18 de abril de 2006

CALAMAR

No me preguntes cómo la encontré pero acá está. En esa mesa de El Cuartito que se ve ahí abajo, a la izquierda, te dije una vez: "Buen provecho", y me miraste y miraste al Nono, y yo me pregunté qué había dicho de malo. Fue tu lección, y cada vez que me lo dicen pienso: "Si él estuviera acá no lo diría".

Para mí fuiste siempre el hombre correcto y bonachón, el que vi por primera vez cuando vino a buscar a su hijo a casa, de impecable traje, de pie en la planta baja de mi edificio y saludándome con la mano. El que tardé en tutear y nos hacía ir a ponernos las zapatillas antes de sentarnos a comer.

Yo entraba al parque (porque para mí será siempre el parque) y te veía sereno y feliz entre las plantas recién regadas, o concentrado frente a la parrilla. Y me preguntabas: "¿Qué hacés, San Lorenzo?" con ese tono tranquilo, y me cargabas porque no teníamos cancha.

Ayer estaba en tu comedor diario (cuya madera marrón siempre extrañaré) y oí unos pasos lentos que entraban a la cocina y se aproximaban. Habría jurado que eras vos que venías a saludarme, pañuelo al cuello, y a preguntarme por mis padres. Pero no dije nada.

Adiós, Enrique, y gracias siempre por el hermano que me regalaste.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como siempre me hiciste emocionar!!
Qué lindo homenaje que le dejaste, cortito y lleno de sentimiento. Qué lindo para el Nono tener un amigo como vos.
TA
P