25 de marzo de 2010

LA ENCANTADORA Y MISTERIOSA SOFÍA

Tras el inolvidable instante en que Sofía nació, el 25 de marzo de 2004, acompañé a la neonatóloga a la salita donde le hicieron los controles de rigor y la bañaron rápidamente. Nuestra hijita mayor lloraba desconsolada ante ese mundo agresivo y sorpresivo, que por boca de un incalificable usuario de diploma nos había augurado su muerte a poco de nacer o un bloqueo mental irreparable.

La enfermera me entregó a mi hija mientras me informaba que Sofía gozaba de entera salud. La pequeñita lloraba, y una vez que la tuve entre mis brazos empecé a tararearle la canción que le había cantado los nueve meses anteriores, en la casita de su mamá, donde había crecido. Sofía, como por arte de magia, silenció su llanto y se quedó, mansita, intuyendo que estaba en brazos de alguien muy importante. Entonces me supe padre.

Con Sofía he aprendido, en la medida de mis limitaciones, a ser papá. He explorado el frágil territorio entre la paciencia y los límites, la ternura y la firmeza, donde la tolerancia y el reto se complementan y no se confunden. Me he conocido en emociones y pensamientos hasta entonces ignorados, y en tren de dar ejemplos, he sentido que me costaba abandonar el hogar para irme a la cancha, algo que me habría resultado sacrílego meses antes.

El segundo nombre de Sofía es Isabel, con lo cual he cumplido una promesa hecha a mi hermana en nuestra infancia. Una de mis hijas llevaría su nombre. Y verdaderamente, a Sofía le queda bien su doble nombre, como a Valentina y Pedro les va bien el suyo.

Sofía está dotada de una sensibilidad que se empeña en ocultar a miradas ajenas; su timidez es el cofre donde guarda sus emociones, so riesgo de parecer indiferente al mundo cercano. Es habitual llegar a casa con ella y escuchar sus conclusiones de una jornada rodeada de prójimos. Cuando parece que está en su trinchera de vergüenza, más vale resguardarse: Sofía te está observando.

Dotada de una memoria asombrosa, nuestra hija de ojos indefinibles y misteriosos silencios cuida a sus hermanos con amor materno, y apela a su madre para que la ayude a relacionarse con el mundo. Paula es aún, para ella, la casita del bosque en la que vivió nueve meses antes de nacer, la que le da el amor y los mimos imprescindibles. En una palabra, su mamá. Su papá, en cambio, es el representante del mundo externo, oscuro y difícil, y por ende, el protector que la lleva de la mano por él y le marca los peligros de la jungla. Por supuesto, siempre hay matices.

Una de las primeras rutinas de Sofía, cuando aún no caminaba, era irse a pasear en el cochecito con su papá por las calles de Belgrano R. Despedíamos a Paula en la estación y atravesábamos plazas y calles con una alegría silenciosa, con el secreto placer de pasar juntos la mañana, mientras el mundo salía a estudiar, trabajar o lo que fuera. El barrio, entonces, quedaba entero para nosotros dos. En algún momento ella decidía hacerse su siestecita matinal y yo me metía en alguno de mis bares amigos a desayunar copiosamente y leer el diario o un libro previsoramente acarreado.

Sofía es la única hija que sintió el suave pelaje de Rosko entre sus deditos de bebé. Mi penúltima imagen de él es su respingo al sentir que la pequeña tiraba abajo el tender con la ropa colgada. Hoy nuestra hija ve a un labrador por la calle y lo identifica con Rosquete.

Sus amigas son sus referencias ineludibles. Y Belén, de seis años como ella, su socia familiar, que como ella misma aclara no es su amiga sino su prima, lo cual le da un rango institucional más alto.

La entrada de Sofía a Primer Grado, en doble turno, le ha supuesto un cambio rotundo de hábitos y de exigencias, que superarará ni bien su energía desbordante se canalice en la misma dirección que su abundante inteligencia. Mientras tanto, sigue progresando en el dominio de sus patines, con una elasticidad envidiable y una alegría que se le pinta en el rostro al sentirse admirada por sus papás. Entonces, su clásica ansiedad se transforma en una sonrisa de dientes felices.

