3 de marzo de 2008

TRABAJAR UN DOMINGO

Pisar el microcentro porteño en una tarde lluviosa y oscura de domingo no es recomendable para temperamentos depresivos. Poner la llave en la cerradura de la oficina y entrar a ella en el silencio más vacío y solitario es lamentable para espíritus inquietos. El click de la computadora que se despereza suena como una risotada cruel de ese monstruo sin rostro llamado sistema.

He trabajado varios domingos en lo que llevo recorrido de mi vida laboral, pero no he podido acostumbrarme a ir a trabajar en remera y zapatillas, lo cual puede ser más cómodo pero recuerda inevitablemente que estamos haciendo algo que no deberíamos, porque los domingos son para descansar.

El subte luce como una mezcla de paseanderos felices (o no tanto), bohemios sin rumbo, vendedores que en la semana no han cubierto su cuota esperada y laburantes que buscan comprensión. "Sí, hago patria y trabajo los domingos".

Hubo un feriado memorable en la Argentina, el del último 9 de julio, cuando el Obelisco tocó la nieve. Yo la vi en la mismísima Plaza de Mayo, y el tiempo dirá si fue algo digno de contar a los nietos o tan solo el primer capítulo de un clima nuevo. Pero ese día, en la gris culminación de mi trabajo, el blanco invernal fue un guiño del cielo a otro feriado en que había tenido que ir a la oficina.

Trabajar un domingo es feo, pero no tener un ingreso y ver a los hijos con hambre, desde ya, es mucho peor. "Siempre te podés comparar con alguien que está peor", me dijo alguien una vez. Es verdad.

En todo caso, no es en eso en lo que pienso cuando voy a trabajar un domingo, sino en el día que me darán en compensación. Y entonces se me ocurre que soy un afortunado que en un día cualquiera de la semana verá a los demás yendo a trabajar mientras se toma el tren para irse a mirar el río con un libro bajo el brazo y el celular apagado.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

La pregunta es si sirve de algo compararse con alguien que este peor. Como dice Solari,
"que esto pueda ser peor
eso no me arregla a mi"

Anónimo dijo...

La verdad que si en tu trabajo el traje y corbata son indispensables, el acudir en deportivas y polo, con la comodidad que ello conlleva,puede resultar al menos un bálsamo para ese día que está destinado al descanso.

En mi tierra, al hecho de aliviarse las penas,con el sufrimiento de alguien que está peor, se le dá el nombre de;

-El consuelo del tonto-

Saludos Ignacio.

Anónimo dijo...

Silvi, silvi, el término correcto es
(mal de muchos, consuelo de tontos)
Alguna vez te preguntaré en qué fase creés que te encuentras en la pirámida de Maslow.

No está bién censurar comentarios cuando no se insulta y solo se ensalzan las virtudes de la administradora del blog.
Si supieras quién soy...

Kluivert dijo...

Una vuelta yo tuve que venir a trabajar una hora antes que el resto. Me jodió levantarme antes, pero me gustó estar solo en la oficina, tranquilo. Me dieron ganas de laburar un rato en bolas (?) pero no lo hice porque me dio fiaca.

Muy lindo tu texto, Bambi.