11 de agosto de 2007

¿ALGUIEN TIRA LOS DADOS CON NOSOTROS?

¿Somos libres o somos títeres de un Gran Titiritero?

La libertad es una cuestión sobre la que los hombres se preguntan hace mucho tiempo ya, y no pretendo resolverla en estas pocas líneas. Tan solo dejar algunos apuntes que se le ocurren a un amateur de estos dilemas.

El protestantismo, según Max Weber, da impulso al capitalismo porque le asegura que si le va bien en lo que a prosperidad económica se refiere, eso es una señal de que Dios le tiene reservado un destino en el Cielo. La acumulación es, entonces, una vía para asegurarse la vida en el paraíso. Pero entonces, la libertad no existe, porque en el fondo ya estamos condenados al éxito o al fracaso.

Partiendo de la base de que Dios existe, la pregunta es: Si Dios sabe dónde vamos a terminar, estamos predestinados. Porque Él podría no crearnos debido a nuestro destino fatal, pero igual nos crea. ¿Se divierte con nosotros? Yo pienso que no, y creo que esa es la mayor prueba de que somos libres.

En todo caso, Dios sabe qué nos va a pasar si hacemos tal o cual cosa, pero somos nosotros los que decidimos hacerla. Si me cruzo a la mujer de mi vida en un colectivo, soy libre o no de hablarle, y ella es libre de darme su teléfono. ¿O acaso no hay personas que han dejado pasar el tren y aún no se han dado cuenta? ¿O acaso no tomamos decisiones equivocadas con nuestra libertad, y las remediamos después?

El argumento de que Dios sabe qué nos ocurrirá mañana no se sostiene porque Dios no se maneja con categorías temporales, que son convenciones humanas. El tiempo es uno de los grandes misterios del hombre, y justamente porque es un misterio y no podemos entenderlo es que no podemos tomarlo como argumento para responder a otro misterio, como es el de la libertad.

Si Dios no existe, o para simplificarlo aún más, si no existe un Absoluto, quedamos solos con nuestra libertad. No parece haber nada externo que condicione nuestras decisiones, pero sin un Absoluto la vida pierde sentido, y por ende la noción de libertad carece de sustento. De todas maneras, como sostiene Jean Guitton, todo el mundo cree en un Absoluto, y el verdadero problema es si ese Absoluto es personal o no.

Si la libertad no existe, no existe el mérito, ni tampoco existen el bien y el mal, porque las personas no obran conforme a criterios morales, sino guiados por un destino irrevocable. Si esto es así, no tiene sentido denostar a Hitler o Stalin, porque ellos no fueron libres de hacer lo que hicieron. Sencillamente, estaban predestinados a hacerlo.

Al mismo tiempo, si no existe la libertad tampoco existe la verdad, porque es la verdad la que nos hace libres (y la que determina la existencia del bien y el mal). Si no conocemos la verdad, no podemos tomar decisiones sobre bases sólidas, y actuamos guiados por la intuición, el capricho o el azar. Pero no tenemos todos los datos necesarios para decidir con libertad completa, y entonces la libertad está necesariamente asociada a la verdad. Aún si tomamos la decisión equivocada, en muchas ocasiones sabemos que la estamos tomando, pero preferimos satisfacer otros impulsos o deseos, y lo hacemos porque somos libres.

Si el hombre no es libre, tampoco es persona, porque en la noción de "persona" está incluida la de elección. El hombre elige, y esto es lo que lo diferencia del animal, que se guía por motivos irracionales y no tiene una inteligencia capaz de aproximarse a la verdad.

La respuesta a si somos libres o no abarca necesariamente todas nuestras decisiones. O existe la libertad o no existe. Pero la respuesta no varía según las circunstancias, porque la libertad es un concepto que está más allá de la decisión a la que nos estemos refiriendo. Lo que varía es el grado de libertad del que disponemos, pero el concepto está siempre presente.

