16 de marzo de 2009

VELÁZQUEZ Y LA REALIDAD, INSEPARABLES

En este espacio escribí alguna vez que al momento de conocer a Paula mis dos pintores favoritos eran Goya y Velázquez. Voy a ocuparme, pues, de uno de ellos, dado que ya me he referido a Goya en más de una oportunidad.

Diego Rodríguez de Silva Velázquez Rodríguez Buenrostro y de Zayas, tal su nombre completo, representa el realismo más evolucionado en la España de los grandes reyes, donde la Inquisición estaba presente y las victorias bélicas se sucedían. Portugal era parte de España -hasta 1640- y el eje del debate artístico era si había que pintar la realidad tal como era o darle un barniz de perfección y simbolismo.

"La educación de Velázquez" -cuenta el experto Julián Gállego- "aunque beneficiándose del estudio del natural, se ha realizado en unos términos que además de subordinar el colorido al dibujo, clasifica los géneros en altos (las composiciones inventadas, religiosas, históricas, fabulosas o alegóricas) y bajos (paisajes, floreros, bodegones y, hasta cierto punto, retratos, esto es, cosas imitadas o copiadas)".

En este contexto, Velázquez se nutre del tenebrismo de Caravaggio. A los ¡19! años, en su época sevillana, pinta "Jesús en Casa de Marta y María" (la imagen puede agrandarse haciendo click sobre ella). En esta obra, observamos una mixtura entre una escena del Evangelio y otra que la precede espacialmente, que es una vieja con una joven que cocina en un bodegón. La segunda es una escena típica de una taberna como cualquiera de las que existían en esa época, y Velázquez ambienta el relato bíblico en su tiempo. El artista, evidentemente, conocía bien esos lugares. La anciana del primer cuadro parece ser la misma del segundo, detrás de María Magdalena.

Vemos unos pescados -objetos simbólicos para los cristianos- y unos huevos que parecen reales, al igual que los ajos. Los huevos vuelven a estar presentes en "Vieja friendo Huevos", una obra que también está en la National Gallery y muestra ese realismo del que hablábamos. El arte que imita a la naturaleza también es bello.

Las luces y sombras tenebristas se ven con claridad en la obra que analizamos hoy, y el contraste entre los ojos casi vacíos de la anciana y la expresión resignada de la joven es inmediato. Más aún: la segunda nos mira y parece establecer una complicidad con el observador del cuadro, típica en los cuadros de Velázquez como "Los Borrachos" o "La Rendición de Breda", un hecho histórico que fue motivo de otras obras artísticas.

Lo que más me impacta de Velázquez, nacido en 1599, es su exacta reproducción de la realidad, un estilo que más tarde sería relegado gradualmente por otros géneros tendientes a expresar los sentimientos y las imaginaciones -cuando no, alucinaciones- del autor. Tras esta sucesión de estilos yace una evolución en la mirada de la realidad, que tiene sus bases en la filosofía, desde el realismo aristotélico-tomista hasta el idealismo de Kant y Hegel, y más tarde otras corrientes que directamente desligan al hombre de la realidad exterior. El eco de estos debates en el arte es claro, y constituye un estudio apasionante.

Al traer a Velázquez a este espacio, elegí esta obra porque me evoca mi primer viaje a Europa, donde lo descubrí del todo. El cuadro habita la National Gallery de Londres, y desde allí envié una postal a mi familia que reproducía "Jesús en Casa de Marta y María". El video que dejo más abajo es, justamente, sobre una exhibición de las pinturas de Velázquez en la National Gallery, y por supuesto una de ellas es la que nos ocupa hoy. Para el presentador -Waldemar Januszczak, crítico de arte del Sunday Times-, esta obra tiene un mensaje moral sobre la necesidad de Dios. La reflexión sobre "La Venus del Espejo" me gustó mucho. Lo recomiendo, con la aclaración de que está en inglés.

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