12 de octubre de 2006

BARES Y FONDAS

Si hay algo que caracteriza a Buenos Aires, además de la humedad y el tango, es el bar.

La figura del bar está reflejada en "Cafetín de Buenos Aires", esa lágrima que alguna musa le regaló a Discepolín. El Polaco Goyeneche, Edmundo Rivero y otros grandes han cantado este tango que homenajea al escenario de tantas historias. En los últimos tiempos, Andrés Calamaro también lo incluyó en su repertorio. Ese no es, sin embargo, el único tango que tiene al bar por protagonista. Otros son "En un feca", "A las siete en el café", "Cafetín", "Mi taza de café", "Viejo Tortoni", "Mozo rana" y "Bar", entre otros. Las letras de estos tangos son imperdibles. No podemos olvidarnos del "Café de los Angelitos", en Rivadavia y Rincón, que tenía a Gardel como habitué y admirador de su puchero. Este bar fue demolido y reconstruido para ser reinaugurado. Tampoco se puede dejar de mencionar el inolvidable "Café La Humedad", del sanlorencista Cacho Castaña.

Los bares marcan hitos en la ciudad, y también en la propia biografía. Creo que el primer bar que se hizo sentir en mi vida fue "La Biela", cuando yo contaba mi edad con los dedos de una mano y mi papá me traía maní envuelto en una servilleta tras su encuentro semanal con los muchachos (ahora yo hago lo mismo con Sofía). Fue en "Los Porteños" (que en esa época era el "Café de la Esquina") donde le declaré mi amor eterno a Paula. Fue en "Océano", en Palermo Viejo, donde escribí unas líneas destinadas a hacerse realidad ineludible seis meses más tarde. Fue en el café "A los Árabes" donde con Gonzalo y el Nono pergeñamos nuestro divertido programa de radio allá por el 93. Y así podríamos seguir, los ejemplos que he dado son los que se me vienen a la cabeza en este momento en que escribo mientras llueve sobre Buenos Aires.

He sabido abusar del chocolate con churros en "La Giralda", del café con crema en "El Gato Negro" y del café a secas en el "Tortoni". En otra época me iba a San Telmo y me metía en cualquiera de los cafés que rodean a la plaza Dorrego, la más antigua de la ciudad si no me equivoco.

Nada como sentarse a una mesa y observar el mundo desde esa trinchera amiga, que siempre espera, como el libro. En los cafés de Buenos Aires se resuelven problemas, se negocian otros. Se rompen amores, se derrumban soledades. En estos templos sin cruces se lee y se escribe, o simplemente se medita sobre lo que venga, mientras los mozos (los verdaderos, no los improvisados) corren bandeja en mano y el cajero teclea en la máquina (o clickea en la computadora, más recientemente) mientras al mismo tiempo atiende el teléfono, saluda al cliente que pasa y relojea al purrete que ha entrado a pedir en las mesas.

En la ciudad existen ahora una serie de "bares notables" que el gobierno ha decidido proteger. Son aquellos que por razones históricas han pasado a integrar el patrimonio cultural de los porteños.

Dolina nos habla del "Bar del Infierno", del que no es posible salir, "y no porque no haya puertas, sino porque no hay afuera".

Los bares de Buenos Aires son refugios erigidos en el alma porteña. Loados sean.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

«Café la Humedad», que temazo y el tipo que lo canta es un maestro!!!!

Anxie dijo...

ME GUSTA ABSOLUTAMENTE CUALQUIER BAR... MIENTRAS ESTE EN BUENA COMPAÑIA.. EL OTRO DIA EN "DE LA RUE" QUE BUEN BAR.. MUY ORIGINAL.. VOLVAMOS A IR.. JAJA

ESTA NOCHE SALGO Y SEGURO CONOCERE ALGUNO NUEVO...

NOS ESTAMOS VIENDO

Dieguistico! dijo...

Lamentablemente, ahora estamos invadidos de horribles e impersonales "pizza café", o de cadenas de cafeterías con empleados de uniforme.

Entre la lista de mis preferidos anotaría a "El Gato Negro", al "Café de García" y al "Margot".

En cuanto a las canciones, no nos olvidemos de "Café Madrid" de la Mississipi.

Anónimo dijo...

Dato: El "Che Tango" es el bar más chico del país.