8 de enero de 2009

DEFENSA DE LA MELANCOLÍA

El otro día alguien que lee este blog me dijo que yo era melancólico, porque siempre recordaba (y añoraba) cosas del pasado. Vamos a ver si ser melancólico, pues, es bueno o malo.

Según el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra "melancolía" significa: "Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que no encuentre quien la padece gusto ni diversión en nada". De acuerdo a esta definición, quien esto escribe sería un ser aburrido, indolente, apático ante los placeres y aconteceres de la vida. Con la autoridad que me da el conocer a quien esto escribe mejor que nadie (o al menos eso creo), debo decir que la melancolía no es una cualidad que se corresponda conmigo.

Vamos más allá a ver si hallamos otra definición que se acerque a lo que aquella persona quería decir. Según el Diccionario Insólito de Luis Melnik, el origen etimológico de la palabra "melancolía" es "bilis negra". Ésta era una de las cuatro sustancias o humores que, de acuerdo a las teorías del medioevo, por su preponderancia determinaban el estado físico y mental de las personas. El exceso de "melas", negra, y "khole", bilis, causaba depresión y tristeza. Nuevamente debo decir que esta definición tampoco coincide con la personalidad de este servidor.

Seguramente estas definiciones, con ideas parecidas, eran las que tenía el impresionista (aunque hay quien niegue que lo fuera) y pintor de bailarinas Edgar Degas cuando creó y tituló la obra "Melancolía", que ilustra estas líneas.

Existe un ensayo atribuido a Aristóteles llamado "El hombre de genio y la melancolía", que también se dice fue escrito por un discípulo suyo, Teofrasto. Dado que entre las muchas lecturas que me falta cumplir está la de este librito, no hablaré de él y tan solo lo menciono como referencia sobre el tema.

Si por melancólico se entiende el tener un fresco recuerdo de épocas pasadas, felices o no tanto, entonces me declaro melancólico. En todo caso, quien tiene la fortuna de poseer buena memoria está a un paso de ser melancólico, si aprovecha esa condición para solazarse ante el recorrido imaginario por situaciones, rostros y etapas que le proveyeron alegría y, por qué no, felicidad en el ayer. Eso no significa que el memorioso descuide el presente o el futuro, o que viva deprimido y cantando tangos por la vida que se fue como el agua entre los dedos. Por el contrario, al traer esos recuerdos al hoy, la melancolía alimenta el día de la fecha con pan de otras temporadas y predispone favorablemente al ser humano para lo que se viene.

El hombre es, se me ocurre, el único animal que tiene el privilegio de manejar de manera autoconsciente sus recuerdos, sus sentimientos y sus proyectos. Vale decir: así como podemos tener un buen momento al recordar un momento feliz, también podemos gozar por anticipado con la ilusión de un instante que llegará en el futuro más o menos próximo. Un día, poco antes de casarme, pasé con mi hermana por el salón donde iba a ser la fiesta de mi casamiento y me sonreí; entonces ella me dijo: "Te emocionas antes de que haya pasado". Y es que el hombre puede gozar de un momento también antes de que éste ocurra. Siempre, siempre, tenemos por delante algo que nos hará sonreír más de la cuenta: una visita, un viaje, un nacimiento, un regalo o lo que fuere. Es una especie de melancolía hacia delante, que para los creyentes trasciende incluso las fronteras de esta vida.

Si la melancolía se tiñe de depresión, ahuyentémosla, pues. Pero si nos fabrica una sonrisa en medio de una jornada cualquera, sea ésta alegre, triste o rutinaria, entonces que sea bienvenida y, más aún, estimulada. Tal vez en esta época en la que parece que lo único que importa es el momento presente, la sensación y la experimentación de todo, mi postura suene un poco descolocada. Pero finalmente, suenan los "revivals" de música ochentosa en las discotecas, y la melancolía se adueña de esos presentes absolutizados.

Sobre esta deificación del presente, pueden venir bien las palabras de Séneca en sus Diálogos: "Es propio de una mente segura y tranquila discurrir por todos los momentos de su vida; en cambio, el alma de los ocupados está como sometida al yugo y no puede volverse y mirar hacia atrás. Su vida se sumió en lo más profundo y, así como por más que ingieras nada aprovecha si debajo no hay recipiente que lo reciba y lo conserve, así de nada sirve el tiempo que se te dé, si no hay dónde se deposite: se escapa a través de las almas rotas y agujereadas".

Como posdata de estas reflexiones echadas sin demasiado método, dejo aquí una canción de Serrat que me despierta melancolía a mí y, espero, al amigo lector.

3 comentarios:

Silvia MV. dijo...

Hay un escrito de María Zambrano que a mi parecer interpreta muy bien un estado melancólico;

"La melancolía es una manera, por tanto, de tener; es la manera de tener no teniendo, de poseer las cosas por el palpitar del tiempo, por su envoltura temporal. Algo así como una posesión de su esencia, puesto que tenemos de ellas lo que nos falta, o sea lo que ellas son estrictamente"

Anónimo dijo...

Me gustó esa definición, Silvia, la verdad es que no conocía a María Zambrano, sabrás disculpar mi ignorancia.

Gracias por el comentario, y saludos allende el océano.

Anónimo dijo...

¿Nostalgia?
¡Nostalgia era la de antes!
(Gafitti en una pared anónima de Montevideo)