25 de enero de 2012

¿QUÉ ES SER INTELIGENTE?

A menudo me pregunto si tal o cual persona es realmente tan inteligente como dicen a su alrededor. Antes de exponer mis razones para esta duda, aclaro que estas líneas constituyen casi un divertimento, por lo cual no deben ser tamizadas con una exigencia intelectual demasiado alta. No hay aquí apelaciones a argumentos de autoridad como podrían ser nuestros viejos amigos Aristóteles, Borges o Chesterton, personajes que han sido frecuentes protagonistas de este espacio.

El autorretrato de Leonardo que ilustra estos apuntes viene a significar lo que quiero expresar: un hombre puede ser un genio artístico a la vez que un inventor único, pero en él encontramos, a poco de leer la biografía novelada que le dedicó Dimitri Merezkovski, una inconstancia en sus propósitos que nos hace dudar -con perdón de la insolencia- de su condición de genio. O quizás la excentricidad, la falta de apego a las convenciones, la tendencia permanente a ir por caminos inexplorados, definen al genio.

Leonardo buscó nuevas vías, y quiso también sentirse útil y poner la ciencia al servicio de la vida cotidiana, diseñando un equipo de buceo o una nueva herramienta bélica contra los turcos, estudiando la percepción del ojo, observando las ondas provocadas por una piedra arrojada al agua o bosquejando un helicóptero, entre muchas otras inquietudes que rondaron su inteligencia y su imaginación. Fue un genio, qué duda cabe, que también dejó recetas de cocina.



Paul Johnson, en su obra "Intelectuales", describe las personalidades de Marx, Rousseau, Sartre y Tolstoi, entre otros. Los baja del pedestal y los ubica en un lugar de hombres comunes, con debilidades que los hacen más humanos y lejos de idolatrías. Fueron muy inteligentes, pero tuvieron su talón de Aquiles.

Ahora bien, en muchos casos de personas muy inteligentes, suele ocurrir que la inteligencia emocional es su costado débil y los mete en problemas de los que salen con dificultad, y tal vez con la ayuda de inteligencias más modestas. En cerebros más dados a los números, las letras suelen rehuirlos, y otras personalidades que planean alto en términos de resolver problemas se encuentran en un atolladero cuando tienen que manejarse en público para comunicar aquello que han pensado o resuelto.

Yo creo que las inteligencias son muchas, y es muy difícil reunirlas a todas en una sola persona. Hay una inteligencia emocional que se adapta a los ambientes y prójimos que halla alrededor, y también a sí misma. Hay una inteligencia numérica, que tiene una facilidad asombrosa para resolver dilemas matemáticos a la vista de nosotros, los comunes mortales. Hay una inteligencia gramatical, capaz de expresar pensamientos y emociones, y detectar errores en las elaboraciones ajenas en menos que canta un gallo. Y hay más.

En todas las inteligencias está la verdad. Ella es la que manda. Verdad, Bien y Belleza constituyen la santísima trinidad de este mundo, la que todos ansiamos descubrir día a día. Los que creemos que existe y aun también los que creen que todo es relativo y nada es absoluto, ni lo bueno, ni lo bello ni lo verdadero.

¿Qué es ser inteligente? Alguien que lo sea más que este humilde escriba podrá responderlo con más autoridad.

20 de enero de 2012

50 AÑOS

Hoy vuelvo a escribir en este espacio después de más de un año en el silencio más desconocido. El tiempo, que es tirano, también nos exige estar a la altura de ciertos acontecimientos, como el que ha motivado mi regreso a este rincón. El 20 de enero de 2012 se cumplen 50 años -medio siglo- de que mis padres se casaron en una lejana iglesia de California. ¿Cuántas cosas han pasado en nuestro hogar, en la Argentina y en el mundo desde aquel día? Y sin embargo, ellos siguen allí, desafiantes y heroicos frente a los cambios cotidianos.

Valoro el equilibrio entre el crecimiento y la estabilidad. Saber la diferencia justa entre lo que hay que cambiar y lo que merece quedarse parece ser uno de los grandes secretos para construir una vida feliz. Quizás mis padres lo conozcan.

Estas líneas están lejos de afirmar que Fernando y Mary son perfectos. Por el contrario, mi admiración hacia ellos nace en el hecho de que con su frágil humanidad -la misma que todos tenemos- han construído una historia de 50 años, donde hay una trama, distintos capítulos, suspenso, villanos, personajes simpáticos, historias secundarias y paralelas al argumento central, personajes que van apareciendo y otros que dejan el escenario para abrir paso a los nuevos. Alegrías, tristezas, incertidumbre, decisiones, risas y lágrimas, muchísimo sentido del humor y emociones de todos los gustos y colores. Y en el centro del escenario, ellos.

Este es un breve homenaje a quienes me dieron la vida, a mí y a varios enanitos que andan dando vueltas por mi hogar mientras desparramo estas reflexiones. En mi nombre y el de todos ellos, con infinita alegría, muchas gracias.