9 de noviembre de 2006

POR AMOR AL ARTE

El miércoles 1 de noviembre Paula y este servidor cumplieron 4 años de felizmente casados y fueron a celebrarlo a Positano, un restaurante que recomiendo fuertemente a todo aquél que pueda destinar unos cuantos pesos de su bolsillo a una salida de éstas. Está allí donde la calle Olleros se hace boulevard, en el barrio de Palermo (Belgrano empieza oficialmente en la calle Zabala, a pesar de un proyecto de algunos vecinos que piden trasladar ese límite a Jorge Newbery).

En este restaurante existe un espectáculo brindado por cantantes de ópera del Teatro Colón, que a los aficionados de este género musical, y a cualquier persona sensible al arte, sin dudas dejará con la panza llena, más allá del exquisito menú que se ofrece.

A raíz de este evento, me puse a pensar en esa capacidad maravillosa que tiene el arte de lograr que alguien se conmueva sin estar viviendo el sentimiento que la obra relata o encarna. Bioy Casares, poco antes de su muerte, escribió acerca de una máquina ficticia que permitía la transferencia de sentimientos entre las personas. Este instrumento no existe en la realidad, pero el arte es la expresión más cercana a ella, y no como herramienta sino como un grito que proviene del fondo del alma de alguien y nos llega a nuestras fibras sentimentales.

La música, la literatura, el cine, provocan una compenetración emotiva con sus mensajes que ninguna otra actividad humana puede lograr. El eco depende del público, y por supuesto de la calidad de la obra. Pero lo maravilloso es pensar que nos podemos conmover ante los sonidos de "Nessun dorma", de Puccini, o frente a la lucha de Jean Valjean, el héroe de "Los Miserables" de Victor Hugo, o con el lamento desgarrador de un cantaor sobre un tablado de Sevilla, sin haber participado de la historia ni haber conocido directamente a sus protagonistas. Y por añadidura, casi siempre lo que se nos está relatando o cantando o mostrando no ha sucedido en la realidad, y lo sabemos. Solo el arte puede hacerlo.

¿Por qué ocurre esto? La respuesta adecuada, tal vez, sea la de George Bernard Shaw, famoso escritor irlandés de fines del siglo XIX y primera mitad del XX:

"Los espejos se emplean para verse la cara; el arte para verse el alma".

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Que linda esta entrada. Y no podría estar más de acuerdo.

Me pasa de emocionarme con el ballet o el teatro especialmente. ¿Será porque es lo que más me gusta? Puede ser...

Federico García Lorca comentó algo sobre el teatro y el pueblo. Yo creo que, en este espacio, y con permiso del poeta, podrían relacionarse sus palabras al arte y los individuos, cada uno de nosotros:

"Un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo; como el teatro que no recoge el latido social, el latido, histórico, el drama de sus gentes y el color genuino de su paisaje y de su espíritu, con risa o con lágrimas, no tiene derecho a llamarse teatro, sino sala de juego o sitio para hacer esa horrible cosa que se llama matar el tiempo".

Definitivamente, hay cierto arte que nos despabila, nos saca la modorra de 'matar el tiempo' y nos enfrenta con el espejo que refleja nuestras almas.

Anónimo dijo...

También se suele escuchar bastante una frase que dice..."prefiero ventanas a tener espejos" aveces los espejos y personalmente lo creo, reflejan una parte importante de nuestro interior,¿nunca escuchaste "La cara es el espejo del alma"?

Esto viene al hilo de tu último párrafo;

"Los espejos se emplean para verse la cara; el arte para verse el alma".

Anónimo dijo...

Hay una frase que si no me equivoco es de San Agustín: "Los ojos son las ventanas del alma".

Anónimo dijo...

"Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama."

Eso también lo dijo San Agustín...