29 de marzo de 2006

EL REGRESO

Nuestras vacaciones transcurrieron felices y algo ruidosas, pero no debido a bocinas e insultos sino a los cólicos de la abnegada Valentina, que pugnaba por digerir la leche materna a toda hora.

Es lindo estar de vacaciones, pero coherentemente con lo sostenido en otra entrada, afirmo que las vacaciones también son esos momentos de alegría y felicidad durante el año. Incluso en el trabajo, en un recreo inesperado, puede haber un instante de vacaciones, aunque más no sea al disfrutar un matecito de cinco segundos.

La escena que aquí se exhibe transcurrió en el Mercado Viejo de Montevideo. Nos pedí una cazuela de mariscos tan cara como exquisita. Sofía la disfrutó en abundancia y sus papás también.

Ahora bien, esta escena también podría haber sido fácilmente tomada en Croxi, nuestra pizzería amiga, en Empanadas Salteñas, nuestra casa de empanadas amiga, o en Down Town Matías, uno de nuestros pubs amigos.

Es sensacional pasar 10 días como los que pasamos, pero tampoco se la pasa tan mal en Buenos Aires. Lo verdaderamente importante es tener el corazón satisfecho.

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