11 de septiembre de 2007

EN EL DÍA DEL MAESTRO

Además de celebrarse el cumpleaños de mi amigo Pablo Palazzi, el 11 de septiembre es en la Argentina el Día del Maestro. La elección de la fecha se inspiró, como sabe cualquier criollo de ley, en Domingo Faustino Sarmiento.

Al hablar de los maestros, uno se proyecta hacia el pasado y piensa en los profesores que tuvo en el colegio, aquellos de la tiza y el pizarrón, o en tiempos más recientes, el marcador y la pizarra. Surge entonces el vozarrón de Héctor Zippili, que hoy debe estar contento con el presente de Tigre en Primera, o la tardía confesión de Fernando Fabre, profesor de Dibujo que le dijo al Nono que no debería haberlo mandado a examen.

Sin embargo, los maestros que cada quien tiene en su biografía reconocen diversos orígenes. Es sabido que no todo se aprende en la escuela, ni mucho menos. La familia es la primera institución donde una persona se socializa y empieza a armar su propio esquema de valores y conocimientos. Los padres son, o deberían ser, los maestros más genuinos para un niño. He sido afortunado en ese terreno.

En segundo lugar tenemos a los hermanos, que comparten secretos y muchas veces opinan o casi deciden sobre cuestiones que un pequeño, o un adolescente, no plantea ante sus padres. Una vez, por ejemplo, le conté a mi hermano que había dicho una mala palabra en el colegio, y él usó esta confidencia durante algún tiempo para que yo hiciera lo que él quería, so pena de que el secreto fuera revelado a nuestros papás. Así aprendí que hay que elegir muy bien a quién le cuenta uno sus secretos, y en qué circunstancias.

En otra ocasión, mi hermana Teresa obtuvo de mí la revelación de dónde se escondían mi hermano y mi primo Carlitos, con la promesa de un caramelo que aún hoy sigo esperando. Recibí, por un lado, el mote de traidor, y por el otro el de... mejor no pensarlo. Aprendí pues que la lealtad jamás debía ser quebrada, y sigo sosteniendo este principio.

Del resto de la familia puede aprenderse mucho. Abuelos y tíos son una referencia insoslayable. Y los primos pueden ser hermanos. Más adelante, uno aprende también de los sobrinos, y a través de ellos se actualiza debidamente.

Qué decir de los hijos. Mis dos pequeñas, con sus abrazos y sus llantos, enseñan a ser papá. Son las titulares de una de las cátedras más importantes que alguien puede cursar en el camino a la sabiduría.

Los amigos también son una fuente de enseñanzas. Por eso tener muchos amigos es tener muchos maestros, que ni siquiera se proponen como tales pero lo son involuntariamente, aunque sea con experiencias que nos dejan lecciones de lo que puede ocurrir si hacemos tal o cual cosa, o si dejamos de hacerla.

De mis amigos he aprendido muchísimo, y lo sigo haciendo sin que ellos se percaten del todo. El Nono, por ejemplo, me dice que él me da apenas sugerencias. Yo los tomo como consejos, y hay un leve matiz en la elección del término, que distingue la opinión de la sabiduría. Él fue quien me enseñó una vez que lo que yo no escribiera no lo iba a escribir nadie, y entonces escribí aquella carta y ahora escribo este blog.

Podría enumerar por lo menos un valor, un hábito o una actitud que he aprendido de cada uno de mis amigos. Tres muestras al azar sirven de ejemplo:

De Arteche he sabido valorar la escucha, el silencio compañero que no necesita decir nada. Del Fósil he aprendido lo importante que es saber reirse de uno mismo. Con el Capitán Escarlata he hecho un posgrado en humildad.

Lamentablemente, las lecciones que los amigos dan gratis no son garantía de que el alumno sepa llevarlas a la práctica.

Los maestros también pueden ser los compañeros ocasionales de trabajo, o el portero, o un taxista en la inmensidad de la noche. Siempre, siempre, hay que estar alerta.

Aún más: Hay personajes históricos, o escritores, o artistas, que nos enseñan desde su biografía, sus frutos y sus textos. Ya he hablado de ciertos libros que marcaron a este servidor.

Es muy importante saber que en determinadas situaciones uno ha sido aprendiz de otra persona. Mi prima Dolores me enseñó a andar en bicicleta, Valentín fue un modelo para mis ansias de coleccionista de discos y un tesorero, Fernando Andía, me enseñó a hacer la caja en el Citibank, en mis primeros días de cajero.

Otros nos enseñan, sencillamente, a vivir. Luis ha sido uno de ellos. Paula, Sofía y Valentina me dan lecciones diariamente.

En cambio, hay cosas que aprendemos solos, a los golpes, como exitosos autodidactas. Hay que arrancar de cadete, porque la vida es un aprendizaje constante. El fracaso es un gran maestro, aunque tampoco es cuestión de que él se convierta en nuestro profesor particular.

Los maestros siempre están allí, listos para acudir a nuestra consulta en caso de dudas inevitables, desventuras inesperadas o decisiones riesgosas.

Hoy alzo mi copa, entonces, por todos mis maestros. Por los que se saben acreedores de ese agradecimiento y por los que ignoran sus propios méritos. Todos ellos son protagonistas de estas líneas, y de los pensamientos que hoy las surcan, en la noche fresca que anuncia primavera. Salud a todos ellos, y gracias siempre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si, me mando con 6,83, cuando se aprobaba con 7. Igual Fabre me caia bien. Saludos, NONO.