6 de agosto de 2008

LARGAR LOS PAÑALES

Desde ayer, nuestra hija Valentina ha decidido empezar a dejar los pañales. Su rostro después de ir al baño y hacer lo que tenía que hacer sin necesidad de depositarlo en el blanco accesorio estaba iluminado por la alegría de comunicarnos que lo había logrado, que si ella quería podía gobernar su naturaleza digestiva.

A raíz de este éxito hogareño de nuestra segunda hija -que augura un ahorro considerable de billetes- se me ocurre pensar que estos pañales que Valentina va dejando en su pasado de bebé no son los únicos que deberá superar en su vida. Todos tenemos -cada uno en su medida y sentido- distintos pañales que vamos dejando -o no- por el camino. En mi caso, por ejemplo, el carnet de conducir es una asignatura pendiente que aprobaré en los próximos días, tal como ha hecho mi hijita con su pañal: seguramente podría haberlo hecho antes, pero me he tomado mi tiempo.

Mis hermanos se sorprenderían al saber que retengo varios consejos o sentencias que me han ido regalando a lo largo de los años. Una de las frases que recuerdo de mi hermana mayor, María Fe, es la siguiente: "A veces las barreras son mentales". Es decir, no existen en la realidad, son solo una invención de nuestra cabecita que se refugia en el statu quo, en el temor al cambio, en la pereza o en vaya uno a saber qué.

Siempre vienen a mi memoria las tardes en que mi prima Dolores, con infinita paciencia, me enseñó a andar en bicicleta. Yo pedaleaba a lo largo del camino y ella corría atrás, sosteniéndome en mi andar. Así me engañaba yo, pensando muy tranquilo que ella me resguardaba de posibles y probables caídas. Mi seguridad desapareció cuando un día me di cuenta de que ella se había detenido unos metros atrás y ya no sostenía la bicicleta: yo era el único que la impulsaba. Por supuesto, me fui directo al piso, con las consiguientes heridas en rodillas. Pero lo había hecho: había andado unos metros solo, sin pañales. Ese día aprendí a andar en bicicleta.

Mencionemos un par de casos: Para algunas personas, hablar en público es un desafío que no pueden superar, y se aferran al pañal de la charla a solas, o por escrito, o de cualquier otra manera que les evite enfrentar a un grupo de prójimos mirándolas. Para otras, algo tan breve y tan difícil como expresar verbalmente un sentimiento puede ser motivo de una batalla interna llena de oportunos pañales: el silencio, el humor escapista, la agresividad o la aparente indiferencia, por nombrar solo algunos.

Las barreras que nos cuesta superar pueden adoptar formas múltiples, pero la lista de pañales que sirven para eludir el intento, aunque extensa, es conocida: son garabatos que hace la personalidad de cada quién, excusas insostenibles pero inexpugnables si su dueño no desea tomar riesgos.

Eso sí: cuando miramos a la vida de frente y decidimos de una vez hacer lo que tenemos que hacer, el pañal cae rendido y ya inútil. Sí, a veces las barreras son mentales.

3 comentarios:

ihc dijo...

Me gustaría q reflexionemos sobre lo siguiente: todo lo que sigue en la vida es más fácil q dejar los pañales. De chikitos logramos cosas increíbles muy rápido.
Saludos, Bambi!! Felicitaciones a Valen!

Anónimo dijo...

Gracias Chifyta, le voy a decir. Mañana nos vamos todos a Temaikén (no sé qué tiene que ver pero se me ocurrió decírtelo).

Anónimo dijo...

Es tan difícil verme, a veces, con mis pañales...y saber que podría ser que nunca los deje.
Bien por Valentina. Y por Maria Fe, que tanta razón tiene.