31 de diciembre de 2008

CHAU 2008, GRACIAS POR TODO

El año pasado, en este mismo día, había hecho un recorrido por la música que habíamos incorporado a nuestro patrimonio cultural en el 2007. Podría hacer lo mismo ahora, pero llego tan cansado a esta fecha especial que no me quedan energías para sistematizar esas adquisiciones por escrito. En cambio, me permito un ramillete de reflexiones.

Este año nos ha dejado sin la Abuelita Cupy, sin Totó y sin nuestra vieja amiga Perla, que bien habría disfrutado si hubiera podido conocer a la gran novedad del 2008: Pedro Felipe. Pedrito, nuestro tercer hijo y primer varón, es quien me observa tostada en mano, mientras recorro el teclado presuroso porque tengo que bañarlo para ir a festejar el año que se nos viene. Por allí se dejan oir unas vocecitas: son Sofía y Valentina, que intercambian libros o juguetes para llevar a lo del Tío Fernan, mientras su mamá duerme exhausta la última siestita del año, un lujo que yo no podré darme.

En estos días, las personas parecen más buenas, aunque más no sea porque tienen más feriados disponibles. Se sonríen, se desean buena ventura y se acercan mostrando facetas quizás desconocidas en un tiempo más rutinario.

El año que se va, que alguna vez fue el que llegaba, nos deja con algunas metas sin cumplir, con sorpresas que no deseábamos y otras que sí, y con un balance que nos obliga a mirarnos a nosotros mismos para brindar con nuestro espíritu, perdonarnos y felicitarnos por lo que hicimos bien, poco o mucho.

Entre las muchas cosas que solemos desear al otro en cada año nuevo está la paz. Ella está más cerca de lo que quizás suponemos. Se esconde allí, con los que nos dejaron en el año que pasó, y en los ojos de los que llegaron a nuestras vidas. Es la paz del alma, la que se asienta en la certeza de haber hecho todo lo posible y haber sido fieles a nuestra naturaleza. Cuando hacemos lo que el ser nos manda, nos acercamos a la perfección que nos estaba destinada en el día en que nacimos. No somos perfectos, pero sí perfectibles.

El año que termina se va siempre con una sonrisa del tamaño de nuestras luchas. Tal vez no hayamos logrado todo lo que queríamos -quizás porque no lo queríamos lo suficiente- pero la serenidad de espíritu reside en saberse cansados, exhaustos, agotados de haber dado todo lo que podíamos para responder a nuestras metas y nuestros sueños. Allí nace la sonrisa genuina que nos brota cuando chocamos nuestras copas con el prójimo.

Feliz 2009 para todos ustedes, los lectores que llegan a estas costas en busca de un rato de solaz. Esta noche, mi copa también chocará con la de ustedes.

24 de diciembre de 2008

FELIZ NAVIDAD


En la mirada entre Jesús y su Madre, que podemos ver en el detalle de este exquisito cuadro de Giotto sobre el Nacimiento, está el encuentro entre la Humanidad y su Misterio, que se expresa en el amor.

Deseo a todos los lectores de este humilde espacio que la Navidad les traiga paz y alegría a sus corazones.

20 de diciembre de 2008

TOTÓ Y EL REINO DE LA ALEGRÍA


Totó se ha ido ayer y nos ha dejado, paradójicamente, con una sonrisa en nuestros rostros. Cuando alguien deja los ropajes terrenales para partir a la eternidad, deja aquí sus valores, que heredan quienes lo despiden.

Mi tía siempre fue una dama de la alegría. El mismísimo día en que su larga despedida comenzó, la mencioné en este rincón a propósito del bosquecillo donde vivía un grupo oculto de enanitos.

Mi primer recuerdo franco de ella surge de uno de mis cumpleaños infantiles, tal vez cuando llegué a mi primera década. Escudado en mi inútil timidez, fui a soplar las velitas y Totó me estampó el rostro en la torta bañada en merengue. Mi mueca impotente de aquella ocasión se ha transformado en una ancha sonrisa al recordar la escena.

Quizás el mejor homenaje que pueda rendirle a mi tía sea un paseo imaginario por la quinta. Porque Totó y la quinta son lo mismo. Ese lugar matizó mis primeros quince años a tal punto que allí estuve a punto de perderme yo en la eternidad. Como me dijo mi padrino salvavidas, en la agridulce jornada de ayer: "La última vez que nos vimos fue en el fondo de una pileta".

