Cristóbal Colón fue un personaje fascinante sobre el cual hay aún mucho misterio. Españoles y dominicanos discuten dónde está realmente enterrado, y su lugar de nacimiento también es incierto. La versión mayormente aceptada es que era genovés, pero otros lo dan por catalán, francés, griego o judío. Al llegar a América, su edad era de 41 o 42 años.
A fin de lograr el apoyo a su proyecto de travesía, Colón lo presentó primero ante la Corte portuguesa, cuya Junta de Matemáticas lo rechazó debido a los cálculos erróneos que el descubridor tenía por buenos.
Así pues, en enero de 1486 logró una reunión con los Reyes Católicos, pero también los expertos que los rodeaban desestimaron el proyecto, y además, los reyes estaban más interesados en la reconquista de Granada de manos de Boabdil.
Entre 1488 y 1491 Colón insistió ante los portugueses, y también hizo llegar sus propuestas a los reyes de Francia e Inglaterra, pero siempre con resultado negativo. Resulta entretenido preguntarse qué habría ocurrido, y cómo habría evolucionado el continente americano, si alguno de estos reinos hubiera llevado adelante la expedición.
Finalmente, los Reyes Católicos accedieron a respaldar financieramente a Colón, con un acuerdo fijado en las llamadas Capitulaciones de Santa Fe, las cuales reconocían derechos semifeudales para Colón en todas las tierras que descubriera.
Como es sabido, Colón emprendió viaje desde el Puerto de Palos, con las tres carabelas. Él viajaba en la Santa María (la imagen de la derecha es la reproducción de su camarote). Noventa hombres componían la tripulación, andaluces la mayoría de ellos, por lo cual estimo que deben haber sido semanas muy divertidas -dentro de la monotonía de un viaje como aquél-, aunque agotadoras, a bordo. De todas maneras, el descubridor tuvo que hacer frente a un motín, el 6 de octubre, y para mantener tranquilos a sus hombres les había venido informando las distancias recorridas cada día, con números menores a los que él creía reales.
Colón llegó a América, podríamos decir, por un golpe de suerte. A principios de octubre, cuando estaba a punto de adentrarse en la Corriente del Golfo, que lo llevaría hacia Norteamérica y lejos de tierra firme, avistó bandadas de pájaros que migraban hacia las Bermudas y decidió cambiar el rumbo para seguir su recorrido. Así, el 11 de octubre divisaron ramas flotando en el océano, y en la madrugada del día siguiente, el serviola de la Pinta, Juan Rodríguez Bermejo (o Rodrigo de Triana, según la tradición) divisó tierra.
Hasta aquí llego en el relato. Congelo la escena en el encuentro de los europeos con los americanos, momento de exploración y reconocimiento entre prójimos de continentes distintos.
Don Cristóbal llegó a América de casualidad, ya que él creía estar llegando a las Indias por otra ruta. Allí nació la costumbre de llamarles "indios" a quienes no lo eran, ya que no habían nacido en la India sino en América. A la vez, el nombre de este continente, que podría haber sido, por ejemplo, Colombia, deriva de un geógrafo italiano, Américo Vespucio.
A modo de posdata en este día, dejo un par de reflexiones sobre la denominación "América Latina" que suele usar la mayoría de las personas para referirse a nuestro continente. A la primera me la hizo llegar mi mamá, a quien agradezco, y está extraída de La Página del Idioma Español, que recomiendo. Dice así:
"América Latina es una denominación histórica y geográficamente imprecisa que los españoles suelen rechazar, pues dan preferencia a Hispanoamérica (el conjunto de los países que surgieron de la colonización española) o Iberoamérica (el mismo conjunto incluyendo a Brasil, colonizado por los portugueses). Hemos de convenir que estas últimas denominaciones son bastante más precisas, puesto que excluyen países caribeños de colonización francesa, como Haití, y aun los territorios francohablantes de Canadá, pero no se puede negar que Latinoamérica (o América Latina) es la forma preferida por los hispanohablantes nacidos en América".
La segunda reflexión es de este servidor: Yo prefiero hablar de Iberoamérica, justamente por las razones enunciadas en el párrafo que he transcripto. Lo latino encierra, en un sentido amplio, a todo el Imperio Romano. Pero no creo tener mucho en común con un húngaro o un londinense (a donde también llegó Roma). La cultura llegada de España, si bien es de origen latino en gran proporción, tiene también condimentos árabes, como lo prueban muchas palabras de nuestro vocabulario.
Cada Día de la Raza extraño un poco el pan con chocolate en barra que Papá nos daba por la tarde para celebrar. Otras veces eran facturas. Este año terminaré el día arriba de un ómnibus, rumbo a Rosario de la Frontera.
12 de octubre de 2007
12 DE OCTUBRE
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