29 de diciembre de 2005

SE VA EL 2005

En un día de diciembre del 2000, mi amigo el Omar me preguntó qué balance hacía del año que terminaba. Yo le contesté que al año todavía le quedaban un par de días, y que por ende no correspondía hacer el balance aún. Habrá sido casualidad o intuición: lo cierto es que 48 horas después, tres horas antes del fin del año (y del milenio), me subí a un colectivo y mi vida cambió para siempre.

Dicho esto, me tomo la licencia de sacar algunas conclusiones anticipadas de este 2005 que termina:

1) La familia y los amigos, como siempre, me dieron las mejores alegrías.
2) Algunos objetivos no fueron cumplidos. El más importante de ellos fue el diploma en el Máster que tuve la fortuna de realizar. No pude terminar el trabajo final, arduo y extenso. Quedó para el 2006.
3) El año me dejó una ahijada nueva: Lucía, de apodo Lulu. Una obra de arte.
4) Este año me conocí otro poco: nadie me había hecho llorar tanto en mi vida con su muerte como Rosko. Mi hija de 11 meses (junto a su mamá) me contempló durante media hora de tristeza exasperada. Algún día se lo contaré. Creo que de paso descargué llantos pendientes.
5) San Lorenzo fue un desastre. Tan solo el gusto de revalidar la paternidad sobre la bosta una y otra vez.
6) Mi hermano y su mujer tuvieron mellizas después de una larga espera: esa fue la noticia del año para la familia Duelo.
7) Ya he dedicado largos párrafos a Luis, que se fue en febrero. Lo recuerdo siempre con una sonrisa.
8) Un detalle que alegró mis días fue el incremento permanente en nuestro patrimonio cultural: libros y discos se fueron sumando ininterrumpidamente. Debido a ello tuvimos que comprar una biblioteca para Sofía, y los casi 400 discos ya están pidiendo un anexo de refugio. Para Navidad, Paula me regaló otra pequeña biblioteca, entre varias cosas.
9) Retomé una vieja costumbre: leer en los bares. Lo hice en aquellas mañanas en que Sofía se dio a la siesta, y descansaba en su cochecito mientras yo me pedía un feca, hablaba con el mozo o la moza y abría el libro o el diario del día. Algo escribí también. Mientras tanto, el club me extraña.
10) Por último, y aunque pueda ser cursi, mi amor a Paula es hoy más grande que el que tenía el 1 de enero de este año, y mucho más aún que el día en que nos casamos. Y promete seguir creciendo. El amor no es un mero impulso de la pasión, es un sentimiento que se maneja también con la voluntad y la inteligencia (pero para explicar lo que quiero decir deberé hilvanar un comentario aparte).

Yo soy un agradecido. Al Barba, a mi mujercita, a la familia, a los amigos, a los perros y a tantas personas de buen corazón que han acompañado muchas o pocas horas de este año que se va. Todos ellos son los dueños de mi alegría constante.

Mis 3 pedidos al Amigo para el 2006 son siempre los mismos: Alegría, fuerza y sabiduría.

Se va el 2005. En su tibio rincón, Valentina se despereza.

22 de diciembre de 2005

NAVIDAD

María "dio a la luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre". He aquí el icono de la Navidad: un recién nacido frágil, que las manos de una mujer envuelven con ropas pobres y acuestan en el pesebre. ¿Quién puede pensar que ese pequeño ser humano es el "Hijo del Altísimo"? Sólo ella, su Madre, conoce la verdad y guarda su misterio.

En esta noche también nosotros podemos "pasar" a través de su mirada, para reconocer en este Niño el rostro humano de Dios. También para nosotros, hombres del tercer milenio, es posible encontrar a Cristo y contemplarlo con los ojos de María. La noche de Navidad se convierte así en escuela de fe y vida.

El Niño acostado en la pobreza de un pesebre: esta es la señal de Dios. Pasan los siglos y los milenios, pero queda la señal, y vale también para nosotros, hombres y mujeres del tercer milenio. Es señal de esperanza para toda la familia humana: señal de paz para cuantos sufren a causa de todo tipo de conflictos; señal de liberación para los pobres y los oprimidos; señal de misericordia para quien se encuentra encerrado en el círculo vicioso del pecado; señal de amor y de consuelo para quien se siente solo y abandonado.

Señal pequeña y frágil, humilde y silenciosa, pero llena de la fuerza de Dios, que por amor se hizo hombre.

(Juan Pablo II, Nochebuena de 2002)

13 de diciembre de 2005

DESEO Y GOZO

"No hay nada más bello que lo que nunca he tenido", dice Serrat en "Lucía", canción dedicada a una novia argentina, hija de un conocido de mi señor padre. Justamente en días pasados cité esta frase en conversación con una compañera de trabajo.

