18 de abril de 2009

LOUIS ARMSTRONG EN LOS AÑOS 20

El jazz tuvo una evolución (paralela al tango) a lo largo de todo el siglo pasado, y Louis Armstrong fue un protagonista fundamental en esa historia. Él transformó la música puramente instrumental en un arte masivo y popular fuera del ambiente propio del sur norteamericano, y él mismo pasó de ser un trompetista y clarinetista reconocido a una voz inconfundible en el panorama musical norteamericano. El disco que homenajeo hoy pertenece a los inicios de este gran hombre de New Orleans -donde nació el jazz, justamente-, venido al mundo en 1901. Su apodo, Satchmo, se originó en aquellos años, cuando un productor lo llamó así como abreviatura de Satchelmouth, es decir "Boca de Bolsa".

El viejo Lou no la tuvo fácil: en su infancia su familia fue abandonada por su padre, y él pasó varios períodos en el reformatorio a causa de delitos menores. Allí le aconsejaron que aprendiera a tocar algún instrumento, dado su interés por la música, que había empezado al contemplar los desfiles de orquestas populares por las calles de New Orleans. Antes de ser músico, Armstrong se ganaba la vida como estibador de barcos bananeros, vendedor de carbón y repartidor de leche.

Los Hot Five, grupo fundado en 1925, lo tenían a él como a uno de sus integrantes, y a su segunda esposa Lil como pianista. Los otros miembros eran Kid Ory en trombón, Johnny Dodds en clarinete y Johnny St. Cyr en banjo. Los Hot Seven eran los mismos Hot Five, con los agregados de tuba y percusión, y algunos cambios en la formación.

La unión entre Louis y Lil duró poco, hasta 1929, aunque ella viajó para su funeral en 1971, muy conmovida, y murió poco después. Al entierro del gran Lou asistieron varios caciques del jazz: Bing Crosby, Dizzy Gillespie, Duke Ellington, Ella Fitzgerald, Frank Sinatra y Count Basie, entre otros.

Con el tiempo, Louis Armstrong, también llamado Pops, desarrolló una carrera con su propio nombre y la historia siguió por rumbos más conocidos, hasta la década del 60, cuando sus problemas de salud ya estaban presentes.

En el disco al que me refiero aquí podemos ver a un Satchmo que se luce como nunca al mando de su trompeta, porque su perfil de vocalista no estaba aún tan definido. No es posible reproducir videos de la época a la que pertenece el disco, pero podemos dejar otras versiones de estos temas: "West End Blues", un clásico en versión 1955 que muestra una improvisación famosa en su comienzo, y el tarareo simpático de Pops. Esta canción fue lanzada en una cápsula al espacio a fines de la década del 70, para que la escuchara quien estuviera ahí afuera. Allá sigue, dando vueltas.

La otra canción que he traído a este rincón es "Heebie Jeebies", que es la primera del disco y de la cual se dice que fue la primera en tener una letra sin sentido, debido a que Louis Armstrong se la había olvidado. Sin embargo, la leyenda no parece ser fiel a la verdad, la canción nació con esta modalidad y los Hot Five no hicieron más que repetirla.

Compré este disco ("The Best of Louis Armstrong: The Hot Five and Hot Seven Recordings") hace poco para seguir completando mi limitada colección de jazz, que reúne a otros grandes. Pero esta obra en particular me llamó la atención porque lleva a los primeros éxitos del jazz y de Louis Armstrong, quien es hoy, quizás, el patriarca del jazz. Lo primero que oí de este género fue de Glen Miller, que mi mamá siempre bailaba en sus fiestas de juventud, con la orquesta presente allí. Hoy, Miller encabeza la colección que también integra el personaje que homenajeo. En el margen derecho del blog podán ver, ya, la nueva obra de la que escribire próximamente.


12 de abril de 2009

CABRERA, MAESTRO EN AUGUSTA

Ya habíamos festejado en este rincón el Abierto de los Estados Unidos y el PGA ganado por el Pato Cabrera en 2007, y ahora lo volvemos a hacer con su victoria en Augusta, que ajusta cuentas con la historia frustrada de De Vicenzo, quien tuvo en aquel momento una actitud que todos los argentinos deberíamos imitar y fue admirada en todo el mundo.