Víctor Frankl escribió en “El hombre en busca de un sentido” que en Auschwitz él se sentía más libre que sus guardianes, porque internamente él tenía libertad para pensar lo que quería, y para elaborar una visión hacia el futuro, en el que él se veía dando conferencias sobre la teoría psicológica que estaba pergeñando en esos días tristes. Sus guardias, en cambio, obraban como autómatas y carecían de libertad para pensar otra cosa que no fuera el manual de instrucciones del nazismo. Él era, entonces, más libre que aquellos que le pegaban, lo insultaban y lo humillaban. Frankl destacó el hecho de que el hombre fuera capaz de generar un lugar tan siniestro como Auschwitz y al mismo tiempo ir a la cámara de gas recitando el Padrenuestro, como él mismo había visto. Esa es la libertad humana.

Estas reflexiones, que solo buscan expresar ciertas aproximaciones un tanto rústicas sobre un tema que sin dudas está lejos de resolverse en la mente humana, surgieron mientras me comía una milanesa a la napolitana con el Nono, a quien dedico estas líneas libremente.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Qué es el tiempo? En tus breve artículo decís que el tiempo es un misterio. A continuación, unas reflecciones al respecto extrídas de un librito llamado "La vida, el tiempo y la muerte".
El hombre es un animal inseguro y ansioso, que busca su seguridad en el conocimiento, apoyándose en el modelo de conocimiento que sus sentidos le permiten obtener.
Tenemos el esquema de la realidad que tenemos porque nuestros sentidos y nuestra cabeza funcionan como funcionan. Algo así como un señor que, al regresar de un paseo por lugares desconocidos, al cual llevó una cámara fotográfica, se admira de que sólo recogió imágenes estáticas, pero no el sonido de las voces ni el aroma de las flores, ni el gusto de las comidas.
Somos la especie observadora, la que va engendrando un modelo de realidad que después nos maravilla descubrir a nostros mismos.
A pesar de los modelos científicos, jamás hemos justificado la idea de que el tiempo transcurra. Los humanos "creemos" sentir un tiempo que fluye desde un pasado en el que ubicamos las causas hacia un futuro en que ubicamos los efectos.
¿Solamente creemos que el tiempo fluye? ¿Acaso sugerimos que la realidad de ahí afuera está inmutablemente quieta pero que, por algún misterioso efecto, "nos aprece" que cambia?
No, simplemente estamos reconociendo, con la debida humildad, que las dificultades en demostrar que ahí afuera hay un tiempo que transcurre son tan formidables, que hasta ahora nadie ha logrado llevar a cabo tal demostración.
Estamos seguros de "sentir" que el tiempo fluye. Sospechamos que la residencia de tales sentimientos y pensamientos es el cerebro humano.
Ese cerebro, fruto de la evolución (ni la persona más creyente, con alguna formación científica, puede afirmar en nuestros días que algún ser superior nos colocó tal y como somos a nostros y el resto de los seres vivos), ha echado a andar en cumplimiento de la información genética copiada una y otra vez en lo más intimo de nuestras células y es el que nos permite hacernos un "modelo" del mundo que nos rodea. Y ese modelo, es limitado, no permite entender todo. Imaginemos un ser que viviese en dos dimensiones. No accedería jamás a entender a otro que viviese en tres dimensiones.
Ahora bien, ¿convierte este hecho en un misterio (según la Real Academia Española, cosa inaccesible a la razón y que debe ser objeto de fe) las tres dimensiones? Me parece que no, sólo no podemos acceder a ese conocimiento por nuestras propias limitaciones. Pero hablar de misterio en ese caso sería colocarnos en la misma posición que el hombre antiguo frente al fuego o el vuelo de las aves.
Podemos afirmar que no comprendemos cabalmente que es el tiempo, pero de allí a colocarle el rótulo de misterio me deja como el Bonet frente a mis pregutnas sobre la Santísima Trinidad: "cree, hijo, no preguntes". Y yo, personalmente no puedo no preguntar. Es p

Otro tema que no comparto contigo es la idea de que todos creemos en un absoluto. Y no estoy sólo en eso: hace un buen tiempo que Einstein nos demostrara que no hay absolutos. Y aquí hablo de categorías materiales, no bondad, amor, etc. Los absolutos en que cada uno cree son personales siempre, y no sólo agregan nada a la ciencia, sino que a lo largo de la historia han contribuído a estancar y en algunos casos hacer retroceder los avances del pensamiento. Ejemplos al respecto sobran.
La percepción del mundo que nos rodea sólo es posible mediante los sentidos, por ende, es subjetiva por donde se la mire. El absoluto, esa ancla gracias a la cual pretendemos estar firmes, es otra de las invenciones humanas que a algunos le sirve para hacer más llevadero esto que es vivir.

