Los medios de transporte suelen generarme sorpresas, como ya he relatado en detalle. Anoche me dieron otra de ellas, en el subte nocturno de regreso a casa.
Volvía leyendo un libro de teoría de la comunicación, muy concentrado. De repente alguien a mi costado se inclinó y oí: "Perdón...". Lo miré, sin saber de quién se trataba, y el individuo agregó: "¿Freddy?".
Se hizo la luz. La voz era inconfundible.
"¡Fito!", exclamé, y me levanté a saludarlo. Entonces conocí a Fito con pelo corto.
"Freddy" era mi apodo en la Universidad de Belgrano, en la que estudié en 1989 el primer año de Ciencias Políticas. Y "Fito" era el apodo de Hernán Echeverría, compañero mío de aquel entonces. A él le había sido impuesto por su parecido físico con el músico argentino. A mí, por el personaje de Freddy Kruger, de "Pesadilla". Una vez había ido directo del dentista a la facultad, con una remera azul y roja a rayas laterales, media boca anestesiada y la incapacidad consecuente de sonreír con toda ella.
El domingo ya había tenido un aperitivo de esto, porque por la calle me crucé con Egle Fernández, otra ex compañera de la UB, a quien sí reconocí. Pero ella no me vio, y le dije a Paula: "Si le digo a esta chica que fue compañera mía y la reconocí 18 años después se desmaya acá".
Esto de encontrarse con alguien a quien uno no ha visto en la última mitad de lo que lleva vivido (18 años de 36) es todo un acontecimiento. Uno le pide a la rutina que lo deje a solas con el ayer, y sirve dos vasos de memoria para brindar por aquellos viejos e inocentes tiempos de idealismo (que nos han traído a este hoy feliz).
Ambos estamos ahora casados y con hijos. Yo me recibí en Ciencias Políticas (pero en otra universidad) y me dediqué a la comunicación. Él terminó Comercio Exterior, estudió tres años de Filosofía y es gerente de un colegio en Castelar. "Él era el que entendía todo lo de Laclau", le dijo a su señora acerca de mí y de nuestro incomprendido profesor de filosofía del 89. Y mi mayor sonrisa fue cuando me dijo que el otro día, viendo a San Lorenzo campeón, se había acordado de mí. Esto es para mí digno de orgullo: 18 años después me sigue teniendo de referente azulgrana. "Eras un fanático", me dijo Fito. "Sí, y ahora mi jermu viene a la cancha conmigo y mis hijas aprenden los cantitos", le contesté. Y agregué que Gustavo Peninno, otro rostro de aquellos tiempos, era de Tigre y debía estar contento por el ascenso.
Nos despedimos con un abrazo, y prometí mandarle un mail para quedar en contacto. Creo que lo haré, aunque a veces es mejor guardar estos encuentros en ese recinto sagrado donde habita lo inesperado, lo azaroso, lo ¿casual?
El futuro nos aguarda ansioso e intacto, pero el pasado nos supervisa agazapado entre nuestras fatigas cotidianas, porque de él estamos hechos y a él debemos lo que somos.
Volvía leyendo un libro de teoría de la comunicación, muy concentrado. De repente alguien a mi costado se inclinó y oí: "Perdón...". Lo miré, sin saber de quién se trataba, y el individuo agregó: "¿Freddy?".
Se hizo la luz. La voz era inconfundible.
"¡Fito!", exclamé, y me levanté a saludarlo. Entonces conocí a Fito con pelo corto.
"Freddy" era mi apodo en la Universidad de Belgrano, en la que estudié en 1989 el primer año de Ciencias Políticas. Y "Fito" era el apodo de Hernán Echeverría, compañero mío de aquel entonces. A él le había sido impuesto por su parecido físico con el músico argentino. A mí, por el personaje de Freddy Kruger, de "Pesadilla". Una vez había ido directo del dentista a la facultad, con una remera azul y roja a rayas laterales, media boca anestesiada y la incapacidad consecuente de sonreír con toda ella.
El domingo ya había tenido un aperitivo de esto, porque por la calle me crucé con Egle Fernández, otra ex compañera de la UB, a quien sí reconocí. Pero ella no me vio, y le dije a Paula: "Si le digo a esta chica que fue compañera mía y la reconocí 18 años después se desmaya acá".
Esto de encontrarse con alguien a quien uno no ha visto en la última mitad de lo que lleva vivido (18 años de 36) es todo un acontecimiento. Uno le pide a la rutina que lo deje a solas con el ayer, y sirve dos vasos de memoria para brindar por aquellos viejos e inocentes tiempos de idealismo (que nos han traído a este hoy feliz).
Ambos estamos ahora casados y con hijos. Yo me recibí en Ciencias Políticas (pero en otra universidad) y me dediqué a la comunicación. Él terminó Comercio Exterior, estudió tres años de Filosofía y es gerente de un colegio en Castelar. "Él era el que entendía todo lo de Laclau", le dijo a su señora acerca de mí y de nuestro incomprendido profesor de filosofía del 89. Y mi mayor sonrisa fue cuando me dijo que el otro día, viendo a San Lorenzo campeón, se había acordado de mí. Esto es para mí digno de orgullo: 18 años después me sigue teniendo de referente azulgrana. "Eras un fanático", me dijo Fito. "Sí, y ahora mi jermu viene a la cancha conmigo y mis hijas aprenden los cantitos", le contesté. Y agregué que Gustavo Peninno, otro rostro de aquellos tiempos, era de Tigre y debía estar contento por el ascenso.
Nos despedimos con un abrazo, y prometí mandarle un mail para quedar en contacto. Creo que lo haré, aunque a veces es mejor guardar estos encuentros en ese recinto sagrado donde habita lo inesperado, lo azaroso, lo ¿casual?
El futuro nos aguarda ansioso e intacto, pero el pasado nos supervisa agazapado entre nuestras fatigas cotidianas, porque de él estamos hechos y a él debemos lo que somos.
1 comentario:
Holaaaa.....
Y yo soy la que no te vio.....
Vi tu blog de casualidad. Tengo un amigo que me dijo que si ponía mi nombre en el google iba a aparecer una web donde cuenta que hice una travesía a Mar del Plata en velero....
Pero para mi sorpresa me encontré tu relato
te dejo mi mail eglefer@hotmail.com
Un abrazo enorme. También los recuerdos de aquella epoca son grandiosos
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