4 de junio de 2008

EL LIBRO: CRIMEN Y CASTIGO

Fedor Dostoievski es uno de los escritores más grandes que ha dado la Humanidad. Dentro de su extensa biblioteca, tal vez su obra cumbre es la que aquí venimos a examinar: "Crimen y Castigo".

Este libro fue publicado en 1866 en un diario llamado "El Mensajero Ruso", dividido en 12 partes. Lo había empezado en noviembre de 1865, uniendo lo que originalmente era el "Diario de Raskolnikov" (protagonista de la novela) con otra obra que había ideado y se llamaba "Los Pobres Borrachos". En esta última aparecía el que sería uno de los principales rostros de "Crimen y Castigo", Marmeladov.

Los personajes de esta obra magna comparten una condición común de desgraciados, descastados de la sociedad en la que no hallan refugio para sus penas. El protagonista, Raskolnikov, se debate entre ser el superhombre libre de ataduras morales y un hombre común que solo busca la libertad humana, y por tanto limitada al bien. Su salvadora es Sonia, la que se prostituye para mantener a su familia pero se da tiempo para, en medio de su miseria, compadecerse de él, pobre infeliz que lucha consigo mismo. "No hay nadie en el mundo más desgraciado que tú", le dice. Sonia es una mujer condenada en la tierra, pero ligada al Cielo por el sufrimiento aceptado. ¿Qué lógica hay en ello? La lógica de la fe, que supera la inmanencia del hombre.

El lector simpatiza con los personajes enfermos de Dostoievski, y hasta puede identificarse con ellos. ¿Por qué? Porque el escritor los disculpa con sus manías y sus locuras. Escribe el historiador Henri Troyat en su biografía del gran ruso:

"Desde luego, la primera impresión es que no tenemos nada que ver con estos seres desconcertantes. Y, sin embargo, nos atraen como el fondo de un abismo. Nunca los hemos encontrado. Pero nos son misteriosamente familiares. Los comprendemos. Los amamos. En fin, nos reconocemos en ellos. Y es que no son más anormales que nosotros. Son lo que no nos atrevemos a ser. Hacen y dicen lo que no nos atrevemos a hacer y decir. Ofrecen a la luz del día lo que nosotros hundimos en las tinieblas de nuestras conciencias".

Los rasgos de los personajes dostoievskianos se repiten en todos sus libros, y comparten esa búsqueda permanente de la felicidad que los llene de sentido en medio de los vicios y las manías autodestructivas. Él mismo lo dijo: "El secreto de la existencia no consiste solamente en vivir, sino en saber para qué se vive".

Leí "Crimen y Castigo" por primera vez a los 15 o 16 años, y debo decir que me marcó en mi visión de las personas y mi forma de ver la realidad que me circundaba. En el sufrimiento ajeno encontré una redención futura que coincidía con lo que me había sido enseñado, pero era presentado aquí en una dimensión mucho más vívida para un espíritu juvenil. Raskolnikov es uno de los personajes que, sin dudas, mayor simpatía me ha despertado en mis lecturas, por su búsqueda permanente de verdad, su honestidad intelectual y su apertura al amor y la trascendencia de sí mismo, que es lo que salva al hombre.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No puedo explicar a qué se debe, pero jamás pude terminar Crimen y castigo.
La lectura se me torna cada vez más tediosa y termino abandonando a mitad de camino.
Hasta hace un par de años lo seguí intentando, sin éxito hasta el momento, lo cual es una pena ya que me pierdo un eslabón importante en la historia de la literatura.

Las lecturas que comienzo y no termino me llevan a preguntarme si debe uno hacer un esfuerzo adicional con aquellos libros que no resultan "atrapantes". O por el contrario, es menester abandonarlos y continuar con otra cosa.
Hace años que le doy vuelta al asunto sin haber logrado despejar las dudas respecto de que hacer cuando se presenta esta disyuntiva.
Chipi

El Bambi dijo...

A mí me pasó lo mismo, por ejemplo, con "Cien Años de Soledad". Terminé siguiendo la opinión de Borges: "El verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta el modo imperativo". Es decir, lo abandoné.

También hay libros que uno está mejor predispuesto a leer en una etapa de su vida más que en otra, porque uno también cambia en sus gustos, búsquedas y convicciones.

De todas maneras, existe en la cabeza de cada quien una breve y subjetiva lista de libros que podría leer en cualquier momento de nuevo, como esos amigos que están siempre, más allá de todo. Esos son los clásicos.