Hé dicho.
Saludos
Chipi

El Bambi dijo...

Me parecía que ésta era una columna indicada para recibir tus reflexiones y por fin las vi concretadas. Agradezco la presencia en este modesto espacio.

Intentaré en lo que sigue una síntesis de la argumentación de Guitton con respecto al Absoluto.

Casi todo el mundo cree en la existencia de un Absoluto, y el verdadero problema es en qué forma del Absoluto se cree. El ateo es un teísta que ha cesado de creer en Dios y se imagina no creer más en lo Absoluto. Pero al hacer esto se ha puesto a creer automáticamente en un Absoluto no personal. Los materialistas conciben la materia como un Absoluto inengendrado e imperecedero, o como un Devenir eterno, o como una Muerte inmortal, o también como una Vida universal, o una Naturaleza infinita, pero siempre como un principio primero, radical e irreductible a ninguna otra cosa: lo Absoluto. En cuanto a los idealistas, reducen la materia a no ser más que un correlato del esíritu, y entonces para ellos el Espíritu, o el Yo, o la Razón son como lo Absoluto.

Los escépticos vacilan entre varias ideas de lo Absoluto, y eso prueba que no vacilan sobre lo Absoluto en sí mismo. Si el escéptico dudara verdaderamente del Absoluto en vez de vacilar entre distintas ideas de él (éste parece ser tu caso), admitiría la hipótesis de que pueden no subsistir más que la ilusión del ser y de la nada, y eso sería el nihilismo. La nada tomaría de inmediato una mayúscula y estaríamos en presencia de una metafísica nihilista donde lo Absoluto sería concebido como Nada. Una Nada que no sería nada y que probablemente no sería lo que entendemos buenamente por esa palabra.

Más aún: Los que rechazan lo Absoluto pueden tener más de una postura: o bien se han rebelado contra lo Absoluto, y por lo tanto lo admiten como real, sin querer amarlo u obedecerlo (primer caso); o bien se imaginan que su rechazo podía impedir al Absoluto ser, y en tal caso imaginan su voluntad como un Absoluto que sería Voluntad con mayúscula. Por consiguiente, admiten también como real un Absoluto: la Voluntad (segundo caso); o bien (tercer caso) quieren simplemente que no haya Absoluto, pero entonces, o es un deseo ineficaz y volvemos al primer caso, o es más que eso y volvemos al segundo.

Sin idea de Absoluto no hay idea-fuerza de verdad, y sin ella no hay idea de razón en marcha. Es decir, no hay razón que no albergue de algún modo una idea de Absoluto y que no funcione gracias a ella.

Si pensamos que ese Absoluto no es más que una estructura de nuestra razón, en cuyo caso lo real y lo Absoluto serían incognoscibles, rechazamos cierta idea de lo Absoluto, que se vuelve en efecto incognoscible y hasta absurda, pero sólo para plantear otra de inmediato, que es la Razón.

Por último, creo que si todo nuestro conocimiento fuera personal y subjetivo, sin nociones objetivas, toda esta discusión no tendría sentido.

Si tu postura fuera la "correcta" (entre comillas, porque no habría verdad"), yo te respondería que entonces no tenés razón porque la verdad no existe y por ende tampoco tu posición es verdadera. Ni mis argumentos ni los tuyos tendrían razón de ser porque la verdad no existiría, y eso cancelaría toda posibilidad de progresar en el conocimiento a través de la razón. Algo que yo no estoy dispuesto a hacer y vos tampoco.

Kha0s dijo...

Interesante post. Coincido en que de alguna manera para nuestra limitada mente, es necesario algún tipo de absoluto.

Personalmente me definiría como escéptico porque hasta ahora ninguna de las posibles representaciones de dios me parece lógica... desde "mi" lógica. Lo que las religiones tienen para decir sobre dios me parece un insulto a la inteligencia humana.

