25 de julio de 2010

DESASTROSO OCASO DE UNA SOLTERÍA (PARTE II)

Esta es la continuación de un relato que inicié en enero de este año. El amigo lector puede volver a aquellas líneas para refrescar la memoria.

El asado siguió un curso bastante predecible: mucha carne, ensalada mixta, vino de mesa y el reojo en el reloj, para que el Año Nuevo no nos agarrara desprevenidos. Yo me encontraba en una situación algo extraña: había conocido a todos mis compañeros de mesa una o dos horas antes, y le traducía al inglés de Brunei las preguntas que le hacían los nativos. Mi rol era gratificante, dado que trabajaba en ese entonces -y lo sigo haciendo- en facilitar la comunicación entre las personas. Pero el tenor que empezaron a adquirir los interrogantes rozaba la chabacanería y me hacía conservar cierto tono diplomático para que el turista no se sintiera invadido en su más estricta intimidad. El tema, claro está, eran las mujeres, y los comensales mostraban más curiosidad de la aconsejable.

Finalmente opté por tomar el mando de la charla -los demás apenas si se dieron cuenta entre los vapores etílicos que ya los rodeaban- y girar a temas más conservadores. Así transcurrió el asadito, y cuando faltaban diez minutos descorchamos un par de sidras o champagnes y procedimos al clásico brindis. Era un año nuevo distinto para mí, y cuando salí a la vereda a contemplar los fuegos artificiales pensé en muchas cosas. Entre ellas, en las caras nuevas que aparecerían ese año, con un trabajo nuevo por delante, y muchas incógnitas en mi futuro.

Ese año 2000, que empezaba rodeado de desconocidos, terminaría con la mejor noticia. Pero doce meses antes, sucedieron algunos hechos inolvidables.

Al día siguiente me quedé sentado un rato largo con el inglés de Brunei, charlando sobre la vida en aquel pequeño principado de la isla de Borneo, donde él trabajaba de biólogo. En aquellas horas Maradona luchaba por sobrevivir a una sobredosis en Punta del Este.

El inglés, quien creo que se llamaba Brian, se iba ese mismo día, y estaba muy agradecido por mis improvisados servicios de intérprete. Habíamos estado hablando de literatura, y le había manifestado mi gusto por Dostoievski. Me pidió mi dirección en Buenos Aires, y me dijo que me iba a enviar un regalo.

Recuerdo a otro personaje que pasó un día por mi lugar de hospedaje. Era de Offaly, en Irlanda. Le dije que dos años antes había estado en la verde isla, y que había visitado Galway, frente al Atlántico. Este condado está justo a camino desde Dublin a Galway, así que este señor, que tenía los cachetes rojizos, me dijo que si iba otra vez por allí preguntara por él. No recuerdo su nombre y no tengo fotos, así que lo veo difícil.

Hasta allí, mi segunda visita a Puerto Madryn se mantenía dentro de carriles normales. Pero llegó el mediodía, y con él, un guiso fatal.

CONTINUARÁ

2 comentarios:

ihc dijo...

jajaja Bambi!!! Me mata como escribís!! Mechaste lo de Maradona y me reí mucho!!! Y también recuerdo que vos me iniciaste en Dostoievski! Gracias!

El Bambi dijo...

Un monstruo Fedor, gracias por tu risa.