1 de diciembre de 2005

LUIS

En este 1 de diciembre me he preguntado cómo homenajear al amigo que se ha ido. Entonces me he respondido que la mejor manera sería transmitiendo su mensaje a quienes lean estas líneas.

Se llamaba Luis y en ese entonces tenía ya treintaitantos años. Lo conocí al entrar a la Universidad, donde esperaba toparme con especímenes de ciertas características, pero no con uno como él. Al principio venía con bastón, unos meses después cambió a las muletas. Al año siguiente cayó en silla de ruedas. Tenía esclerosis múltiple.

En un ambiente repleto de pacatería y caretaje como el de la UCA (aunque también de buenas personas que se animaban a ser originales), yo no veía la hora de sentarme con él en el bar para ver pasar a la gente y escuchar sus comentarios. Él se pedía su capuccino de cada día, yo nada pedía porque mi bolsillo era demasiado flaco en esa época, dada mi condición de cadete caradura y amigo de la noche.

Su blanco número uno era Andrea Paparibopoulos (creo que se escribía así), una fémina de voluptuosas curvas. Luis solía lanzar comentarios y exclamaciones de significado inequívoco antes de que ella terminara de pasar frente a nosotros. Es decir, todo el bar, incluida ella, se enteraba o confirmaba la opinión de mi amigo sobre nuestra compañera. Pero lo de él era mirado con simpatía, porque él estaba más allá de todo.

Al año siguiente tuvo que dejar los estudios. Yo iba a visitarlo a la clínica de rehabilitación donde hacía gimnasia, en Primera Junta. Una vez, en un día de semana, fui a almorzar a la casa y conocí a su familia. Su papá, fanático de San Lorenzo, me decía que el padre Lorenzo Massa, fundador del Ciclón, había comprado las primeras camisetas para el piberío del barrio a cambio de que fueran a comulgar. Y me servía otro vaso de vino, que yo no sabía rechazar, junto a la carne al horno. Antes de la comida, vodka de aperitivo. Después del postre, más vodka. Esa tarde, cadeteando zigzagueante por las calles del centro, le sonreí a cuanta mujer pasó por mi lado, de tan contento (y borrachín) que estaba.

Luis se reía tanto de la vida (y de la muerte) que la noche que entré al velorio de su papá, esperando encontrarlo triste, él me abrazó y me dijo riendo y con los ojos bien abiertos: "¡El viejo antes de morirse se hizo quemero para que se muriera uno de ellos!".

Desde su lecho en la casa de Parque Avellaneda, donde pasaba sus días cada vez más estático junto a su mamá y su tía, me decía: "La vida es hermosa. Yo ya jodí, y ahora me toca esto y le doy gracias al Barba". Y entonces me empezaba a hablar de sus correrías pasadas, con aires de triunfador retirado. Aún en sus últimos años, cuando ya no podía hablar, se reía en silencio al escuchar mis cuentos, o al recordar los suyos, que de seguro eran más graciosos. Entonces, su rostro era una pintura de la alegría como sentimiento.

Un día me dijo que esa noche se le había aparecido la Virgen María, toda blanca, al pie de su cama. No sabré nunca si ello ocurrió o no.

Otro día fui a verlo con Rosko, que lo olfateaba y le daba besos. Él hizo un esfuerzo inmenso y movió la mano para regalarle una leve caricia.

El día de mi casorio fui a visitarlo, ya disfrazado para la ceremonia y antes de ir a la iglesia. Él ya no podía pronunciar palabra, sus ojos concentraban toda su energía. Yo no concebía que él no estuviera presente en ese día de mi vida. Él, cuya amistad había sido mi refugio en tardes de nubarrones. Entonces, después de comerme los sandwichitos que me había preparado su increíble mamá, me puse el saco para partir rumbo a la iglesia y, antes de dejarlo, me incliné sobre él y le dije que había sido muy importante en mi vida y me había ayudado a llegar hasta esa noche mágica. Él aceptó, cerró apenas los párpados y finalmente sonrió con la mirada.

Se me fue el 2 de marzo pasado. Hoy era su cumpleaños. Y cada vez que lo recuerdo, él está riéndose a carcajadas desde su rincón. Sin negar nada, sin fantasías. Enfermo, pero siempre alegre.

