12 de noviembre de 2007

CONSEJOS DE MARTÍN FIERRO


Un padre que da consejos
más que padre es un amigo;
ansi como tal les digo
que vivan con precaución:
naides sabe en que rincón
se oculta el que es su enemigo.

Yo nunca tuve otra escuela
que una vida desgraciada:
no estrañen si en la jugada
alguna vez me equivoco,
pues debe saber muy poco
aquel que no aprendió nada.

Hay hombres que de su cencia
tienen la cabeza llena;
hay sabios de todas menas,
mas digo, sin ser muy ducho:
es mejor que aprender mucho
el aprender cosas gúenas.

No aprovechan los trabajos
si no han de enseñarnos nada;
el hombre, de una mirada,
todo ha de verlo al momento:
el primer conocimiento
es conocer cuándo enfada.

Su esperanza no la cifren
nunca en corazón alguno;
en el mayor infortunio
pongan su confianza en Dios;
de los hombres, sólo en uno;
con gran precaución en dos.

Las faltas no tiene límites
como tienen los terrenos;
se encuentran en los mas güenos,
y es justo que les prevenga:
aquel que defetos tenga,
disimule los ajenos.

Al que es amigo, jamás
lo dejen en la estacada,
pero no le pidan nada
ni lo aguarden todo de el:
siempre el amigo más fiel
es una conducta honrada.

Ni el miedo ni la codicia
es güeno que a uno le asalten,
ansi, no se sobresalten
por los bienes que perezcan;
al rico nunca le ofrezcan
y al pobre jamás le falten.

Bien lo pasa, hasta entre pampas,
el que respeta a la gente;
el hombre ha de ser prudente
para librarse de enojos:
cauteloso entre los flojos,
moderado entre valientes.

El trabajar es la ley,
porque es preciso alquirir;
no se espongan a sufrir
una triste situación:
sangra mucho el corazón
del que tiene que pedir.

Debe trabajar el hombre
para ganarse su pan;
pues la miseria, en su afán
de perseguir de mil modos,
llama en la puerta de todos
y entra en la del haragán.

A ningún hombre amenacen,
porque naides se acobarda;
poco en conocerlo tarda
quien amenaza imprudente:
que hay un peligro presente
y otro peligro se aguarda.

Para vencer un peligro,
salvar de cualquier abismo
-por esperencia lo afirmo-,
más que el sable y que la lanza
suele servir la confianza
que el hombre tiene en si mismo.

Nace el hombre con la astucia
que ha de servirle de guía;
sin ella sucumbiría:
pero, sigún mi esperencia,
se vuelve en unos prudencia
y en los otros picardía.

Aprovecha la ocasión
el hombre que es diligente;
y, tenganló bien presente:
si al compararla no yerro,
la ocasión es como el Fierro:
se ha de machacar caliente.

Muchas cosas pierde el hombre
que a veces las vuelve a hallar;
pero les debo enseñar,
y es gúeno que lo recuerden:
si la verguenza se pierde,
jamás se vuelve a encontrar.

Los hermanos sean unidos
porque ésa es la ley primera
tengan unión verdadera
en cualquier tiempo que sea,
porque, si entre ellos pelean,
los devoran los de ajuera.

Respeten a los ancianos:
el burlarlos no es hazaña;
si andan entre gente estraña
deben ser muy precavidos,
pues por igual es tenido
quien con malos se acompaña.

La cigüeña, cuando es vieja,
pierde la vista, y procuran
cuidarla en su edá madura
todas sus hijas pequeñas:
apriendan de las cigüeñas
este ejemplo de ternura.

Si les hacen una ofensa,
aunque la echen en olvido,
vivan siempre prevenidos;
pues ciertamente sucede
que hablará muy mal de ustedes
aquel que los ha ofendido.

El que obedeciendo vive
nunca tiene suerte blanda,
mas con su soberbia agranda
el rigor en que padece:
obedezca al que obedece
y será gúeno el que manda.

Procuren de no perder
ni el tiempo ni la vergüenza;
como todo hombre que piensa,
procedan siempre con juicio;
y sepan que ningún vicio
acaba donde comienza.

