1 de mayo de 2010

EL DESTINO Y LA LIBERTAD

No estoy del todo de acuerdo con aquella frase sobre los sueños que se cumplen a fuerza de ser tan deseados, porque su interpretación ofrece campo para la pasividad y la tregua eterna con los obstáculos.

Es muy gratificante saber que la alegría de la que puede disfrutar quien compone estas líneas sea un producto directo -digámoslo sin modestia esta vez- de un esfuerzo silencioso, que hoy da su fruto y pide ser proclamada en un mundo a veces hostil. La suerte siempre juega, aunque no nos pongamos de acuerdo sobre su verdadero rostro. ¿Es el de un Dios que todo dispone y todo ve? ¿Es el azar, con leyes propias? ¿El hombre construye su propia realidad, como arriesgó el irlandés Berkeley y dibujó Borges en "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius"? ¿Estamos predestinados por nuestra materia prima, cual delincuentes de Lombroso?

Yo intuyo –no me atrevo a usar el verbo "concluyo", porque la Fe no es racional aunque pueda tender puentes con la razón- que existe un equilibrio insoslayable entre nuestra libertad y la Providencia. Que el Jefe nos pide y nosotros decidimos si seguimos en su compañía o no. He creído escuchar muchas veces "Te lo dije" a lo largo de la vida, cuando se cumplían las profecías que la consciencia –quizás la parte del ser más conectada al mundo que trasciende este mundo- había anunciado sin pedir permiso, en voz baja y con la prepotencia de la verdad. "No sabes esperar, esto ocurrirá", me decía inmutable. Y tiempo después, callaba generosa cuando yo tropezaba con su sombra en medio de la realidad anhelada.

Me dirá el amigo lector: ¿Qué hay entonces de esa libertad de la que tanto me hablan? Pues bien, esa libertad consiste en la decisión de aceptar o no los planes que tienen para nosotros. Siempre estamos a tiempo de decir que no, de buscar un universo libre de sentencias molestas e incómodas para un sistema de vida desligado de ellas.

El verbo "aceptar" no goza de alta estima hoy en día. Parece imponer ciertos límites a un mundo que no los quiere y cree que el hombre debe ser todopoderoso, o darse cuenta de que ya lo es. En todo caso, lo que deberíamos aceptar, de Nietzche a esta parte, es a "este forastero que llama a la puerta, el más horrible que hayamos visto". Es decir, el modernísimo visitante que proclama la muerte de Dios y propone un nihilismo absoluto. En esta concepción, nos quedamos solos con nosotros mismos porque no hay nada más allá de nosotros. Por mi parte, prefiero compañía, y creo en ella.

2 comentarios:

ihc dijo...

cómo anda, Bambi???

por lo que veo... libre!!!

El Bambi dijo...

La verdad os hará libres.