28 de marzo de 2007

EN UNA NOCHE MILENARIA XIII

La semana siguiente a la noche del descubrimiento fue una espera tranquila. Me sentía como el lector de un libro cuya última página ha leído anticipadamente. ¿Adivinación? No, certeza lógica y precisa.

Decidí que no había margen para especulación alguna. La era del silencio tocaba a su fin. Se derretían los hielos eternos, las aguas perdían colores turbios, la luz imponía condiciones. A veces hay un solo camino posible, y lo único que uno debe decidir es si seguirlo o no. Pero como en un río que lleva a la catarata, no hay tiempo para postergaciones. De la duda no se vuelve.

Yo estaba por aquel entonces haciendo un curso de francés. Iba a trabajar a las seis de la mañana y salía a la tardecita. Caminaba hasta el Café de la Esquina, un bar de Las Heras y Uriburu que hoy tiene otro nombre. Allí hacía mis deberes, me tomaba una Guinness y me iba a la clase, que terminaba a las diez u once de la noche.

Envuelto en el vértigo de días que yo sabía definitorios, mi concentración en clase era escasa. De repente oía a la profesora haciéndome una pregunta por segunda vez, y riéndose de mi ausencia inmaterial.

El miércoles, si no me equivoco, llegué a casa y me encontré un mensaje de mi papá diciendo que me había llamado Paula. Adiviné el motivo, o la excusa: el lunes anterior ella había tenido una entrevista para cambiar de trabajo, que yo le había predicho exitosa. Contesté el llamado y le dije que era para "confirmar" que la habían tomado en la entrevista. Y así había sido. Ella estaba exultante.

Después de dos o tres diálogos, arreglamos para vernos de nuevo el sábado 20 de enero. Era la fecha de aniversario de mis papás, y quise tener ese detalle en la elección del día, porque hay ritos que merecen cumplirse. Tan dominante me sentía sobre la situación, que me daba el lujo de regular fechas.

Fue una semana extraña, aquella. No fue una semana similar a ninguna de las anteriores en mi vida, ni tampoco a las posteriores. Fue una transición, un tiempo de descuento en el partido de la soltería, ya ganado. Todo es más fácil cuando se conoce el final.

Hablando en porteño, yo iba a salir con Paula el sábado, pero ya tenía el diario del domingo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

"Fue una transición, un tiempo de descuento en el partido de la soltería, ya ganado". Parece que para vos conocerla a Paula fue un golazo, y en la semana siguiente te dedicaste a tocar la pelota lejos de tu arco, y escuchar el "ole, ole" de las tribunas.
En la decimocuarta entrega, espero que cuentes que pasó después de ese partido.

JR dijo...

Welcome back my friend, se lo extrañaba!

ihc dijo...

si tenias el diario del domingo, x q no jugaste al prode?
me gusta la historia, pero me gustaria saber que piensa paula... pobre, no pudo decidir nada!!!

Anónimo dijo...

Yo creo, IHC, que Paula no necesitó decidir nada porque, presiento, ella lo supo antes que él y se dejó llevar, y así hacerle creer que el que tenía el diario del domingo era él.

Pero no. Antes lo tuvo ella.

Así somos las mujeres...