Por otra parte, después de Göedel al menos, terminé de aceptar que ciertas respuestas solo sirven a nivel personal y por lo tanto, la cuestión de dios tendría 2 naturalezas: una "real" e incognoscible y otra personal.

Salud0s.

Kha0s dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Coincido contigo, kha0s: las religiones insultan el intelecto del hombre al pedir que se tenga "fe", restándole todo valor a la razón para plantear un tema de tanta importancia como la existencia de un ser superior.
Siempre me pregunto cómo es posible que gente ilustrada aún siga creyendo en cosas tales como un nacimiento de una virgen, los milagros y otros insultos a la razón, mientras se deja de lado a Darwin por el creacionismo (como en los EEUU).
Aunque me desbauticé hace varios años, recibí educación católica no sólo en el colegio, sino también mi familia. Desde muy chico comenzaron mis interrogantes respecto de la religión y su doctrina. Las respuestas de los curas siempre fueron las mismas: "pedile a dios que te de fe". Y aqui una paradoja: la fe es un don, el cual evidentemente no distribuye de manera equitativa. ¿Qué dios haría esas diferencias desde el inicio mismo?
Cansado de tanta sin razón, llegaron a mi auxilio algunos de mis libros de cabecera: "Por qué no soy cristiano" por Bertrand Russell; "Manual de ateología" por Michel Onfray; "Diálogo entre un sacerdote y un moribundo" por el Marqués de Sade, entre otros. "Encontrar" intelectuales y filósofos de esta talla con ideas para mi revolucionarias (negar a dios a los 25 años fue todo un desafío) tuvo dos efectos: el primero, confirmar que no estaba sólo en mis disquisiciones. El segundo, no somos los ateos los que debemos aportar la prueba de la no existencia de un ser superior: son los creyentes los que deben aportarla. Y hasta el momento, pruebas, lo que se dice pruebas, no hay. Solo fe. Y la fe, como dice kha0s, es un asunto privado, pero jamás prueba.
Por mi parte, sigo esperando que algún creyente venga y me presente pruebas. Desde ese día, seré religioso. Mientras tanto, seguiré disfrutando y viviendo ésta, mi única vida.
Saludos
Chipi

El Bambi dijo...

Si me permiten, estoy en desacuerdo con la idea de que pedir fe sea un insulto a la razón, porque no creo que la razón pueda resolver todos los dilemas del hombre. En todo caso, me parece que la fe y la razón son complementarios, y el hecho de que algo no pueda o no sepa ser probado racionalmente no implica que no exista.

Si yo le pido a mi hijo que crea lo que le digo basado en un mero argumento de autoridad, y en el entendimiento de que no está en condiciones de comprender lo que le estoy diciendo, no estoy por ello insultando la razón de mi hijo, sino complementando lo que su edad y su desarrollo le impiden entender.

Yo no creo en la omnipotencia de la razón. Y creo que si entendiéramos los misterios de Dios a través de la razón, seríamos Dios. Por ende, no existiría un Dios fuera de nosotros. De esto se desprende que la fe es necesaria para aceptar a Dios en nuestra vida.

No he pretendido en este comentario defender mi postura favorable a la existencia de Dios, sino refutar la tesis de que la fe es "un insulto a la razón".

Ahora bien, yo creo en un Dios personal porque creo que ese Dios es real, porque si no no lo creería. Es decir, si nos permitimos creer en un dios a manera de consuelo, y aunque tengamos sospechas de que ese dios no existe, estamos divorciándonos de la realidad. Sería un dios de los idealistas, de los que piensan que uno construye la realidad a su manera y en su interior. Es decir, una realidad inmanente que no tendría nada que ver con la que está ahí afuera.

Yo creo ver en la naturaleza muchas cosas que me llevan a creer en Dios, más que a no creer. Quiero decir que creo en un Dios que no pertenece a mi mundo interior sino a la realidad pura y simple. Pero no pretendo abarcarlo con la razón, porque no pretendo equipararme a Él.

