12 de octubre de 2007

BELGRANO Y SAN MARTÍN

Este domingo se me casa Facundo Mourin, mi viejo compañero de secundaria, hincha de Independiente, socio y ex rugbier de Hindú. Su novia, salteña, es de Rosario de la Frontera, y hacia allá me voy a celebrar el acontecimiento y a extrañar a mi familia, que queda en Buenos Aires.

No entraré en detalles sobre el pueblo al que voy. Baste decir que sus aguas termales, a las que concurrieron Sarmiento, Avellaneda y Lola Mora, entre otros, son únicas por su variedad. Allá estuvo también el primer casino de Iberoamérica, para aquellos jugadores que pasan por este blog.

Quiero referirme a algo que sucedió muy cerca de allí, y no precisamente donde se suele decir. Hablo del encuentro entre Manuel Belgrano y José de San Martín, que según la tradición (y la imagen clásica que acompaña este texto) fue en la Posta de Yatasto, el 20 de enero de 1814.

Varios estudios niegan que esa reunión haya sido allí, y la ubican en un lugar cercano a aquél. Armando Alonso Piñeiro, en una nota publicada en el diario La Prensa el 17 de enero de 2003, dice lo siguiente: "El mismo día 17 (de enero) San Martín salió de la posta de Algarrobos, en dirección al río Pasaje o Juramento. Había recibido un mensaje de Belgrano que le decía: "Voy a pasar el río Juramento y respecto de hallarse usted, con la tropa tan inmediato, sírvase esperarme con ella". La cita se produjo, precisamente, el 17 de enero. Los recibos de postas, los oficios de Belgrano a San Martín y otros documentos conexos prueban de manera indubitable no sólo que ambos próceres no pudieron conocerse en Yatasto, puesto que uno ya había salido de este punto y el otro no había llegado, sino que se encontraron en las cercanías del poblado de Algarrobos, a cinco leguas al sur del río Juramento".

Lo cierto es que Belgrano, enterado de que San Martín salía para Salta, donde él estaba a la cabeza del Ejército del Norte, le había escrito jubiloso: "Vuele Usted si es posible: la patria necesita de que se hagan esfuerzos singulares... Crea Usted que no tendré satisfacción mayor que el día que logre estrecharle entre mis brazos".

En otra carta, le escribía Belgrano desde Jujuy: "Mi corazón toma nuevo aliento cada instante que pienso que Ud. se acerca". El creador de la bandera argentina admiraba a San Martín, a quien no conocía aún pero de quien presentía un liderazgo imprescindible en la batalla por la independencia. "Estoy persuadido de que con Ud. se salvará la Patria", le había escrito.

Belgrano, enfermo de paludismo en ese momento, a través de otra comunicación, le pidió a San Martín que lo esperara llegando al río Juramento, al norte de la Posta de Algarrobos. "Empéñese Ud. en volar, si le es posible, con el auxilio, y en venir no sólo como amigo, sino como maestro mío, mi compañero y mi jefe, si quiere."

Finalmente, ambos próceres se encontraron en un abrazo, y hablaron sobre la difícil situación. Se alojaron en la Estancia de las Juntas, que era de Manuel José Torrens.

Belgrano venía de las duras derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, y el Triunvirato lo llamaba a Buenos Aires a "dar explicaciones". Pese a que el pueblo tucumano lo aclamaba, él era despojado de su mando para que lo tomara San Martín, quien por su lado estaba convencido de que no era por el Alto Perú por donde vendrían los aires de la independencia. Alvear, enemigo político de San Martín, se lo había sacado de encima enviándolo allí.

Belgrano aconsejó a San Martín hacerse fuerte en Tucumán, y reorganizar logística y tácticamente al Ejército del Norte, que tanto había logrado con tan poco. San Martín, en tanto, reimpuso disciplina y salarios dignos en un ejército desmoralizado y mal pago. Una de las mayores muestras de esto fue el incidente con Manuel Dorrego. En una reunión en la que San Martín daba una voz de orden y cada jefe la repetía, Dorrego se rió en dos ocasiones por la voz aflautada de Belgrano. San Martín tomó un candelabro de la mesa y estuvo a punto de arrojárselo, pero le gritó: "¡Señor coronel, hemos venido aquí a uniformar las voces de mando!". Dorrego se quedó en silencio, y San Martín ordenó su envío a Santiago del Estero.

Belgrano, además, aconsejó al Libertador tener siempre muy en cuenta la religiosidad popular, de manera de no darles la razón a los españoles, que los acusaban de herejes. "No deje de implorar a Nuestra Señora de las Mercedes, nombrándola siempre nuestra generala, y no olvide los escapularios a la tropa".

El 18 de marzo, Belgrano se marchó a Buenos Aires, a pesar de la resistencia de San Martín, que dos veces había desobedecido órdenes de la capital para que sin demora don Manuel viajara hacia allá.

No volverían a verse, y sin embargo, en esos dos meses que compartieron, la Argentina naciente tuvo en un minúsculo retazo de su territorio a la Patria toda.

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