La canchita de fútbol de la quinta fue el primer templo de mis liturgias futboleras. Allí llevábamos nuestra pelota naranja de plástico y ensayábamos pases mágicos con mi hermano y mi primo Carlitos, mientras Totó disponía las mesas del almuerzo y Tío Fernando hacía el asado. Recuerdo particularmente un centro de mi hermano, que impulsado por mi cabezazo en palomita terminó en el ángulo superior derecho. No jugábamos ningún partido, ni siquiera un "mete gol entra", pero lo recuerdo como un gran cabezazo, y debía tener diez años. Cuánta alegría me daba cambiarme en el cuarto de las raquetas de madera y salir corriendo hacia la cancha como si estuviera emergiendo del vestuario del Maracaná...

Ya he contado que en la quinta aprendí a andar en bicicleta, gracias a mi prima Dolores. Para subirme al viejo vehículo, ponía un pie sobre el estacionamiento de bicicletas e impulsaba un pedal con el otro, con el fin de tomar un poco de velocidad y hacer equilibrio. Entonces, cuando me lanzaba por el camino empedrado de la quinta y lograba dar una vuelta completa, la alegría era mi bandera.

Athos fue otro personaje de ese escenario, que representó para mí el primer perro amigable de mi biografía. Un cocker sociable y movedizo, muy diferente de otros anteriores que me habían tirado al suelo, no sé si por impulsivos o por agresivos ante el terror que me inspiraban. Recuerdo a un ovejero alemán que se abalanzó sobre mí y se me hizo una especie de monstruo cavernario. Los perros eran para mí, hasta que conocí a Athos, una subespecie de los basiliscos que a su sola visión, no me mataban pero me hacían llorar y temblar. Athos, en cambio, andaba siempre de acá para allá con sus patitas cortas, y podía acariciarlo un poco. Un día se fue buscando nuevas aventuras, por la zanja del costado de la cancha, y no lo vimos más. Athos era alegría pura en versión perruna.

Totó se ha ido, pero tras de sí dejó su alegría, la que veo en Tío Fernando y sus hijos, y sus nietos, que adoraba. Es la alegría que ella mamó en su propia familia, con mi papá, con Tío Paco y con Tío Carlos. La alegría que resistió a una guerra cruel y una desesperada fuga entre sombras, al exilio de su Barcelona querida a esta Buenos Aires nueva, y a la pérdida demasiado temprana de un padre cansado. La alegría que nosotros también hemos heredado y queremos regalarles a nuestros propios hijos.

Esta Navidad tendrá un aire de melancolía, pero todos sonreiremos y brindaremos y cantaremos, y Totó estará entre nosotros, en cada regalo, en cada oración y en cada broma.

Y en mi próximo cumpleaños, el merengue de mi torta brillará intacto, pero cuando nadie me vea me pasaré apenas un poquitín de él por la punta de la nariz, y un guiño de arriba caerá sobre mí, tiernamente.

14 de diciembre de 2008

VOCABULARIO Y REFRANERO CRIOLLO

El libro al que me refiero hoy es una joya de 1943 en la que Tito Saubidet nos muestra la jerga típica de los hombres de campo, con ilustraciones que aclaran y ejemplos bibliográficos que aportan luz y al mismo tiempo entretienen.

Tito Saubidet fue un pintor y arquitecto reconocido que estudió y trabajó en el exterior. También ilustró un par de ediciones del Martín Fierro. Fue corresponsal de guerra de un diario colombiano en la Primera Guerra Mundial. En 1930 volvió a la Argentina y se radicó en Tapalqué, en el sur de la provincia de Buenos Aires, donde había crecido en su infancia. Sus acuarelas también reflejaron la vida en el campo, como por ejemplo en esta obra y en esta otra (en esta página pueden verse otras cuatro). Así como existe una literatura gauchesca en la Argentina, también hay una tradición que nos ha dejado la pintura y que Saubidet integra.

La obra que hoy recomendamos, que editó Letemendía y no debe confundirse con su prima hermana: "Vida Gaucha", tiene innumerables términos ordenados alfabéticamente, que van desde palabras como "avutarda" o "planazo" hasta expresiones como "pisar el poncho" o "saltar como sapo a la guadaña". ¿Sabe el lector qué quieren decir estos términos?

El habla se va nutriendo de la experiencia diaria, y de palabras que en el diccionario contienen un significado diferente al que evoluciona en la sociedad, y al cual debe adaptarse después la academia. El habla rural ha sido una fuente permanente de nuevos significados, que surgían de las tareas y pasatiempos propios e ese ambiente.

Saubidet deja un párrafo en su introducción a la obra que podrá perfectamente aplicarse al presente:

"Estos escritores cultos no saben lo que sabe el gaucho, esto es, que una idea no tiene una sola forma exacta de expresión. Si se desconoce esto y se desparraman palabras para describir lo que no se supo decir con exactitud, tenemos el estilo campanudo, el culto del "floripondio", como lo llamó tan acertadamente Groussac; el amontonamiento de adjetivos indecuados, por incapacidad para encontrar el único que corresponde o por no conocerlo.La perfecta aplicación de la palabra a la idea, que es el "desideratum" del buen lenguaje, la realiza el gaucho dentro de su humilde esfera, con solo utilizar su léxico."

