15 de mayo de 2010

LA VIDA COTIDIANA EN LA BUENOS AIRES DE 1810

Terminé el libro que ocupaba el margen derecho hace mucho tiempo, pero la falta de minutos para elaborar una opinión condimentada me impedía plasmar una reflexión aquí.

En primer lugar, diré que esta obra del historiador Roberto L. Elissalde me parece brillante. Es un acercamiento original a los días de Mayo, cuando la patria nacía y los hombres buscaban un mismo objetivo, aun con diferencias internas que muchos pseudohistoriadores se empeñan en enfatizar para dividir a los protagonistas del relato en buenos y malos.

Tomo por ejemplo, el día en que escribo esto: 15 de mayo. Además de las obvias referencias a la situación de creciente inquietud política en Buenos Aires, leemos que el maestro farolero Pascual Babañoli arregló dos cristales rotos de la Sala Capitular. "El maestro", dice el cronista imaginario, "debe de hacer buen dinero vendiendo cristales para los faroles de la calle, ya que es común que algunos muchachos divertidos, cuando salen de los cafés, los rompan a pedradas". Igual que ahora, 200 años más tarde.

El libro tiene el formato de una imaginaria agenda donde un habitante de Buenos Aires va escribiendo, del 1 de enero al 31 de diciembre de 1810, los acontecimientos que suceden en la ciudad. Todo está basado en documentación histórica, y cada anotación tiene su correspondiente invocación de fuente.

Las mujeres y hombres de aquella Buenos Aires hicieron lo que pudieron, y vaya si lograron avanzar hacia la libertad para nuestra patria. Entre esas peripecias, la ciudad seguía su vida normal, de carne y hueso, y con esa vida es con la que nos topamos en este libro excelentemente escrito y muy bien editado.

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