27 de octubre de 2006

BAR DEL INFIERNO

En alguna columna anterior había mencionado esta obra de Alejandro Dolina, cuya lectura ocupa actualmente mis viajes en tren y subte (además de esos minutos preciosos antes de abandonarse al sueño nocturno).

Me llegó gracias a mi hermano Fernando, que me lo obsequió en mi cumpleaños. Es una serie de cuentos que transcurren alrededor de un manojo de conceptos, en ambientes imaginarios geográficamente distantes -o no-. Así, el lector es transportado a la ciudad china de Ch'ang-an, en el año 800, después al campamento del rey Minos (aquél del famoso laberinto del Minotauro), y seguidamente a un bar de Londres "tan oscuro que su descripción es casi imposible".

Las ideas giran en torno a la incertidumbre del ser humano sobre su propia existencia y sobre la realidad circundante. El eje de la obra es un bar sin salidas, donde un narrador debe relatar una historia distinta cada noche. En determinado momento algunos concurrentes logran salir del bar por una puerta misteriosa, y entran de nuevo al bar diciendo que han escapado de un bar que no tiene salidas. El ser humano gira alrededor de sí mismo en busca de un afuera que no existe y solo proyecta él. "Cualquier signo puede aproximarnos a cualquier significado. Leer es decidir".

En este bar, ciertos salones albergan el pasado, y lo muestran a quien entra. Así, es posible entrar a un salón y verse entrando a ese salón un minuto antes. Y al asomarse al salón siguiente, se ve a sí mismo asomándose. Esta metáfora retrotrae a los espejos de Borges. En el ascensor de mi edificio de soltero había, y sigue habiendo, dos espejos enfrentados. De esta manera, uno se ve a sí mismo hasta el infinito. Siempre pensaba esto y era un juego hacerme muecas a mis muchos "yo" cada vez que subía en ese ascensor.

Todos los cuentos son originales, y es difícil destacar alguno por sobre los demás. Tal vez por su ambientación folklórica, uno de mis preferidos es el "Informe sobre al payador Julián Maidana", que trata sobre la dificultad para establecer la verdadera identidad del citado, debido a sus apariciones en distintos lugares al mismo tiempo. Otra vez, el concepto es la duda sobre la realidad que llega a través de los sentidos.

Dolina propone una mirada filosóficamente escéptica del mundo exterior, donde todo es puesto en duda, hasta él mismo. Los relatos derrochan sentido del humor y sorprenden al lector con frases y finales que dejan pensando más de lo habitual.

23 de octubre de 2006

10 DE 100

Las convenciones me indican que debo celebrar el hecho de estar escribiendo mi columna número 100 desde que fue creado este blog (el 1 de noviembre de 2005). Dado que muchos de mis lectores han llegado a este espacio en meses recientes, he efectuado una selección de los que a mi humilde entender fueron las 10 irrupciones más fructíferas de este servidor en la Red.

El criterio es discrecional, por supuesto. Alguna fue incluida por lo que significaba afectivamente para su autor, otras por los comentarios que se le habían hecho y otras por la importancia que a juicio de quien esto escribe tenían. No busco la complacencia del lector, porque cada uno elegiría párrafos distintos (o tal vez ninguno, aunque si está leyendo esto será porque algo le gusta).

Aquí están, estas son, en orden alfabético:

ARETÉ

AUTOCRÍTICA

EL BAMBI

EL CIELO EN LA VEREDA

HA LLEGADO EL 2006

LUIS

MUJER

SACAMUELAS

UN HÉROE REPLETO DE HUMANIDAD

¿HACE MUCHO QUE NO PASA?

17 de octubre de 2006

A LAS MAMÁS

No se hallará una mujer
a la que esto no le cuadre;
yo alabo al Eterno Padre,
no porque las hizo bellas,
sino porque a todas ellas
les dió corazón de madre.

La Vuelta del Martín Fierro, 1879

12 de octubre de 2006

BARES Y FONDAS

Si hay algo que caracteriza a Buenos Aires, además de la humedad y el tango, es el bar.

La figura del bar está reflejada en "Cafetín de Buenos Aires", esa lágrima que alguna musa le regaló a Discepolín. El Polaco Goyeneche, Edmundo Rivero y otros grandes han cantado este tango que homenajea al escenario de tantas historias. En los últimos tiempos, Andrés Calamaro también lo incluyó en su repertorio. Ese no es, sin embargo, el único tango que tiene al bar por protagonista. Otros son "En un feca", "A las siete en el café", "Cafetín", "Mi taza de café", "Viejo Tortoni", "Mozo rana" y "Bar", entre otros. Las letras de estos tangos son imperdibles. No podemos olvidarnos del "Café de los Angelitos", en Rivadavia y Rincón, que tenía a Gardel como habitué y admirador de su puchero. Este bar fue demolido y reconstruido para ser reinaugurado. Tampoco se puede dejar de mencionar el inolvidable "Café La Humedad", del sanlorencista Cacho Castaña.

Los bares marcan hitos en la ciudad, y también en la propia biografía. Creo que el primer bar que se hizo sentir en mi vida fue "La Biela", cuando yo contaba mi edad con los dedos de una mano y mi papá me traía maní envuelto en una servilleta tras su encuentro semanal con los muchachos (ahora yo hago lo mismo con Sofía). Fue en "Los Porteños" (que en esa época era el "Café de la Esquina") donde le declaré mi amor eterno a Paula. Fue en "Océano", en Palermo Viejo, donde escribí unas líneas destinadas a hacerse realidad ineludible seis meses más tarde. Fue en el café "A los Árabes" donde con Gonzalo y el Nono pergeñamos nuestro divertido programa de radio allá por el 93. Y así podríamos seguir, los ejemplos que he dado son los que se me vienen a la cabeza en este momento en que escribo mientras llueve sobre Buenos Aires.

He sabido abusar del chocolate con churros en "La Giralda", del café con crema en "El Gato Negro" y del café a secas en el "Tortoni". En otra época me iba a San Telmo y me metía en cualquiera de los cafés que rodean a la plaza Dorrego, la más antigua de la ciudad si no me equivoco.

Nada como sentarse a una mesa y observar el mundo desde esa trinchera amiga, que siempre espera, como el libro. En los cafés de Buenos Aires se resuelven problemas, se negocian otros. Se rompen amores, se derrumban soledades. En estos templos sin cruces se lee y se escribe, o simplemente se medita sobre lo que venga, mientras los mozos (los verdaderos, no los improvisados) corren bandeja en mano y el cajero teclea en la máquina (o clickea en la computadora, más recientemente) mientras al mismo tiempo atiende el teléfono, saluda al cliente que pasa y relojea al purrete que ha entrado a pedir en las mesas.

En la ciudad existen ahora una serie de "bares notables" que el gobierno ha decidido proteger. Son aquellos que por razones históricas han pasado a integrar el patrimonio cultural de los porteños.

Dolina nos habla del "Bar del Infierno", del que no es posible salir, "y no porque no haya puertas, sino porque no hay afuera".

Los bares de Buenos Aires son refugios erigidos en el alma porteña. Loados sean.

4 de octubre de 2006

PAÍS GENEROSO

"Las mujeres de Buenos Aires se consideran las más simpáticas y hermosas de toda Sudamérica, y su manera de vestir denota un gusto superior".

Publicado en el diario The Times, de Londres, el 25 de septiembre de 1806. Hace 200 años.