29 de septiembre de 2006

LA VENGANZA Y EL PERDÓN

Otro de los libros que terminé recientemente fue "El Conde de Montecristo", de Alejandro Dumas (1802/1870, en el retrato). Para aquél que no lo leyó, mencionaré que el argumento gira alrededor de la venganza que Edmundo Dantés procura para aquellos que lo han hecho sufrir en el pasado.

La obra es soberbia, tanto en su dinamismo como en la descripción exacta de la psicología de cada personaje, que el lector puede hacer por sí solo sin necesidad de grandes párrafos de parte del autor.

Borges decía que la venganza en su significado más inmediato era cruel y absurda, y que las formas mejores de venganza eran el olvido y el perdón. Coincido.

Aquél que perdona se sitúa inmediatamente en un nivel superior al perdonado, y aquél que olvida quita valor al olvidado. Lo reduce en su estatura como persona, al punto de olvidarlo.

De todas maneras, el perdón y el olvido pueden estar originados en una decisión no exenta de malicia, como la del párrafo anterior, o en una reacción espontánea y generosa que no se detiene ante el mal recibido y prosigue su marcha triunfal.

No solo es correcto ser bueno, también es más conveniente.

El interrogante es qué hacer cuando a quien nos hiere no le interesa pedir perdón. Es decir, ¿se debe actuar como si nada cuando uno está ofendido, y perdonar aunque no se lo pidan? ¿Hasta qué punto hay que poner la otra mejilla y perdonar setenta veces siete (tal cual manda Jesús en el Evangelio) sin consentir una injusticia?

El perdón y la justicia, al parecer, marchan por carriles distintos. El primero pertenece al terreno del corazón, la segunda al de la cabeza. Y de esta manera, el uno no va siempre de la mano de la otra.

El Conde de Montecristo insinúa una respuesta al final de la obra. Respuesta que por supuesto no daré acá. Habrá que leer el libro.

Perdón si fui aburrido.

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