1 de septiembre de 2006

SILVER LINING

Se va terminando, tal vez, la semana más difícil de las que he afrontado este año. La causa de esta calificación reside en las columnas de más abajo. Lejos de esconderme debajo de la cama, he mostrado con orgullo mi condición de cuervo deprimido por la humillación del domingo pasado. Era una cuestión de honestidad.

Esta derrota ha calado en mi ánimo más hondo de lo que creía. Me han buscado para gastarme, para reirse de mi tristeza y gozar con mi furia contenida. Yo sé que para algún lector esto pueden ser tonterías, pero a mí me pone mal, qué quieren que le haga.

Hoy vi la dolorosa derrota del basquet en una verdulería (son postales del invierno porteño). Y estoy pensando que este año tiene que ser el año de la Davis, cuando parece que nuestros tenistas no andan tan afinados como siempre. Por ahí puede venir la alegría deportiva.

Esta semana también se enfermó Valentina, de bronquiolitis, y además la pediatra nos ha informado que tiene piel atópica (es decir, hipersensible) al igual que su hermana. Esto, lo sé, es lo más importante de la semana que se va.

A raíz del malestar de nuestra hijita, también debí suspender la celebración de mi cumpleaños, lo cual fue un balde de agua fría en mis permanentes ganas de festejar cosas.

Pero han sucedido cosas buenas: entregué un trabajo arduo y extenso que vale un diploma, estrené dos corbatas, pasé media mañana con Sofía en el jardín de infantes y armé títeres mejores de lo que yo esperaba, desayuné un par de veces afuera con Paula, me dormí una deliciosa siestecita con Wally en la mecedora, compré un libro sobre el Museo del Louvre. Y ahora viene, mal que mal, el fin de semana.

No comparto aquello de que todo depende de cómo se mire. Hay semanas objetivamente más difíciles que otras, y esta ha sido una. Sin embargo, se puede hallar algo de qué alegrarse siempre. De última, el hecho de que el sol siga saliendo siempre es una buena noticia.

En inglés tienen un dicho que suelo repetir: Every cloud has a silver lining. O sea, toda nube tiene un borde dorado. Detrás del nubarrón se oculta un regalo de la vida, y todo tiene su aspecto positivo.

Cada día que pasa lo compruebo más y más, aunque ahora no pueda colgar la foto que quería en esta columna, porque esta semana todo ha sido así de difícil. La próxima será mejor, y el invierno comenzará a rendirse ante el sol de septiembre que asoma sin pedir permiso.

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