Lo que plantea la comentarista detractora del color verde en su última columna es algo que suele ocurrir. Este servidor pugnó por salir con distintas mujeres, que una vez a tiro ya no inspiraron los mismos afanes. Pero en otras ocasiones ello no sucedió, y cuando tuvo lugar fue debido a que más de cerca (en todo sentido) las cosas cambian.

La palabra "histeria" aparece ineludible como una forma de deseo pendular. Hay cierta tendencia en el ser humano a ser histérico, pero algunos lo son en insoportable abundancia.

Yo no me juzgo en absoluto histérico, y eso me ha traído no pocos dolores de cabeza (y de corazón) en el pasado. Conforme fue avanzando el tiempo, mi tolerancia a la histeria ajena (de las mimosas hablo) se fue reduciendo hasta llegar a un desprecio hecho reproche por actitudes que yo consideraba dilatorias o indecisas sin sentido. Algunas lo recordarían con odio, con asco o con la condescendencia que se le otorga al loquito.

Sin embargo, la comentarista no hacía referencia a esta clase de deseo interrumpido. El deseo es un apetito por un bien ausente, según Aristóteles (esto no es filosofía barata). Es decir que una vez que el deseo se hace carne, ya no es tal sino en todo caso goce o fruición ante el bien presente. Ahora bien, si el sujeto no goza de lo que deseaba una vez que lo alcanza, eso ya es un problema que la filosofía no contempla.

En el terreno de la calle pura, yo disfruto intensamente de todo lo que he deseado una vez que lo alcanzo. He detenido la redacción de estas líneas por un instante para repasar mis recuerdos y detectar algún caso en el que no haya gozado de algo largamente deseado. No lo he encontrado, lo que no quiere decir que no exista. Sí puedo dar fe de que mi disfrute de algo ha sido directamente proporcional al esfuerzo y la paciencia exigidos para alcanzarlo.

Ejemplifico: La tarde del 95 en que San Lorenzo festejó su campeonato después de 21 años fue para mí un paraíso de placer, y a fin de no interrumpir ese goce durante la noche postrera, dormí envuelto en las suaves y azulgranas curvas de la bandera del Ciclón. Al día siguiente concurrí a mi lugar de trabajo vestido con la camiseta, medias, calzoncillo y todo lo que hubiera a mano del cuadro de mis amores, bajo un sobrio impermeable. Pagué bebida y donuts para 60 personas, sin importar sus colores, y canté durante toda la jornada con lo poco que me quedaba de garganta. Eso es festejar algo largamente esperado.

No puedo decir lo mismo del día del 2001 en que San Lorenzo salió campeón: fui preso. Pero eso ya es otro tema.

Una última acotación: Yo he visto a la columnista disfrutar de la pizza sin dudar (y digo "la", en general, para no herir susceptibilidades). No la vi arrepentida de haberla elegido ni desganada en su ingestión, por lo tanto al "Siempre deseo algo que, al alcanzarlo, ya no lo deseo más" podría agregársele un "Pero a veces deseo algo y al alcanzarlo le doy con alma y vida".

Gracias por su atención.

7 de diciembre de 2005

LA VIDA ES SUEÑO

No coincido con la exaltación del hoy que tan frecuente es en estos días de puro vértigo y fugacidad estimulada por el marketing de turno. La vida tiene una proyección, desde el pasado hacia el futuro. Las tres dimensiones deben tener un lugar en nuestra perspectiva de la propia existencia.

Los actos de hoy tienen causas que vienen del ayer y consecuencias que madurarán en el mañana. Si alguien no hubiera trabajado la tierra, la taza de té no existiría. A la vez, esa taza tendrá efectos (positivos, esperemos), sean estos en un minuto o dentro de dos días. El presente nunca es aislado. Está bien y es necesario disfrutarlo, pero se me hace imposible pensarlo escindido de su contexto temporal.

De la misma manera, suele elevarse al pedestal la etapa de la vida que corresponde a la juventud, "divino tesoro". Pero yo creo que cada capítulo de la propia biografía tiene un sabor único e incomparable.

¿Qué ocurriría si la vida trascurriera al revés? Quizás, si en la juventud pudiéramos recordar nuestro "futuro", o sea nuestra vejez, la valoración de las etapas de la vida cambiaría. En el secundario, nostálgicos, recordaríamos aquella época en la que no trabajábamos y nuestros nietos venían a visitarnos. O en la primaria evocaríamos la gloriosa etapa en la que no teníamos que pedir permiso a nuestros padres para salir de parranda, y además nos autoabastecíamos financieramente. La mirada de cada edad cambiaría.

No es verdad que todo tiempo pasado haya sido mejor. El tiempo en la vida depende enteramente de cómo lo administremos, y de qué tanto lo disfrutemos. El tiempo de la vejez puede ser más placentero que el de la adolescencia, y podemos gozar más a los 50 que a los 10. O al revés.

Las épocas de la vida tienen diferentes ventajas, prioridades, problemas, posibilidades e innumerables etcéteras. De nosotros depende, en gran parte, que disfrutemos infancia, adolescencia, adultez y ancianidad. O ancianidad, adultez, adolescencia e infancia.

