9 de julio de 2009

SAN MARTÍN Y LA INDEPENDENCIA

Cuando el visitante entra a la sala donde los congresales declararon la independencia argentina, en la Casa de Tucumán, toma conciencia de la locura que cometieron. En ese cuarto no muy grande se reunieron 35 hombres -de los cuales 12 eran sacerdotes, 18 abogados, uno regidor del Cabildo de Córdoba, otro bachiller en Filosofía, otro doctor en Teología, otro militar (el único, Pueyrredón) y el presidente, Laprida, bachiller en leyes- de las distintas provincias o regiones del antiguo Virreinato del Río de la Plata para decidir qué hacer con la nación que había nacido el 25 de mayo de 1810, o para algunos, ya en las Invasiones Inglesas.

Mientras en esa casa de Tucumán se declaraba la independencia de "las Provincias Unidas de Sud América" y se firmaba un acta escrita en español y en quechua, la situación de la causa independentista en el resto de Iberoamérica era desesperante. En México el realismo había logrado un avance decisivo sobre los rebeldes y combatía a los últimos reductos. En Venezuela, en 1814 el realista Bobes -según muchos un hombre sanguinario- ya había vencido completamente a los revolucionarios -a costa de su propia vida- y llegaban refuerzos españoles liderados por Morillo. La libertad en América del Sur se parecía cada vez más a una utopía, y ni hablar de una posible independencia del Perú, empresa que San Martín ya preparaba a través de los Andes y por mar.

El mismo San Martín era partidario de una monarquía constitucional más que de una república, que según él conduciría a una división en localismos. Belgrano, presente en la Casa de Tucumán el 9 de julio de 1816 pero no participante de la votación, propuso una monarquía basada en la dinastía incaica como factor de unión y reaseguro de independencia. Los congresistas, en su gran mayoría, compartían la visión de Belgrano. A este respecto, es muy interesante el tratamiento de la cuestión en el libro de Agustín Mackinlay que hemos comentado recientemente: "El enigma de Mariano Moreno".

De todas maneras, es probable que San Martín tuviera a la república como mejor forma de gobierno, pero en su condición de hombre netamente práctico, no creía que las Provincias Unidas estuvieran aun maduras para un sistema semejante, y por eso pensara en la monarquía. En una carta de 1842, años después de la gesta libertadora, escribió: "Yo no soy de los que creen que es necesario dar azotes para gobernar; pero sí el que las constituciones que se den a los pueblos estén en armonía con su grado de instrucción, educación, habitudes, género de vida, etc."

San Martín, que recién en agosto recibió la noticia de la declaración de la independencia, fue uno de sus principales propulsores desde su lugar en los preparativos de la campaña militar más grande que se hubiera podido imaginar. En carta a su representante en el Congreso de Tucumán, Godoy Cruz, decía a principios de 1816: "¡Hasta cuándo esperamos declarar nuestra independencia! No le parece a usted una cosa bien ridícula, acuñar moneda, tener pabellón y cucarda nacional y por último hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos, qué nos falta más que decirlo por otra parte ¿qué relaciones podremos emprender cuando estamos a pupilo? Los enemigos (y con mucha razón) nos tratan de insurgentes, pues nos declaramos vasallos. Esté usted seguro que nadie nos auxiliará en tal situación y por otra el sistema ganaría un cincuenta por ciento con tal paso".

Feliz Día de Independencia, pues, y recordemos a esos hombres que se la jugaron por un país "libre e independiente", según reza el Acta de la Independencia, el original de la cual, lamentablemente, se perdió en un extraño episodio.

1 comentario:

Marcos Di Fazio dijo...

Muy buen post. Sigo su blog entrada por entrada en mi lector de feeds. Siempre es una alegría ver que publicó algo nuevo.
Saludos desde Pehuajó.