20 de junio de 2007

TIEMPO DE CULPAS

He tenido un problema en las últimas semanas, y ha sido la falta de tiempo y fuerza para escribir en los dos blogs que abrí hace un tiempo. Tengo un pequeño demonio en mi alma que me lo recuerda día a día, como el portero que con su sola presencia (o ausencia, recordada por su escritorio) me trae a la lista mental de obligaciones la de mandar ese fax con el pago de expensas que hice hace diez días ya.

Tener o no tener tiempo para algo es, en realidad, una cuestión de orden. Cuando estamos faltando a la cita con la salud en el club, o no llamamos a aquel amigo acreedor de nuestro instante, no es por falta de tiempo sino por ausencia de orden... y de fuerza para llevar a cabo lo que pensamos.

Toda esta divagación viene a cuento de mi pequeño sentimiento de culpa, que sería mayor si no tuviera culpas más urgentes aún. Y entonces llego al tema de estas líneas, que es a la vez el elemento desencadenante de ellas: la culpa omnipresente, que mueve al mundo con idéntica fuerza que el poder, el amor o el dinero.

Los psicólogos suelen llevar a la culpa detenida e incomunicada, porque al parecer no permite que la persona deje fluir su inconsciente, sus impulsos naturales que siempre piden permiso a la cabeza para salir de paseo. Pero desde mi modesto observatorio quiero agregar que la culpa moviliza, en cambio, otras causas tan nobles como las que germinan en el inconsciente.

En lo que a mí respecta, puedo decir que si no fuera por la culpa habría hecho cosas mucho peores de las que he hecho hasta ahora, y cuando digo "peores" me refiero al sentido moral de la expresión. He omitido un sinnúmero de acciones y he actuado guiado por la culpa, me guste o no. Pero al hacer el balance de esas acciones, me reconforta pensar que en la mayoría de ellas creo haber hecho lo mejor y lo más conveniente para mis prójimos y para mí también (porque uno debe amarse a sí mismo como ama al prójimo, el orden de los factores no altera la sabiduría de la expresión cristiana).

El sentimiento de culpa por no ir al cumpleaños de un amigo que me esperaba me ha hecho ir, y comprobar que mi amigo se ponía contento (y me convidaba con lo mejor de su heladera).

En conclusión, no veo a la culpa como algo negativo, en su justa medida. Como siempre, el secreto está en el equilibrio ¿Qué sería de nosotros si nunca sintiéramos culpa por nuestras acciones u omisiones?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pequeñas culpitas que me acosan, pero me dejan vivir:
* No ver más seguido a mi amiga Paola.
* Los atracones de torta viendo una peli. Por no comentar sobre las sobredosis de crema pastelera.
* Pagar lo impagable por ese vestidito. ¡Ese y ahora! Para usarlo una vez, y me aburrió, no me gusta mucho cómo me queda, se lo paso a mi hermana.
* Los dolores de cabeza al otro día, después de amenazar hasta el infinito: "la última, eh..."
* Suspender mi clase de gym para quedarme durmiendo.
* La contestación impulsiva, para después quedarme pensando "ugh...¿qué dije?"


Y algunas otras. Algunas.

Anónimo dijo...

Para mí la culpa no es ni negativa ni positiva per se. Lo que importa es lo que hagamos con ella. Tener culpa por algo irreparable es negativo. Pero si el "objeto de culpa" puede repararse, lo que importa es lo que hagamos con ella, porque si no hacemos nada y seguimos sintiendo culpa la verdad que es un bajón.

Bueno, no se si quedó clara mi postura. Después de todo, la etiqueta de la entrada es "Filosofía Casera".

Silvia MV. dijo...

Me has dejado sin palabras...

desde luego filosofía pura y dura.

Yo sobre la culpa y el arrepentimiento la frase que más escuché fué:

"No te arrepientas de lo que has hecho, si no de lo que quisiste hacer y no hiciste" o algo parecido.

El sentimiento de culpa es amargo, duro, aveces peor que si te clavasen una espada toledana en el corazón.

Saludos.