La vida es una sola. Pasado, presente y futuro son tres fósforos de una misma llama. Nosotros nos soñamos a nosotros mismos.

1 de diciembre de 2005

LUIS

En este 1 de diciembre me he preguntado cómo homenajear al amigo que se ha ido. Entonces me he respondido que la mejor manera sería transmitiendo su mensaje a quienes lean estas líneas.

Se llamaba Luis y en ese entonces tenía ya treintaitantos años. Lo conocí al entrar a la Universidad, donde esperaba toparme con especímenes de ciertas características, pero no con uno como él. Al principio venía con bastón, unos meses después cambió a las muletas. Al año siguiente cayó en silla de ruedas. Tenía esclerosis múltiple.

En un ambiente repleto de pacatería y caretaje como el de la UCA (aunque también de buenas personas que se animaban a ser originales), yo no veía la hora de sentarme con él en el bar para ver pasar a la gente y escuchar sus comentarios. Él se pedía su capuccino de cada día, yo nada pedía porque mi bolsillo era demasiado flaco en esa época, dada mi condición de cadete caradura y amigo de la noche.

Su blanco número uno era Andrea Paparibopoulos (creo que se escribía así), una fémina de voluptuosas curvas. Luis solía lanzar comentarios y exclamaciones de significado inequívoco antes de que ella terminara de pasar frente a nosotros. Es decir, todo el bar, incluida ella, se enteraba o confirmaba la opinión de mi amigo sobre nuestra compañera. Pero lo de él era mirado con simpatía, porque él estaba más allá de todo.

Al año siguiente tuvo que dejar los estudios. Yo iba a visitarlo a la clínica de rehabilitación donde hacía gimnasia, en Primera Junta. Una vez, en un día de semana, fui a almorzar a la casa y conocí a su familia. Su papá, fanático de San Lorenzo, me decía que el padre Lorenzo Massa, fundador del Ciclón, había comprado las primeras camisetas para el piberío del barrio a cambio de que fueran a comulgar. Y me servía otro vaso de vino, que yo no sabía rechazar, junto a la carne al horno. Antes de la comida, vodka de aperitivo. Después del postre, más vodka. Esa tarde, cadeteando zigzagueante por las calles del centro, le sonreí a cuanta mujer pasó por mi lado, de tan contento (y borrachín) que estaba.

Luis se reía tanto de la vida (y de la muerte) que la noche que entré al velorio de su papá, esperando encontrarlo triste, él me abrazó y me dijo riendo y con los ojos bien abiertos: "¡El viejo antes de morirse se hizo quemero para que se muriera uno de ellos!".

Desde su lecho en la casa de Parque Avellaneda, donde pasaba sus días cada vez más estático junto a su mamá y su tía, me decía: "La vida es hermosa. Yo ya jodí, y ahora me toca esto y le doy gracias al Barba". Y entonces me empezaba a hablar de sus correrías pasadas, con aires de triunfador retirado. Aún en sus últimos años, cuando ya no podía hablar, se reía en silencio al escuchar mis cuentos, o al recordar los suyos, que de seguro eran más graciosos. Entonces, su rostro era una pintura de la alegría como sentimiento.

Un día me dijo que esa noche se le había aparecido la Virgen María, toda blanca, al pie de su cama. No sabré nunca si ello ocurrió o no.

Otro día fui a verlo con Rosko, que lo olfateaba y le daba besos. Él hizo un esfuerzo inmenso y movió la mano para regalarle una leve caricia.

El día de mi casorio fui a visitarlo, ya disfrazado para la ceremonia y antes de ir a la iglesia. Él ya no podía pronunciar palabra, sus ojos concentraban toda su energía. Yo no concebía que él no estuviera presente en ese día de mi vida. Él, cuya amistad había sido mi refugio en tardes de nubarrones. Entonces, después de comerme los sandwichitos que me había preparado su increíble mamá, me puse el saco para partir rumbo a la iglesia y, antes de dejarlo, me incliné sobre él y le dije que había sido muy importante en mi vida y me había ayudado a llegar hasta esa noche mágica. Él aceptó, cerró apenas los párpados y finalmente sonrió con la mirada.

Se me fue el 2 de marzo pasado. Hoy era su cumpleaños. Y cada vez que lo recuerdo, él está riéndose a carcajadas desde su rincón. Sin negar nada, sin fantasías. Enfermo, pero siempre alegre.

Creo que cada uno de nosotros tiene 3 o 4 personas clave en su vida. En la mía, una de ellas ha sido Luis, quien definitivamente siempre estuvo más cerca de Dios que de la muerte.

Si él leyera estas líneas ahora, seguramente me diría con esa expresión de temible atorrante: "Nacho, largá la melancolía y viví la vida que es hermosa".

Tenés razón. Esta noche, Luis, brindaré con vos en la barra mientras mis amores duermen.

Feliz Cumpleaños.