1 de abril de 2008

100 AÑOS

San Lorenzo cumple 100 años y yo bendigo el día en que me hice para siempre de este club.

Mi primer recuerdo asociado al Santo de Boedo se ubica en el Viejo Gasómetro, allá por el 76, en una tarde elegida en que mi papá, oriundo de Barcelona como tantos cuervos, nos llevó a mi hermano y a mí a ver gratis el segundo tiempo de un partido contra Rosario Central, que perdimos 4 a 3. La única imagen que guardo de ese partido es de Kempes pateando un penal. Tengo El Gráfico de esa fecha. Atrás habían quedado el bicampeonato del 72 y el Nacional del 74, que yo no había vivido claramente por ser apenas un niño, casi bebé. En mi guardarropas infantil latía una camiseta azulgrana de piqué fino, que llevaba al campo de deportes del colegio en eventos especiales, con orgullo.

Mi segundo recuerdo del Ciclón es de aquella tarde negra del 82 en que me enteré por radio de que habíamos descendido. Para un alma sin suelas gastadas como la mía, aquello era incomprensible. Quise llorar. Y al año siguiente, escuché todos los partidos de sábado con Fernandito en la terraza, a través de la portátil naranja donde sonaban el Parnisari Gol y la Guadaña de Guillermo Nimo, o el relato de Jorge Bullrich. Si ya me había bautizado en el desaparecido Gasómetro, ese año de partidos de ascenso me enamoré de San Lorenzo, como quien aprende a vivir en la mala para más adelante disfrutar las buenas.

Y las buenas vinieron, después de años de paseo por canchas alquiladas y Liguillas ganadas que apenas nos servían para gritar goles. El 93 fue el año de la cancha propia, y el 95 el del milagro en Rosario. Jamás había experimentado algo como esos instantes después de terminado el partido en que San Lorenzo se coronó campeón después de 21 eternos años. Subido a un paraavalanchas y envuelto en una bandera azul y roja que ondeaba al viento, gritaba y lloraba feliz. No podía hablar, porque nadie me había explicado cómo era salir campeón después de años de recibir burlas en silencio. En el largo abrazo con mi hermano me abracé a la vida del hincha feliz.

Después vinieron otras vueltas: la del 2001, en la sombra pero con el alma llena de luz por la también milagrosa aparición de Paula, la Mercosur de enero de 2002, la Sudamericana de diciembre de ese año, y la última acá nomás, en julio 2007.

San Lorenzo es barrio de tango, es cuna de españoles exiliados, es un cura repartiendo camisetas a los niños de su capilla, es una multitud de nombres célebres alrededor de una pelota azul y roja que empezó a rodar de la mano del Padre Massa y María Auxiliadora.

San Lorenzo es el dueño de una gran parte de mis alegrías, y también de mis tristezas. Porque quien solo entiende el amor en las buenas, no entiende nada. Y quien no ha llorado por el fútbol se ha perdido una hoja de la biblia existencial que nos marca el camino de la plaza, el patio, la baldosa y los dos buzos sin travesaño.

San Lorenzo es el Ciclón de Boedo, los Carasucias, los Matadores, el Terceto de Oro, los Camboyanos. Es una cabeza pegada a una portátil clandestina cuando Papá pensaba que estábamos durmiendo. Es una rateada de la facultad para ir a la cancha de Ferro con los libros, y es la tarde destemplada en que festejan otros, porque el fútbol es así y mis amigos también pueden celebrar por sus colores. Es un viaje solitario a Córdoba o La Plata. Es la toalla, el calzoncillo, los gorros desflecados, la taza y el babero, los muñecos y las medias que me trajeron los Reyes Magos y conservo. Es la corbata azul y grana en el casorio, y el muñequito de torta de Tío Carlos, y la suelta de globos azules y rojos desde el balcón. Es apurar los ravioles para tomarme el 150 o el 59 o el 102. Es mi mamá aceptando mi silencio de plomo y mi falta de apetito a la vuelta de una derrota, y es ella de nuevo riendo con mi cántico feliz de cuervo triunfante. Es un chori con el Piti en Luna y Los Patos, y es un bondi con el Coco a la cancha de Español. Es Fernandito, es el Pibe, es mi primo Paco, es Pedrito que quiso venir justo este año, y sus hermanitas que bailan conmigo, y los sobrinos y los ahijados, que sienten y entienden cómo es esto. Es Marcos que viene feliz a decirme que ya no es del otro equipo, que quiere ser del Ciclón. Es Paula, que supo con quién estaba el día que la llevé a la cancha.

San Lorenzo es gritar bajo la lluvia en la popular, con el gorrito en visera todo roto, y es un policía diciéndome: "Estás flaco, Julio" en la puerta de Huracán. Es una maldición al aire en el Gayinero, y una música repetida en la Bombonera. Es colgarse del alambrado ante los tablones de Ferro o rodar por los escalones gritando un gol en la popular de Independiente. Es envolverme en la bandera que un desubicado quería quemar en el casamiento de mi hermano, y es la espera callejera para irrumpir en el segundo tiempo. Es la noche oscura de corridas en la Boca, cuando dudé de si seguir yendo a la cancha, y la tarde azul y roja en el Gigante de Arroyito. Es dormir envuelto en una bandera, con la cara sonriente y paz en el corazón. Es gritar un gol en el último minuto corriendo por una vereda de Palermo o Villa Urquiza, y es agarrarse sarampión en un abrazo de gol con un hincha sin nombre.

Felices 100 años, Ciclón, y gracias por darle tus colores a mi vida.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Quiero también compartir con el Bambi y los visitantes de su blog estas reflexiones en torno al centenario santo.

