETO

En marzo de 1974, unos campesinos chinos estaban trabajando en Lintong, a unos 35 kilómetros al oeste de Xi'an (Shaanxi). De repente uno de ellos desenterró de casualidad una extraña cabeza de soldado, hecha de un material artesanal. Siguieron trabajando, y dos más salieron a la luz. Estos campesinos acababan de hacer uno de los descubrimientos arqueológicos más impactantes del siglo XX: el ejército de terracota del Primer Emperador de China, Qin Shi Huangdi.

La dinastía Qin (o Ch'in) reinó en China entre los años 221 a.C. y 206 a.C., y fue la primera en establecer una unificación administrativa en un territorio extenso, a través del sometimiento de sus adversarios. Fue tan poderosa que griegos y romanos asociaron su nombre al territorio que dominaba, y así es el probable origen del vocablo "China" en los idiomas occidentales.

La única parte del nombre de Qin Shi Huangdi que le correspondía por derecho propio era Qin, que era el principado de donde era Ying Zheng, el personaje en cuestión. "Shi" significa "primero" y "Huangdi" se divide en "Huang" (Augusto) y "Di" (Emperador). Zheng se hizo llamar con la suma de estas palabras y se proclamó fundador de una nueva dinastía que duraría "diez mil generaciones".

Al parecer, el nuevo emperador no tenía problemas de autoestima.

En el año 213 a.C., Qin Shi Huangdi decidió sacarse de encima cualquier molestia y promulgó un decreto que obligaba a quemar las obras literarias, históricas y filosóficas en el territorio imperial, aunque tuvo la delicadeza de incluir una generosa excepción para los tratados científicos, y también ordenó guardar un ejemplar de cada obra quemada, que solo podría ser consultado por el gobierno. La tradición quedaba prohibida so pena de muerte. Hay quienes dicen que al año siguiente, 460 súbditos fueron sepultados vivos por desobedecer el mandato imperial, aunque el amigo lector es libre de creerlo o no.

Qin Shi Huangdi, a quien pese a todo vemos algo empequeñecido en la imagen, dejó obras importantes. Mencionemos dos: terminó la Gran Muralla, de más de 5.000 kilómetros de extensión, y construyó una red de carreteras de 6.800 kilómetros, más larga que la famosa red de rutas del Imperio Romano.

La dinastía que duraría 10.000 generaciones duró una sola. Después de la muerte de Qin Shi Huangdi, en 210 a.C., se desató una lucha de poder. El primer ministro, Li Si, y Zhao Gao, que era un intrigante eunuco muy hábil, engañaron a Fu Su, el príncipe heredero, con una falsa carta de su padre acusándolo de deslealtad y ordenándole que se suicidara (mandato que el pobre Fu cumplió presuroso, algo impensable en terruños más cercanos a nosotros) y ubicaron en el trono a Ershi Huangdi, que poco duró: Zhao Gao lo eliminó también, y de paso se sacó de encima además a su socio conspirador. El tercer emperador, Zi Ying, sospechó que el eunuco era un personaje complicado y lo mandó ejecutar. Para ese entonces, la población estaba harta de pasar hambre y se rebeló contra todo y todos. Fue el final de los Qin.

Habíamos empezado estas líneas con el descubrimiento del ejército de terracota de nuestro protagonista, Qin Shi Huangdi. Estos soldados eran parte del gigantesco mausoleo que Qin se había hecho hacer para honrar su tumba. Son nada menos que 7.000 soldados de rostros bien diferenciados, con sus armas y escudos, 600 caballos y 100 carros de combate, todos artesanalmente fabricados y pintados, y ubicados sobre la tumba del Primer Emperador, que se halla en un pozo de 50 metros de altura.

Todo el mausoleo tiene un perímetro de 6.300 metros, y fue construido por más de 700.000 súbditos forzados. El original palacio fúnebre tiene también una parte destinada a sacrificios de animales que acompañarían a Qin en su viaje al otro mundo. Hay un dato aún más escalofriante: una fosa de las halladas estaba destinada a albergar soldados de carne y hueso que también se irían con el monarca al otro mundo. Sima Qian, un historiador del siglo I a.C., sostiene que el emperador fue convencido de enviar a estos hombres a luchar a las fronteras, donde serían más útiles que en el siniestro recinto.

Los soldados de terracota se quedaron junto a Qin Shi Huangdi para acompañarlo en su descanso eterno y defenderlo de intrusos del mundo de los vivos. Cumplieron su misión durante 2.200 años, hasta que un par de inofensivos agricultores quebraron el secreto de un imperio dormido.

4 de agosto de 2007

ACERCA DE LA SOLEDAD

Hay ciertos sentimientos que acarician el alma en muchas ocasiones, y la rasguñan en otras. La melancolía es uno, con esa tristeza dulce que invade el corazón al toparse con aquellas pequeñas cosas "que nos dejó un tiempo de rosas en un rincón, en un papel o en un cajón".

La soledad es otro sentimiento de esos, y vaya paradoja, es una compañía más de las muchas que uno puede tener. En todo caso, la compañía no es ella sino uno mismo. Y esto puede generar tristeza o alegría.

Suelo pensar que la soledad en sus dosis justas es conveniente de vez en cuando (y ni hablar como alternativa a una mala compañía). De hecho, todos tenemos un espacio interior en el que estamos solos, y es necesario que así sea.

Cuando una persona descubre que a pesar de todo no la pasa tan mal consigo mismo, entonces ha descubierto un amigo que lo acompañará toda su vida, cotidianamente o de tanto en tanto.

No obstante, la soledad genera depresión en muchos espíritus, decaimiento en los fervores de la mundanal batalla, rendiciones incondicionales, silencios de hielo donde solo habita un nativo refugiado en su iglú sin ventanas, a la espera de un sol.

El solitario obligado sospecha que alguien le ha jugado sucio y lo ha dejado sin cartas. Otros tienen lo que él debería tener también. Otros son oídos, mirados y queridos, pero él (o ella) no. Oye hablar del amor, de la amistad, del compartir, de la primavera y de una fiesta de cumpleaños. Pero solo lo oye, y solo sigue, porque a él se le niegan esos recreos de la vida.

La soledad no tiene buena prensa, y no es reconocida como debería serlo.

Existe otro tipo de soledad, que es la del incomprendido. Esta es una soledad más sutil que la sentimental, porque es menos visible (aunque en las cosas del corazón, las apariencias pueden ser muy engañosas antes de las tormentas).

Alguien dijo que lo que pasa es que los locos son ellos y no se dan cuenta. Jesús el Nazareno sufrió la incomprensión de todos, o casi. Hasta de Pedro, que era su mejor amigo y lo negó tres veces. A Leonardo Da Vinci lo tildaban de mago demente o peligroso cuando hablaba de máquinas capaces de volar por el aire. Colón llegó a un continente nuevo que hoy ni siquiera lleva su nombre. Mozart fue enterrado en una fosa común. San Martín padeció traiciones, acusaciones absurdas y hasta enfermedades ocasionadas por la soledad de su misión y su gloria.

Creo que el solitario debe quererse a sí mismo como querría a quien quebrara esa soledad impuesta por la vida. Un buen libro, una caminata por la playa, plantas, un manojo de apuntes en la libreta compañera, unos versos al sueño, una cena para uno. Todo puede ser ese mimo que no llega de afuera y entonces debe venir de adentro. Y entonces, quien está solo tiene la oportunidad única de enamorarse de sí mismo, en el sentido más altruísta que el lector imagine.

De todas maneras, esté alerta el solitario, porque cualquier tarde de éstas una soledad ajena puede desbaratar sus mejores planes.