Tengamos pruebas o no, eso no impedirá que Dios exista, de la misma manera que un átomo existe aunque una hormiga no entienda su existencia.

Anónimo dijo...

Reproduzco a continuación un párrafo de tu comentario anterior:
"Si yo le pido a mi hijo que crea lo que le digo basado en un mero argumento de autoridad, y en el entendimiento de que no está en condiciones de comprender lo que le estoy diciendo, no estoy por ello insultando la razón de mi hijo, sino complementando lo que su edad y su desarrollo le impiden entender"

La fé pone al hombre en la posición que describe el párrafo anterior. Nos coloca como niños frente a la autoridad: "creé, porque es así, y listo", ya que supone que no tenemos capacidad de entender. A mi humilde entender, esa postura le escapa a la fatalidad de la vida: no existe un por que ni un para que vivimos, no hay un "sentido de la vida". Vivimos, y listo, tal y como viven el resto de los seres vivos. Desde nuestra perspectiva, autoconciente, cuesta asumir la dura y cruel realidad: nos morimos, y listo, se acabó, chau pinela. Y el que piensa lo contrario, que traiga puebas, no fe. Por que yo, por ejemplo, tengo fe en que bajen los tomates o un dia San Telmo vuelva a la "A", pero eso no tiene nada que ver con la realidad, es sólo mi creencia.

En otra parte decís que "tengamos pruebas o no, eso no impedirá que dios exista". Esta afirmación no tiene sentido: jamás va demostrarse que dios no existe, no se prueba la no exitencia, y menos aún de un ser sobrenatural. Por el contrario, debe probarse su existencia, son los creyentes los que deben proveer prueba de su existencia, y no al revés.
Ateos saludos
Chipi

El Bambi dijo...

Si la vida no tiene sentido alguno ¿para qué hemos nacido? ¿Para qué hacés el bien, por qué lo hacés, el bien es una convención creada por la mente, cómo es que existe el orden en las cosas y cómo es que nosotros tenemos noción de ese orden? ¿Por qué los hombres establecen convenciones legales que favorecen la convivencia? Yo te contesto: porque todo eso tiene un sentido, y sobre ese sentido es que vivimos preguntándonos.

Al margen de preguntas, yo creo que hay una vida después de la muerte y hacia ella dirigimos nuestras vidas terrenales. Lamento que no creas lo que yo creo porque pienso que sería bueno para vos, pero no puedo hacer nada para evitar que no creas excepto rezar y explicarte mi postura al respecto.

Con respecto a las pruebas, o falta de ellas, sobre la existencia de Dios, quiero decir que las cosas existen más allá de que las conozcamos o las creamos existentes. Podemos estar discutiendo una vida entera sobre la existencia de Dios, pero eso no cambiará nada de la realidad. Una vez más: Dios existe o no, más allá de lo que nosotros creamos. Y mi creencia puede coincidir con la realidad. No todo debe pasar por la razón para ser real.

Al fin y al cabo, tu afirmación de que Dios no existe implica una fe en otro absoluto, sea éste la nada o la razón. Yo soy un ateo de tu religión.

Anónimo dijo...

En primer lugar, quería decir que aprecio mucho esta discusión. Hace mucho tiempo que tengo ganas de discutir sobre religión con alguien que crea, pero resulta que casi ningún creyente esta dispuesto a dicutir estos temas.

Sin duda tiene sentido ordenar la sociedad, ya que si no sería imposible la convivencia. Ahora bien, que de eso se derive un "sentido dela vida" no me queda para nada claro. las hormigas, por ejemplo, viven en una sociedad muy organizada, con reglas y divisiones del trabajo muy claras.
¿Quiere decir esto que vivan para algo? No, sólo quiere decir que, luego de millones de años de evolución, han llagado a este estadio, el cual resulta favorable durante su existencia.
Por otra parte, me da la sensación de que la pregunta por qué o para qué vivimos no tiene mucho sentido. Vivimos, y listo.
El único sentido que se me ocurre es que somos parte de una enorme cadena: ya hace muchos años que se descubrió que todo el cosmos (planetas, elefantes, hombres, piedras, asteroides, lunas, etc, etc) esta conformado por la misma materia, toda proveniente de una gran explosión que se sitúa hace unos 14.500 millones de años.
El resto, como bien decís antes, es fe. Y sobre creencias se puede discutir la vida entera sin llegar a ningún acuerdo.