Ave de pico encorvado
le tiene al robo afición;
pero el hombre de razón
no roba jamás un cobre,
pues no es vergúenza ser pobre
y es vergúenza ser ladrón.

El hombre no mate al hombre
ni pelé por fantasía;
tiene en la desgracia mía
un espejo en que mirarse;
saber el hombre guardarse
es la gran sabiduría.

La sangre que se redama
no se olvida hasta la muerte;
la impresión es de tal suerte,
que, a mi pesar, no lo niego,
cai como gotas de juego
en la alma dei que la vierte.

Es siempre, en toda ocasión,
el trago el pior enemigo;
con cariño se los digo,
recuérdenlo con cuidado:
aquel que ofiende embriagado
merece doble castigo.

Si se arma algun revolutis,
siempre han de ser los primeros,
no se muestren altaneros,
aungue la razón les sobre:
en la barba de los pobres
aprienden pa ser barberos.

Si entriegan su corazón
a alguna mujer querida,
no le hagan una partida
que la ofienda a la mujer:
siempre los ha de perder
una mujer ofendida.

Procuren, si son cantores,
el cantar con sentimiento,
ni tiemplen el estrumento
por sólo el gusto de hablar,
y acostúmbrense a cantar
en cosas de jundamento.

Y les doy estos consejos
que me ha costado alquirirlos,
porque deseo dirigirlos;
pero no alcanza mi cencia
hasta darles la prudencia
que precisan pa seguirlos.

Estas cosas y otras muchas
medité en mis soledades;
sepan que no hay falsedades
ni error en estos consejos:
es de la boca del viejo
de ande salen las verdades.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Qué te parecen los consejos del Viejo Vizcacha? Son más anárquicos, mucho más individualistas y oportunistas. Así y todo, tengo mucha simpatía por ese personaje del Martín Fierro.
Ojo, Martín siempre me cayó muy bien también.
De todas maneras, Cruz es mi personaje preferido. La escena en la cual se presenta a Cruz en el relato, aun habíedolo leído ya muchas veces, me sigue emocianando como la primera vez. Cruz se pasa del lado de Fierro cuando lo encuentra la policía, al grito de "no concibo que se mate así a un valiente". Borges se ocupa de este memorable episodio de la literatura argentina (perdón por las palabras pomposas) en su cuento "Biografía de Tadeo Isidoro Cruz". Cuando termino de este de leer este relato, y lo hago varias veces al año, no puedo evitar que se me llenen los ojos de lágrimas.
Saludos
Chipi

El Bambi dijo...

Y eso que Borges, si no me equivoco, lamentaba el hecho de que el Martín Fierro fuera la obra representativa de la Argentina. Él postulaba, creo, el "Facundo" o "Civilización y Barbarie", no recuerdo bien.

A mí me gustaría haber vivido esa época que describe José Hernández (quien paradójicamente escribió el libro, o parte de él, en un hotel frente a la Plaza de Mayo, en Rivadavia y Balcarce). Con el campo, me ocurre lo mismo frente a los cuadros de Molina Campos.

También, cuando leo la vida de Piedrabuena o el Perito Moreno en el sur distante. En el siglo XIX, había que ser guapo para aventurarse a ir allá e instalarse a comerciar. Pero explorar todo aquello debe haber sido fascinante. Ironías de la historia: el Perito Moreno nunca conoció el glaciar que lleva su nombre, pese a haber estado cerca.

Una de mis deudas pendientes con mi biblioteca es una buena edición del Martín Fierro. Ahora salió una con ilustraciones de Fontanarrosa que me sorprendió gratamente.

hugo dijo...

"NO DIRE QUE EL FACUNDO ES NUESTRO PRIMER LIBRO ARGENTINO...DIRE QUE SI LO HUBIERAMOS CANONIZADO COMO NUESTRO LIBRO EJEMPLAR OTRA SERIA NUESTRA HISTORIA Y MEJOR" J.L.B.-

El Bambi dijo...

Suerte que usté andaba por acá, Hugo. Queda hecha la pesquisa.