7 de septiembre de 2008

LOS MISERABLES QUE SON FELICES

Esta obra magna de Victor Hugo es uno de esos libros que no se olvidan, porque se meten en nuestra realidad como un sol cotidiano, lleno de verdad. Jean Valjean es uno de mis personajes preferidos en toda la literatura que ha pasado por mis manos (mucha menos de la que me gustaría hasta el momento, porque como decimos siempre con mi amigo-hermano Chipi, debería haber una vida solo para leer). Su romanticismo lleno de búsquedas y de donaciones de sí mismo, frente a la rigidez de su enemigo mortal, Javert, provoca la evocación de las búsquedas del lector, que una y otra vez se ve reflejado en ese hombre lleno de pasión, pero exitoso en su generosidad repleta de sentido.

El argumento gira en torno a varios personajes, en el contexto que va desde la Revolución Francesa hasta la mitad de siglo XIX. Escenario de luchas entre los monárquicos y los liberales, esa Francia es recipiente ideal para la trama de Victor Hugo, quien la describe a la perfección con un detalle que asombra y abarca aspectos poco conocidos; por ejemplo, un capítulo entero dedicado al sistema de alcantarillado de París, por el que Valjean se ve obligado a escapar en un momento dado. "Los Miserables" es una obra extensa, de más de 1000 páginas según la edición, pero su lectura se hace atrapante y rápida en cada una de sus cinco partes.

En buena medida, las obras de Victor Hugo y Dostoievski, de quien ya hemos hablado por acá, son primas hermanas. Su argumento simpre hace eje sobre la lucha entre el bien y el mal, que se libra en el centro del corazón humano a través del sufrimiento aceptado y las tortuosas relaciones entre las personas. Pero a diferencia de Raskolnikov, el héroe de "Crimen y Castigo" que se debate entre ser un ser humano o un superhombre sin límites, pero infeliz, Jean Valjean es la encarnación de la verdad simple y pura, hasta en su personalidad frontal y generosa. El final de sus recorridos, sin embargo, los encontrará hermanados, y dejo al amigo lector el descubrimiento de ello para el silencio de alguna tarde de lluvia, o una noche de paz.

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