22 de marzo de 2008

PEDRO

Dentro de esa obra maestra del drama humano que es la Pasión de Jesús, hay varios personajes que atrapan por los procesos que sus conciencias siguen, en paralelo al desarrollo de lo que va ocurriendo con el protagonista. Poncio Pilatos (tan posmoderno, tan lábil), Judas Iscariote, el Buen Ladrón y Simón de Cirene son actores que responden a la naturaleza humana en su estado puro, y nos representan a todos.

Pero el personaje que a mi modo de ver se lleva las palmas es Pedro, con su orgullo, su espada y su llanto. Es Pedro, con su negación y con esa mirada de Jesús clavada en él, que cada vez que oigo relatada en la Pasión vuelve a ponerme la piel de gallina. Pedro "seguía de lejos" a Jesús, porque quería ver en qué paraba todo aquello. Y así, después de haber enfundado su espada en el Monte de los Olivos por orden de su amado jefe, siguió a los romanos para ver a dónde lo llevaban y qué hacían con Él. Así se metió en el patio del palacio, imprudentemente, y fue reconocido por quienes se calentaban al fuego. Fue entonces que Pedro flaqueó y lo negó tres veces, y el gallo cantó tal como Jesús le había predicho con tristeza. Y saliendo fuera "lloró amargamente".

La negación de Pedro ocurrió porque él había seguido a Jesús, a diferencia de los demás apóstoles, que habían huido (aunque en el Evangelio de San Juan parece ser éste último quien le facilitó la entrada al patio del Sumo Sacerdote). Pedro siempre es especial, y siempre está en el límite de la humanidad. Nadie soportó como él esa mirada terrible, triste y compasiva, que lo atravesó de lado a lado y lo despidió lejos, bien lejos, a donde nadie lo viera llorar como nunca en su vida. Fue el llanto del arrepentimiento que lava y devuelve la humanidad perdida. En el torrente de ese llanto nació la Iglesia.

Pedro nos dice a todos que nuestra relación con Dios, aún más allá de la Fe, pasa por el Amor. No fue lo primero lo que le falló, sino lo segundo. Su llanto postrero no era por haber dejado de creer en Jesús, sino por haberle fallado. Tal como dice Nicodemo en sus Cartas: "Para mí, esto sigue siendo una cuestión de fe. Para él, una cuestión de amor".

Pedro es el Hombre. Somos todos, que cambiamos de la noche a la mañana, pero siempre podemos volver cuando amamos lo suficiente. Somos el que se lanza a caminar sobre las aguas, impetuoso, y al hundirse recurre a Aquél que nos mira y nos quiere, siempre. Somos el que desenvaina su espada frente a la legión de romanos armados hasta los dientes, y tiembla ante dos o tres curiosos. Somos el que grita: "Tú eres el Mesías", y luego lo niega con vergüenza de sí mismo. Y somos también el que traiciona a Jesús y tras oír el implacable canto del gallo puede ser jefe de la aventura más grande de la historia humana, porque pide perdón al otro, y se perdona a sí mismo. Somos, en síntesis, el que lucha con su naturaleza y se rebela contra ella, como Judas, pero siempre puede levantarse y reconciliarse con su conciencia para responder a ella, como Pedro.

El cuadro que he incluido arriba es "La Negación de San Pedro" (1660), de Rembrandt, que está expuesto en el Rijksmuseum de Amsterdam, a donde llegó tras ser comprado al Museo del Ermitage de San Petersburgo después de la Revolución Rusa de 1917, que liquidó gran cantidad de pinturas occidentales.

En la esquina superior derecha puede divisarse a Jesús, que mira a Pedro mientras éste acaba de negarlo ante la criada que le acerca la vela. De la luz de esa vela saldrá la negación, pero ¿Simón habría sido Pedro si no hubiera negado antes a Jesús?

A todos los lectores de este humilde espacio, deseo que tengan una Feliz Pascua.

17 de marzo de 2008

17 DE MARZO: SAN PATRICIO

Hoy es una fecha especial para todos los que somos afortunados poseedores de sangre irlandesa. San Patricio es el héroe de la verde Erin, un personaje envuelto en cierta penumbra histórica. Se le adjudica la evangelización de Irlanda en tiempos del Imperio Romano, y la serpiente que se observa a sus pies tiene su razón de ser en la tradición de que en Irlanda no existen serpientes debido a que San Patricio las echó a todas. En la tradición cristiana, la serpiente es uno de los signos del demonio.