Un milagro y 100 años de santidad.
Lo conocí gracias a mi abuelo, Martín Diego Farrell, hombre estudioso, de bajo perfil e inquieto espíritu aventurero, curioso observador de avances tecnológicos, amante de la naturaleza, del campo, de la literatura y la música y, por sobre todas las cosas, apasionado hincha de San Lorenzo de Almagro, el club de sus amores.

¿Quién? Me pregunto quién hubiera dicho, en aquel lejano 12 de marzo de 1907, que ese niño de marcados rasgos irlandeses llegaría a ser el hombre que contagiaría de azul y rojo los corazones de una familia entera y de sus descendientes. Fue él quien supo regar en mamá y mis hermanos el cariño por el club de Boedo.

Quién hubiera pensado que don Martín habría de asistir al milagro de ver crecer a un humilde club de barrio a la par suyo hasta convertirse en una gran institución de alcance nacional.

Lo cierto es que este odontólogo, radiólogo, profesor universitario, fotógrafo, aficionado productor de cine, tuvo tiempo de querer a San Lorenzo y de compartir ello con todo aquel que lo rodeó.

Cien años de San Lorenzo no tendrían sentido para mí sin el recuerdo de mi queridísimo abuelo, Tito, a quien siempre habré de extrañar. Pues fueron incontables tardes en su mesa, con la radio frente a nosotros y el repiqueteo incesante de voces vertiginosas de los relatores de entonces. El ta-ta-ta de Víctor Hugo y el gol con acento en la “L” del gordo Muñoz, acompañados de sándwiches de jamón (¡nunca les puse queso a pesar de la insistencia distraída de papá!) y galletitas, llenaron las infinitas tardes de mi infancia, probablemente los momentos más felices de mi vida. Fueron también muchísimos viajes, ida y vuelta a Marcos Paz escuchando la radio, con los pasajeros del auto en silencio a la espera del ansiado grito. Traje, sobretodo, sombrero y maletín siempre acompañaron al gran Tito sin importar la estación del año. Allí, en ese maletín negro llevaba, durante sus últimos tiempos, la radio de bolsillo para alguna verdadera emergencia. Regaron aquellas tardes anécdotas inacabables: Farro, Pontoni y Martino; el arquero Mickey; los cuadros, las fotos y los banderines de tiempos de gloria azulgrana que llenaban las paredes del garage, mezcla de taller y museo sanlorencista; más personajes de la historia, como el negro Tim, Fischer y Telch… Todas captaban mi atención y aquellos relatos recibían mi asombro y fascinación de niño.

Tal vez, a primera vista, pueda resultar extraño leer casi un relato de la vida mi abuelo, en lugar de la esperada referencia única a San Lorenzo. Lo cierto es que me resulta inevitable ligar ambas personas. San Lorenzo fue, justamente, parte importante de su vida y Tito la compartió con nosotros. Sin su vida, yo no puedo explicar San Lorenzo. Sin él, yo no entiendo a San Lorenzo. Sin Tito, este club de barrio simplemente no es San Lorenzo para mí. ¿Por qué? Porque esta linda parte de su vida nunca olvidaré y así lo hubiera querido él. Porque, como muchos otros hinchas, él vio nacer y crió a San Lorenzo. Porque, sin otros hinchas como él, no existiría San Lorenzo. Porque sin los hinchas no existiría este club. Porque San Lorenzo es, en definitiva, su gente; la de hoy, la de ayer, la de mañana... Y, por ello, tal fuera el deseo de mi abuelo, permita el Señor a mis nietos ver a este santo club cumplir 200 años rodeado de la gran familia azulgrana -que esperemos pueda volver pronto en paz a las canchas.

Gracias Tito.

La gran familia del fútbol rinde homenaje: ¡SALUD CICLÓN!

T.M. (a quien, más de 10 años atrás, el Bambi supo bautizar como "la furia al cuadrado").

Mastrocuervo dijo...

Muy lindas vivencias, muy emotivas.

El post está tan bueno como el comentario de T.M.

El Bambi me llegó al cuore con algunos pasajes, como "es mi mamá aceptando mi silencio de plomo..." y varios más.

T.M. me hizo emocionar porque no pude evitar un paralelo entre tu abuelo Tito y mi viejo, que nació en 1903 y se hizo socio de San Lorenzo a sus 14 ó 15 años, porque era el club que tenía el mejor estadio. De ahí en adelante, la pasión azulgrana se proyectó en mi familia, y va por la tercera generación.

Mucha emoción, ¿será que me estoy poniendo viejo?

Humildemente, les dejo más abajo el link a un post sobre este mismo tema que subí a mi blog.

Un abrazo cuervo.

http://pestoymalbec.blogspot.com/2008/03/que-cien-aos-no-es-nada.html

Anónimo dijo...

¡Feliz Cumple Cuervo! Tus comentarios me hacen recordar mis propias experiencias. Qué bueno que es gritar bajo la lluvia en la popular, con la lluvia la gente se enloquece. A la vuelta volvés pensando que te enfermás sí o sí pero el recuerdo no te lo saca nadie.

Nico

Malvinas su Historia dijo...

Felicidades, Bambi! Te firmo con el blog de mi pap� y su programa de radio! Espero que andes bien, me encant� la entrada de Pedrito y la de Pedro.
Saludos
Chi

Anónimo dijo...

Muy bueno el cometario pero...¿Y tus hermanas que también somos de San Lorenzo, entre ellas la que suscribe que al rezar con sus alumnas agregaba "San Lorenzo, ruega por nosotros" y se me enojaban a lo que yo respondía que el día que hubiera un "San Boca" o "San River", etc también podríamos invocarlo pero que por el momento él era el único????? jajajajajaja! y tus hermanas que nos bancabamos el portazo de tu llegada después de una derrota????? Carinios!