1 de septiembre de 2009

LA NOCHE Y SUS MILAGROS

Me encuentro de repente en una fresca noche de septiembre, escribiendo frente al monitor y disfrutando de la plácida nocturnidad envuelto en el silencio pleno. Un perro ladra a lo lejos, ensayando quejas contra el amo que lo ha dejado afuera. Algún auto acelera, quizás porque la luz amarilla brilla en su horizonte inmediato. Mi familia, ignorante de perro y semáforo, duerme.

La noche ha sido telón de fondo de un milagro en mi vida. He contado en detalle cómo conocí a Paula un 31 de diciembre, en la antesala del tercer milenio.

En la noche porteña recorrí barrios y esquinas, con suerte diversa. Me corrieron y también me amenazaron, pero nunca me robaron. Curiosamente, mis cuatro encuentros con los amigos de lo ajeno fueron bajo la luz del día.

"Si fuera intendente taparía el sol", dijo alguna vez el Bambino Veira, o el Loco Doval, aunque ¿qué importa cuál de los dos fue? Lo relevante es la verdad oculta tras la aparente frivolidad. Aunque mi amigo el Capitán Escarlata diga que le gusta más el día porque juega al fútbol en horario vespertino, nadie podrá negar que la noche posee una magia única, una suerte de intimidad protectora y desafiante a la vez, que se cuela en nuestras rutinas e insinúa nuevas aventuras.

Entienda bien el amigo lector: no hablo de correrías en busca de la juerga, sino de estímulos a la imaginación, que se encarnan en nuevas lecturas (como la de este blog que cada vez tiene más rincones), en conversaciones imprescindibles con el amigo, el hermano o el prójimo, y en diálogos con uno mismo, que siembran el terreno para las luchas del día siguiente.

Cuando estaba en el segundo o tercer año de mi carrera y todo me costaba más, la noche me servía de refugio para el estudio. A las tres o cuatro de la mañana, me sentía cómodo en la soledad del silencio y el abandono totales. Mis libros y apuntes eran únicos testigos de mi lucha incesante por tener ese diploma -aun lejano- y el café recalentado era excusa para el recreo. Así me recibí.

Yo soy un firme defensor de la noche como espacio para la creatividad. La noche ofrece un ámbito de descanso que crea universos para emplear libremente la imaginación. Es solo cuestión de quedarse un rato despierto y pensar. Pensar sin miedos, sin ataduras, solo pensar. De la cabeza de una persona pueden salir las ideas más disparatadas, pero cuidado con ellas, porque pueden ser grandes avances para la humanidad, el vecino o el partido de mañana.

Hoy en día, la actitud contemplativa ha pasado de moda. Todo es actividad mecánica, búsqueda de resultados y control de eficiencia, conciente o inconciente. La contemplación, llámese ocio si se quiere, es necesaria para ordenar las ideas y los sueños, y seguir difrutando de la maravillosa aventura de la vida.

Loada sea la noche, que me permite divagar sobre esta página sin refrenarme y sin darme cuenta de que ya había escrito varias de estas cosas hace tres años. Me voy a dormir.

2 comentarios:

Agustin Mackinlay dijo...

Bambi. Buen esfuerzo literario! Qué lindo sería tener más tiempo para leer & escribir. Tu nota me recuerda el estilo de Harry Eyres, autor de la columna "The slow lane" del Financial Times.

Saludos,

AM

El Bambi dijo...

Agustín: Yo leo mucho en el tren que me lleva y me trae del trabajo, ese es el espacio para la lectura. En casa, con los pequeños, es difícil.

Lo que escribo está mayormente acá y en mi otro blog, que conocés. Sin embargo, en éste me permito ciertas licencias o cursilerías que en un libro hecho y derecho jamás cometería.

¡Gracias por pasar!