Desde su victoria en Estados Unidos, el Pato no había ganado ningún otro torneo de los 29 que había jugado, y solo en uno había figurado entre los primeros diez. Por eso, en sus palabras al recibir el trofeo agradeció a las personas que lo habían apoyado en los momentos difíciles. Esta vez la suerte le dio una mano grande, cuando uno de sus golpes se desvió providencialmente en una rama y lo dejó en el fairway.

Otro dato: Con esta victoria, Ángel Cabrera se convierte en el único jugador activo en el circuito -junto a Tiger Woods- en haber ganado el Masters de Augusta y el Abierto de Estados Unidos. En toda su carrera, ha ganado 39 torneos.

El golf es un deporte de festejos austeros, de modales tradicionales y de ritos sagrados. Yo lo veo a Tiger Woods, con su vestimenta Nike y su físico de gimnasio, y siento un orgullo singular de que este enorme Cabrera, con pinta de asado y siesta cordobesa, se haya quedado con este torneo tan deseado y les haya hablado a todos en español desde dentro de la chaqueta verde extra large.

Enorme alegría, y dejo el análisis para los que saben.

Cabrera se puso la chaqueta verde, el golf argentino celebra. Dejo aquí el video de ESPN sobre el triunfo del argentino, y en segundo lugar, para seguir disfrutando, el recuerdo del Abierto de Estados Unidos 2007.



LOS MERCENARIOS

10 de abril de 2009

PILATOS Y EL BUEN LADRÓN

El año pasado, en Semana Santa, me referí a la figura de San Pedro. No repetiré lo dicho, tan solo que los personajes de la Pasión se me hacen complementarios alrededor de la encarnación de la Humanidad. Pedro, Judas, el Buen Ladrón y Poncio Pilatos son representantes de cualidades humanas al borde de lo humano: así como los dos apóstoles que nombro parecen ser las dos opciones del hombre frente al amor de Dios, el ladrón crucificado a la derecha de Jesús no encuentra su opuesto en el colega de la izquierda que lo insulta, sino, peor aún quizá, y más posmoderno, en Poncio Pilatos, que ni siquiera toma posición frente al hombre condenado y enigmático, sino que se lava las manos en un acto de absoluta y lamentable indiferencia.

"No soy responsable de la sangre de este hombre", sentencia Pilatos, y cree con ello sacarse de encima el problema. Pero o se está con Jesús o se está contra él. No hay opción. Quien niega a Cristo, por lo menos toma una posición frente a Él. Pero el cinismo de Pilatos, que sabe que al pedir agua estará convalidando la condena tácitamente, es de una hipocresía cruel. Y en el mundo actual, creo que éste es el peor mal que habita el mundo: la negación del mal, la pretensión de que no hay posibilidad de identificar el bien y el mal en términos absolutos y la postergación de cualquier definición sobre el tema, lo cual conduce a una ética sin límites externos y trascendentes. Es una ética a la carta, a gusto de cada quién. Pilatos, que se pregunta qué es la Verdad cuando la tiene frente a sus propios ojos, no escapa a la trampa de la inmanencia: sus actos tienen consecuencias externas inevitables, y su presunta indiferencia o neutralidad derivan en la muerte de Jesús. Él también lo ha condenado. No quiso definirse, y se definió contra Él.

Frente a Pilatos, encontramos al Buen Ladrón, ese hombre agónico y responsable de crímenes terribles que con admirable humildad, y con una fe que no entendemos con la razón, le pide a Jesús que se acuerde de él en su reino. ¡Ah, como nos gustaría haber tenido a Jesús frente a frente para cruzar unas palabras con Él! Quizás le habríamos pedido que nos explicara racionalmente ciertas cuestiones incomprensibles sobre sus parábolas, o que nos diera argumentos lógicos para responder a las dudas nuestras o de otros. El Buen Ladrón no hace nada de esto, solo le pide que se acuerde de él, seguramente sin saber bien a qué reino se referirá Jesús, pero con simpleza inmensa. Esto basta: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso".

Con tan poco le alcanza a Dios para amarnos e invitarnos al banquete. Como Pedro, el Buen Ladrón confió y entró. Pilatos se quedó pensando.