10 de septiembre de 2007

ACERCA DE LA PIZZA

Si es cierto aquello de que uno es lo que come, debo rendir culto al alimento que me ha acompañado a lo largo de todo el camino que llevo recorrido. La pizza, esa tarta extraña que no es tarta ni torta ni otra cosa, es en mi caso una cédula de identidad. Ahora que la fiebre de los envíos a domicilio ha hecho de ella un recurso más frecuente entre la masa de quienes descansan de la cocina, la pizza es más popular aún, y ha generado una marea de oportunistas en busca de sus frutos monetarios. Pero la pizza no le debe su popularidad sino a sus propias virtudes.

Los orígenes de la pizza, como sabe o sospecha el lector, se remontan a Italia. No ahondaré aquí en ellos.

Cada quien tiene sus puntos de referencia dentro de la ciudad, cuando de pizza se trata. Los míos marcan etapas en mi biografía: "Los Inmortales", a donde iba con mi papá cada domingo por la noche, enfrente de casa, fue el primero. Esperaba sin ver, porque el mostrador era demasiado alto, pero el corazón sentía igual aunque los ojos no vieran.

Cuando se hizo muy cara, cambiamos a "El Cuartito", donde me siguen saludando cada vez que entro, y donde tuvo lugar una parte de mi despedida de soltero. Esa noche probé la grande de "atómica", que contenía los peores enemigos de cualquier hígado. Y más aún si se los acompañaba con un whisky nacional, como hice a instancias de mi amigo el Piti.

Cuando volví de mi luna de miel, "Los Inmortales" de enfrente de casa había desaparecido. Fin de una etapa. Mas en mi nuevo barrio tenía otra sucursal, disfrazada de posmoderna bajo el nombre de "Pizza & Espuma", pero con la misma receta de "Los Inmortales". Allí comí con Paula en nuestra primera noche de casados, después de perder el avión a Ushuaia.

Ya en Colegiales, "Croxi" ha sido nuestra principal fuente de pizza, y lo sigue siendo cada viernes.

Mi pizza es la pizza a la piedra. Nada de media masa ni al molde, con masas que no dejan al queso lucirse. Respeto a "Las Cuartetas", "Banchero" o "El Palacio de la Pizza", pero nada como la pizza finita con un queso abundante.

En materia de gustos, soy un conservador. Muzza, fuga o napo, ésta última con ajo. No me gustan agregados extraños como ananá, por ejemplo. El perro en la cucha, el malvón en la maceta y la fruta de postre. Y si es con cuchillo y tenedor, mejor, aunque de vez en cuando, nada como comerse una buena porción de pizza bien aceitosa con la mano. Otra opción es la pizza a la parrilla.

La pizza es más rica si se come en una pizzería hecha y derecha. El envío a domicilio es útil y bueno, pero enemigo de lo mejor. No me refiero solo a la temperatura de la pizza, sino a la ambientación. Soy de los que creen que el contexto de cualquier cosa es importante. Así, para leer, escuchar música, hablar con un amigo o trabajar siempre hay que tener un ambiente propicio y placentero. Lo mismo cuenta en el caso de la pizza, y especialmente si es con amigos.

"El Cuartito" o "La Guitarrita" son, en este aspecto, mis preferidas. Las fotos de jugadores, grandes equipos, boxeadores o ídolos de la escena argentina son una compañía ideal, además de los mozos de verdad, esos que visten de blanco y memorizan el pedido sin que se les mueva una ceja.

Para acompañar la pizza, mi bebida es la cerveza rubia. Es su complemento, su confidente en la mesa, su vehículo para deslizarse por los recovecos de las gargantas cansadas o enronquecidas por un grito de gol.

Al calor de una pizza he vivido momentos que hoy recuerdo con mucho afecto. En ella veo aquella porción cuya aceituna cedí, o aquella mitad de anchoas de las que renegué. Frente a ella crecí, relaté y callé, y aprendí.

La pizza, como el sol y las sombras, siempre está.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Para mí también la pizza es la pizza a la piedra, pero no soy tan fan de la napo y no me gusta la fuga. Más allá de eso, me gustan casi todas las demás.
Últimamente elijo cuatro quesos, provolone, o jamón y morrones. Como vivo "más allá de la General Paz" desconozco varias de las pizzerías que nombraste. Yo frecuento Romario (Martínez) y Carlitos (Vicente López), de donde recomiendo la "minnie", que, entre otros ingredientes, viene con jamón, ananá y un toque de azúcar.

Anónimo dijo...

Estos tiempos de reparto "delivery" han contribuido a bastardear una morfi tan rica como la pizza. Pedirla a domicilio implica cometer lo que a mi entender es casi un crimen: comerla fría o, peor aún, ¡recalentada en el microndas!
La pizza, señores, se morfa en la pizzería. Si es de dorapa, en Corrientes en la barra de Güerrín o Banchero, chorreando un poco de queso, mejor.
Cada vez tengo más cuidado con lo que como: sólo vivimos una vez, y algo tan serio como comer no debe (ni puede en mi caso) reducirse a la mera alimentación.
Y la pizza "a domicilio" se ubica en las antípodas del disfrute, del hedonismo.
Los invito, entonces, a una campaña nacional por la "pizza morfada en pizzerías". Por mi parte, empecé por prhibir que en mi heladera se pequen imanes de pizzerías.

¡Viva la pizza, muera el delivery!
Chipi

El Bambi dijo...

Chipi, has hablado bien.

Últimamente reniego de la pizza que llega medio tibia. Yo me acostumbré a comerla en casa porque Los Inmortales nos quedaba enfrente. Pero es verdad que no hay nada como el cacho de queso derretido y humeante. Esto se ve más aún en la napolitana, cuando el tomate viene en moto llega frío sí o sí.

Eso sí, a mí me gusta comer sentado. De dorapa es un aperitivo, puedo pasar por El Cuartito y pedirme una porción al paso, pero así como hay que hacer una campaña por la pizza morfada en pizzerías, existe también un movimiento "slow food", es decir, para comer despacio. Soy un ferviente partidario de la comida como placer, no como trámite.

Sheila dijo...

Necesito un consejo! se acerca el cumple de mi novio... queremos pedir pizza,... me recomiendan el mejor delivery en Buenos Aires de pizzas? Les agradeceré sus opiniones al respecto :)
SAludos!!!