Sofía es muy parecida a Paula, y eso constituye un desafío para ella, pues no le será fácil alcanzar la perfección de su mamá. En todo caso, sus posibles defectos podrán ser atribuíbles a la humanidad de su papá. Es la abanderada de sus hermanos, y esa responsabilidad, seguramente, le pesa.

Hoy llegaré a casa con un ramo de flores y volveremos a festejar, por aquella pequeña que nos metió en el apasionante mundo de la paternidad y llenó la casa de sonidos nuevos. Que Dios bendiga a nuestros hijos.

17 de marzo de 2010

¡FELIZ DÍA DE SAN PATRICIO!

Llueve con insolencia sobre Buenos Aires; esta noche celebraremos San Patricio en el hogar, con un par de Guinness y mucha alegría. Qué mejor ambiente para festejar la sangre irlandesa que la barra de casa.

En ese hogar del que hablo, hay colgada una oración irlandesa que expresa los valores en los que creemos. Dice así:

In This Home
We believe in living deeply, laughing often, and loving always.
We believe we were brought together to support and care for each other.
We believe in celebrating together—our faith, our heritage, our traditions.
We believe that everyone's feelings count and that the uniqueness of each of us strengthens all of us.
We believe in the power of forgiveness to heal and the power of love to carry us through.
We believe in one another, in this family, in this home
.

Para musicalizar el blog en este día festivo, dejo "Over the Rainbow", aquella inolvidable canción que interpretara Judy Garland en "El Mago de Oz", y que aquí cantan las angelicales voces irlandesas de Celtic Woman. Ese rincón donde los sueños se hacen realidad, más allá del arcoiris, puede estar en nuestra propia vida. A veces nos damos cuenta, a veces no.

¡Happy St. Patrick's!

15 de marzo de 2010

CÓMO SERVIR Y DEGUSTAR LA GUINNESS

En vista de que se viene San Patricio, una fiesta que como sabrá el lector amigo es muy celebrada en este rincón, los invito a ver el video de más abajo donde un amable señor nos enseña cómo servir una Guinness tirada, y aún más, cómo disfrutarla.

Es gracioso escuchar al guía diciéndonos que al tomar la pinta de Guinness no la miremos, sino que situemos la mirada en el horizonte. Recuerdo muy bien que en los pubs de Dublin solía ver a los ancianos que se sentaban ante una cerveza y su contenido desaparecía repentinamente sin que yo acertara a ver el momento en que la habían tomado. Todo el tiempo tenían su mirada perdida en lontananza, y había una especie de ósmosis entre bebida y bebedor.

Esperemos que este año los concurrentes a las celebraciones del St. Patrick's Day sean más genuinos y sepan de qué se trata, aunque me permito ser algo pesimista al respecto. Al menos, que aprendan cómo se toma la mejor bebida del mundo, al menos para mi modesto paladar.

Encontré el video en el muy buen blog Inisfree, "un blog sobre Irlanda".

9 de marzo de 2010

PEDRITO, EL ENANITO MALÉVOLO

La alegría reina hoy en nuestro hogar, como cada día pero con más intensidad. Pedrito cumple dos años y su semblante caucásico acumula 24 meses de pura contemplación.

Nuestro tercer hijo es capaz de sonreir con la ternura a flor de sus malares, y de pasar repentinamente a una mueca amenazante en un segundo, casi como en una advertencia: "Soy bueno, pero también soy capaz de la peor diablura".

Pedrito es el heredero del apellido, el hombrecito que llevará el linaje más allá del siglo y plantará bandera azulgrana en cuanto ambiente adverso encuentre. Ya posee unas tres remeras de San Lorenzo, además de un frondoso cotillón que hoy seguirá completándose con regalos que son secretos hasta que sus ojazos azules los develen.

"¡Cómo te esperé!", le dije a Pedrito mientras lo sostenía en la neonatología, en el día bendito en que conoció la luz. Creo que sus hermanas también lo aguardaban, para dar rienda suelta a sus instintos maternales y retarlo cada vez que se mandara alguna macana. Su madre, siempre magnánima, lo espera en el final de la paciencia, donde este servidor ya no está, cuando la travesura está hecha y no hay regreso posible a la paz con su padre.

