7 de febrero de 2007

EN UNA NOCHE MILENARIA VII

Aquel 1 de enero volví a mi casa a las seis de la tarde. Nadie había en ella. Mi hermana Teresa se había ido a un campo y mi hermano Fernando había dejado un mensaje preocupado por mi larga ausencia. Por la noche llamé al número que me había dado la chica (por aquel entonces ya era Paula en el papelito de mi billetera) y confirmé que era correcto, dado que me atendía su exquisita voz en el contestador. No dejé mensaje alguno.

Le conté por mail a mi prima Dolores, de Barcelona, acerca de la historia del colectivo. "A lo mejor los Reyes te dejaron ese regalo", me contestó.

El primer naipe del castillo había caído, y los demás empezaron a hacerlo inexorablemente. Hablamos en la semana por teléfono, aunque no logramos ponernos de acuerdo para vernos. Ambos estábamos en épocas movidas, con agendas nutridas. El viernes siguiente salí con una muchacha de Parque Chacabuco, hincha de Huracán la pobre. Me pidió que la llevara a un bar con aire acondicionado y terminamos en uno de Puerto Madero donde todo era carísimo. Volveré a hablar de ella. A la noche siguiente fui con Arturo y Dido, dos amigos, a un bolichito de San Telmo, donde me tomé un Legui y obtuvimos algunos teléfonos. Nada del otro mundo.

Vino después la segunda semana de enero, y con ella el viernes siguiente. Había quedado con Paula en que la llamaría para salir, pero antes fui con Dido a tomar unas copas a un lugar del que hablaré más adelante. Del locutorio de enfrente la llamé y me dijo que estaba con sus amigotes del trabajo en su casa, que me fuera para allá. Por supuesto le dije que no. No iba a participar de una "reunión de amigos". Me insistió e insistí en mi negativa. Me dijo de vernos el sábado a la tarde, pero tampoco quería verla de tarde sino de noche. El sábado a la noche ninguno de los dos podía, así que finalmente quedamos en vernos el domingo y me fui a bailar a un boliche de Recoleta.

Yo había tenido una novia, Ana, con la que había cortado un año y medio antes, pero a la cual seguía viendo de tanto en tanto. La verdad es que la seguía queriendo aunque supiera que no era ella la mujer de mi vida, y me gustaba encontrarme con ella, tomar algo y ayudarla en lo que pudiera. Resistente al destino, el sábado 13 de enero la llamé y le dije de vernos.

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