Otra cosa: niego el absoluto, y no soy de ninguna religión. El ateísmo no es una religión

El Bambi dijo...

Desde el momento en que nuestra razón busca un sentido para la labor de las hormigas, el sentido existe, porque no lo buscaríamos si no tuviéramos noción de él. El orden está instalado en la razón humana, y lo que en todo caso discutimos es de dónde ha salido ese orden. A mí me cuesta aceptar que el orden de los planetas y los astros, el orden de las hormigas en filita y el orden de la evolución humana haya salido del puro azar. Creo que alguien ha ordenado todo eso, y de allí que la contemplación de la naturaleza me lleva a creer en Dios más que a no creer. Es como entrar a una casa y encontrarla ordenada, enseguida razonamos que alguien ha estado allí antes que nosotros. Y ante la enfermedad, el terremoto o el tsunami pensamos que eso no tiene que ser así, buscamos explicaciones para saber por qué pasan esas cosas. Y el hecho de que nuestra mente se interrogue sobre esas cosas indica que hay en ella una noción de sentido dado por algo externo a nosotros.

Ahora bien, yo digo que la razón tiene un límite en su recorrido, como lo tienen los ojos en la oscuridad. Sin embargo, palpamos que hay algo más allá, ahí afuera, que nuestra limitación no nos permite ver claramente. Podemos dudar, pero seguimos preguntándonos cómo será aquello y discutimos sobre ello. Ahí aparece la fe, que nos revela lo que no vemos con la razón.

A mí se me hace que las señales de la presencia de Dios son como las ramitas o los pájaros que indican la cercanía de la tierra firme: no la vemos, pero tenemos indicios de ella.

No pretendo demostrar la existencia de Dios, pero sí sugerirla si no puedo probarla. La fe no demuestra, su verbo es "aceptar". A la razón post-Ilustración este verbo le horroriza, pero es que yo no creo en el progreso infinito de la razón, pues como ya he dicho, está en oposición a la idea de un Dios no del todo accesible a través de la razón humana. Vuelvo a tomar los átomos: Ellos existían desde el principio mismo de la materia, y sin embargo el hombre no tenía noción de ellos hasta que Dalton, Bohr y otros lo describieron. Pero antes, los filósofos atomistas de la Antigua Grecia, con Demócrito a la cabeza, habían intuido su existencia aún sin probarla científicamente. El átomo existía, aún sin que la razón hubiera llegado a él. La postura atomista fue, paradójicamente, un acto de fe dado por indicios de la naturaleza. En el caso de Dios, creo que la razón nunca va a llegar a probar fehacientemente su existencia por las razones que he expuesto, pero eso no obsta a que Dios exista y podamos tener noción de esa existencia.

Anónimo dijo...

En "Una Breve Historia de Casi Todo", de Bill Bryson se explica de una manera muy sencilla que sabemos y que ignoramos sobre el origen del cosmos. Este libro de divulgación porpone una hipótesis sin dios, al mostrar cuales son las leyes que gobiernan el comportamiento de la materia, leyes que se acercan cada vez más a una comprensión del universo. Por otra parte, está claro que el universo no es producto del azar, esa es una muy simplista interpretación de la teoría del caos.
Leé este libro, y vas a darte cuenta de que si dios existe, no tuvo un corno que ver en el actual orden del universo.

El Bambi dijo...

Prometo leer o por lo menos echar un vistazo al libro en cuestión. Yo tendría algunos títulos para sugerirte también, pero preferiría debatir el tema acá, ya que si no el debate se hace inviable. En todo caso, acá está también el fruto de lo que uno ha leído, y pretende compartir con otros.

A mí se me hace que el solo hecho de hablar de leyes que gobiernan la naturaleza implica recurrir a una instancia superior de determinación de esas leyes. Cuál es esa instancia es la discusión, aunque a veces no pase de diferencias semánticas más que filosóficas.

La ciencia, en ciertas ocasiones, también es creencia.