Creo que cada uno de nosotros tiene 3 o 4 personas clave en su vida. En la mía, una de ellas ha sido Luis, quien definitivamente siempre estuvo más cerca de Dios que de la muerte.

Si él leyera estas líneas ahora, seguramente me diría con esa expresión de temible atorrante: "Nacho, largá la melancolía y viví la vida que es hermosa".

Tenés razón. Esta noche, Luis, brindaré con vos en la barra mientras mis amores duermen.

Feliz Cumpleaños.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Luis es un ejemplo de vida, Bambi.
Gracias por compartirlo con nosotros.

Anónimo dijo...

A pesar de ser un sitio dedicado a la comunicación entre los integrantes del área de prensa, a la cual no pertenceso, y habiendo recibido autorización previa de su editor me voy a tomar el atrevimiento de escribir un breve comentario, o reflexión como prefieran llamarlo...
Para ésto voy a citar a un filósofo y monje budista vietnamita llamado Tich Nhat Hanh quien en un momento de meditación escribió sobre cómo disfrutar una buena taza de té...
Tich dijo: "Debemos estar completamente atentos al presente para disfrutar de una taza de té. Sólo siendo conscientes del presente nuestras manos sentirán el calor de la taza. Sólo en el presente aspiraremos el aroma del té, saborearemos su dulzura, y llegaremos a apreciar su exquisitez. Si estamos obsesionados por el pasado o preocupados por el futuro, dejaremos escapar la oportunidad de disfrutar de una buena taza de té. Cuando miremos el interior de la taza, su contenido ya habrá desaparecido."
Con la vida ocurre lo mismo. Si no vivimos plentamente el presente, en un abrir y cerrar de ojos la vida se nos habrá escapado. Habremos perdido sus sensaciones, su aroma, su exquisitez, su belleza, y sentiremos que ha transcurrido a toda velocidad.
El pasado ya a pasado. Aprendamos de él y dejémoslo atrás. El futuro ni tan siquiera ha llegado. Hagamos planes para el futuro, pero no perdamos tiempo preocupándonos por él. Preocuparse no sirve de nada.
Cuando dejemos de preocuparnos por lo que todavía no ha pasado, estaremos en el presente. Solo entonces empezaremos a experimentar la alegría de vivir.

Anónimo dijo...

Muy bueno, realmente.
La alegría de vivir es la condición de la juventud. Perderla - y no es cuestión cronológica - implica dejar la juventud para entrar en otra etapa, más gris, más fulera.
Este comentario da un ejemplo maravilloso de honrar la vida.
Ni la esclerosis múltiple le robó a este hombre la alegría de vivir, las ganas de gustar de la belleza, el bienestar de quien está muy mal.
Y era la esclerosis múltiple, nada menos. No hay que dejar que nos roben la alegría de vivir. Excelente

Anónimo dijo...

Uno piensa que nunca va a llegar

el día que se vaya un ser

querido, pero va a llegar.

A mi me pasaría lo mismo que al

editor si me pasara con MI AMIGO,

que digo amigo, MI HERMANO, que

digo hermano, MI AHIJADO,

" EL FLACO "

p _ _ _ _ _ _

Anónimo dijo...

como dijo el filósofo contemporáneo (al cual admiro y respeto con marcada profundidad) Diego Armando Maradona -sí, Armando es el segundo nombre- "QUE NO SE TE ESCAPE LA TORTUGA". Esta frase debería ponerse en práctica, también, para areciar y no dejar escapar el presente.

Gracias por su tiempo

Anónimo dijo...

Sabrá disculparme el editor y quienes leen, pero por obvias razones no puedo hacer comentarios al respecto.....
Sn demaciados tristes y no es mi intención despertar lástima en uds.
Desde ya, lo único que puedo decir es que casi todos tenemos un "luis" en nuestras vidas....que siempre recordamos con una lágrima y una sonrisa al mismo tiempo...y bueno eso es lo que cuenta...el problema es cuando tenemos muchos "luises" en nuestra vida o bien cuando nuestro "luis" nos arranca mas lágrimas que sonrisas....