Pedro encarna la alegría, la promesa y el carácter de un papá que sueña con llevarlo a la cancha, enseñarle a hacer asados y explicarle cómo cree que se juega este juego de la vida, el que él jugará algún día con el nuevo sucesor. Mientras tanto, loada sea la infancia que le permite quebrar barreras con solo una mirada y sin palabras.

8 de marzo de 2010

UN ALTO EN LA PULPERÍA, Y EN EL PASADO


En uno de sus prólogos al Martín Fierro, escribió Borges al referirse a José Hernández en la Argentina del siglo XIX: "El creciente y despoblado país exigía (como sucedió en toda América) que cada uno de sus hombres obrara como muchos". Prilidiano Pueyrredón fue uno de esos hombres, y no necesitó ir a un campo de batalla para que su papel fuera importante en la sociedad nuestra.

Curiosamente, el segundo apellido del autor del Martín Fierro era Pueyrredón, pues era hijo de Isabel Pueyrredón, hermana de Juan Martín. Prilidiano y José, pues, eran primos hermanos.

Pese a que su padre había brillado como político supremo y guerrero de la independencia ya en la chacra de Perdriel –donde había luchado contra el invasor inglés- Prilidiano eligió más bien el camino del arte pero no se limitó a él, sino que concretó obras que resisten el desorden argentino. La más conocida, tal vez, sea la reforma de la famosa Pirámide de Mayo, que en realidad no es una pirámide sino un obelisco. Llamativa costumbre nuestra de no llamar a las cosas por su nombre.

La Pirámide de Mayo había sido diseñada por Pedro Vicente Cañete y Juan Gaspar Hernández en 1811, en pleno fervor independentista. En 1856, Pueyrredón la reformó alargando la obra original y agregándole una estatua de la libertad en su tope, hecha por el francés Joseph Dubourdieu. En sus cuatro ángulos, además, Prilidiano agregó figuras simbólicas que después fueron extraídas y hoy decoran el patio de la Iglesia de San Francisco y la Capilla de San Roque, a una cuadra de la Plaza de Mayo.

Como ingeniero recibido en Francia, Pueyrredón creó otras grandes obras: el puente de hierro por sobre el Riachuelo, que hoy lleva su nombre, no llegó a ser visto por él porque el primero, construído en 1867 con materiales traídos de Inglaterra, fue derrumbado por el río y reemplazado por otro, pero fue su proyecto. Curiosamente, frente a ese puente existe la calle Lavadero, que evoca a quienes iban a lavar su ropa al Riachuelo, como en aquel cuadro de Prilidiano que refleja a las lavanderas del Bajo Belgrano.

Además, diseñó el parque Pereyra Iraola, la estancia San Juan y la casa que hoy constituye la Quinta Presidencial de Olivos, en ese entonces casa del vocal Miguel de Azcuénaga. También ideó un proyecto para mejorar el abastecimiento de agua a los porteños sacando agua de pozos realizados en Barracas, aunque nunca se llevó a cabo. Prilidiano pensó asimismo en un muelle de pasajeros para la zona de Retiro y en un cementerio para la zona sur de la ciudad, hoy Parque Patricios.

La obra que he traído a este rincón, que se encuentra en el Museo Nacional de Bellas Artes, evoca la vida de la pampa argentina, de los gauchos fieros y las pulperías que semejaban oasis en el desierto verde de la llanura, refugios para los gauchos descastados y perseguidos por la ley, un ambiente que describe con maestría el Martín Fierro del primo de Prilidiano a quien ya nos hemos referido.

Pueyrredón pintó muchos cuadros que mostraban esa vida, y también imponentes retratos de personajes famosos. Los más conocidos de ellos, seguramente, son el de Manuelita Rosas, y el propio padre de Prilidiano, el gran Juan Martín que tan importante fuera en sostener políticamente la expedición de San Martín allende los Andes.

Honor y gloria, entonces, al primer pintor de la Patria.

Esta columna está dedicada a mi adorada esposa, quien me pidió que seleccionara esta obra para comentarla en La Bonita Prensa.