También se dice que el trébol, símbolo de Irlanda, fue usado por el santo para explicarles a los paganos el misterio de la Santísima Trinidad.

El Día de San Patricio es festejado en varias ciudades del mundo, entre ellas Buenos Aires, que cuenta con una de las comunidades irlandesas más grandes fuera de su país de origen y también un antiguo periódico que informa sobre sus actividades.

Lamentablemente, muchas personas celebran el día sin saber realmente qué se festeja, y lo aprovechan para embriagarse y arrimar con el sexo opuesto. Cosas para las cuales no es necesario esperar a San Patricio, y por ello ridículas en este día.

En mi familia, este día se ha celebrado siempre, con alguna prenda verde y el saludo especial para mi mamá, que tuvo la deferencia de, además de darnos a luz, regalarnos parte de su sangre Irish. Esta sangre nos dotó de un sentido del humor adicional al español de nuestro lado paterno. Y hete aquí que cuando conocí a Paula y le pregunté su apellido, también era irlandesa.

En mi heladera me espera una Guinness, que comparto imaginariamente con los Patricios que conozco, como mi primo Brennan, que vive en Dublin, y también por qué no Patrick Kluivert, un fiel seguidor de este espacio. Vaya también mi abrazo de pub para la alegre familia Murphy, y por supuesto, para todos los Dolan, los Doyle y los Brennan.

Happy St. Patrick's Day.

16 de marzo de 2008

LLEGÓ PEDRITO

4 de marzo de 2008

EL LIBRO: EL REY DE LA MILONGA

Este espacio ya había rendido un pequeño homenaje a Roberto Fontanarrosa en su despedida final. Hoy vuelvo sobre él para recomendar la lectura de su última obra: "El Rey de la Milonga".

A decir verdad, cualquiera de sus libros puede ser leído con la misma fruición. Todos tienen un mismo estilo y un sentido del humor agudo y sencillo al mismo tiempo, sin golpes bajos. Y quiero mencionar especialmente esto de los golpes bajos, porque de entrada nomás, el autor arranca con palabrotas o descripciones de situaciones desagradables, pero con tal humor que desarma al más recatado. Mi gusto personal siempre se ha inclinado a la elegancia en el lenguaje, pero en Fontanarrosa encuentro la excepción a mi regla.

De "El Rey de la Milonga" recomiendo, especialmente, los cuentos "Gnomos en Bariloche", "Entreteniendo a Lito", "Bahía Desesperación", "El Pensador" y "Sopapo y Milanesa". Pero todos tienen una misma línea y hacen del libro un camino parejo a través de situaciones extraordinarias que recogen la identidad argentina al cien por cien.

3 de marzo de 2008

TRABAJAR UN DOMINGO

Pisar el microcentro porteño en una tarde lluviosa y oscura de domingo no es recomendable para temperamentos depresivos. Poner la llave en la cerradura de la oficina y entrar a ella en el silencio más vacío y solitario es lamentable para espíritus inquietos. El click de la computadora que se despereza suena como una risotada cruel de ese monstruo sin rostro llamado sistema.

He trabajado varios domingos en lo que llevo recorrido de mi vida laboral, pero no he podido acostumbrarme a ir a trabajar en remera y zapatillas, lo cual puede ser más cómodo pero recuerda inevitablemente que estamos haciendo algo que no deberíamos, porque los domingos son para descansar.

El subte luce como una mezcla de paseanderos felices (o no tanto), bohemios sin rumbo, vendedores que en la semana no han cubierto su cuota esperada y laburantes que buscan comprensión. "Sí, hago patria y trabajo los domingos".

Hubo un feriado memorable en la Argentina, el del último 9 de julio, cuando el Obelisco tocó la nieve. Yo la vi en la mismísima Plaza de Mayo, y el tiempo dirá si fue algo digno de contar a los nietos o tan solo el primer capítulo de un clima nuevo. Pero ese día, en la gris culminación de mi trabajo, el blanco invernal fue un guiño del cielo a otro feriado en que había tenido que ir a la oficina.

Trabajar un domingo es feo, pero no tener un ingreso y ver a los hijos con hambre, desde ya, es mucho peor. "Siempre te podés comparar con alguien que está peor", me dijo alguien una vez. Es verdad.

En todo caso, no es en eso en lo que pienso cuando voy a trabajar un domingo, sino en el día que me darán en compensación. Y entonces se me ocurre que soy un afortunado que en un día cualquiera de la semana verá a los demás yendo a trabajar mientras se toma el tren para irse a mirar el río con un libro bajo el brazo y el celular apagado.