Esta "ponchada de flores gauchas", como las llama el autor, no tiene desperdicio y entretiene al lector en forma de gotas únicas y administrables en dosis pequeñas. No es un libro para leer de un tirón: Basta con abrir el libro en una página cualquiera y nos toparemos con expresiones divertidísimas y novedosas en su gran mayoría para los habitantes de la ciudad. Además hallaremos la mejor manera de amansar un potro, aprenderemos cómo se juega una corrida de sortija, cómo se hacen las boleadoras y cómo se señala a los terneros, entre otras artes que, aunque no apliquemos, siempre es bueno conocer como parte de una cultura general que es, además, la raíz de nuestra tierra.

Si el amigo lector, aún después de haber leído el "Martín Fierro", el "Santos Vega" o "Don Segundo Sombra", no sabe que la palabra "achura" proviene del quechua "comer sangre", o si alguien le ha dicho que anda perdiendo el poncho y piensa que sufre amnesia, ya es hora de que se regale el "Vocabulario y Refranero Criollo" de Tito Saubidet, un clásico que no lo dejará hambriento de sabiduría sino, por el contrario, ávido de agarrar el auto y perderse en la inmensidad de la pampa.

10 de diciembre de 2008

LA CORONACIÓN DE NAPOLEÓN


Elegí esta obra en la galería de pinturas del blog a pedido de Paula (a ella van dedicados estos párrafos), quien al igual que yo la vio en el Louvre y quedó asombrada ante su majestuosidad, la misma que Napoleón quiso para ella y Jacques-Louis David supo imprimirle como mensaje. Los detalles de la obra pueden encontrarse en varios sitios, como Wikipedia, el Museo del Louvre y éste otro del Louvre con detalles de la obra, como la imagen de David que se autorretrató en ella.

El título completo de la monumental obra es "Consagración del emperador Napoleón I y coronación de la emperatriz Josefina en la catedral de Notre-Dame de París", y la acción tuvo lugar el 2 de diciembre de 1804 en presencia del papa Pío VII. La escena refleja el instante preciso en que Napoleón pone la corona sobre la cabeza de Josefina. En un primer momento, David había pintado a Bonaparte autocoronándose, pero después lo modificó. El cuadro está en el Louvre, en París, y hay una réplica hecha por el mismo David en Versailles.

Este artista estaba, además de empleado por Napoleón desde 1799, muy comprometido con el ideal revolucionario desde el principio. Había votado a favor de la ejecución de Luis XVI y formado parte del famoso Comité de Salud Pública. Ya en 1794, David había organizado una fiesta popular dedicada al Ser Supremo, la nueva deidad que venía a suplantar al Dios de los católicos. La fiesta fue presidida por el mismísimo Robespierre. De esa diosa Razón, Francia pasó en los hechos al dios Napoleón.

Bonaparte admiraba a David y lo nombró Caballero de la Legión de Honor y Comandante. David fue fiel representante del neoclasicismo, una corriente que en lo arquitectónico puede verse en la Catedral de Buenos Aires y está inspirada en la Antigüedad grecorromana. Su primera obra exitosa, "El Juramento de los Horacios", fue declarada por muchos la mejor pintura del siglo y es vista como la bisagra que dio inicio al auge del neoclasicismo en perjuicio del rococó. Sin embargo, "La coronación de Napoleón" es, en cierta manera, la cara visible de una tensión existente entre aquel juramento clásico y el nuevo realismo con el que David describe las ceremonias imperiales.

Cito a Arnold Hauser: "El conflicto existente en el arte de David -el contraste entre el abstracto y anémico idealismo de sus composiciones mitológicas y anticuario-históricas, y el jugoso naturalismo de sus retratos- se vuelve más agudo durante su exilio en Bruselas. Cuantas veces entra en contacto con la vida real, es decir cuando tiene que pintar retratos, sigue siendo el gran maestro de siempre; por el contrario, cuando se ensimisma en sus ilusiones clásicas, que han perdido toda relación con el presente y se han convertido en un mero juego artístico, no solo da la impresión de estar pasado de moda, sino frecuentemente también de caer en el mal gusto. (...) Cuanto más íntimamente estaba ligado a los intereses políticos y más completamente colocaba su arte al servicio de tareas propagandísticas, mayor era el valor artístico de sus creaciones".

Aclara más adelante el marxista Hauser, lealmente: "Si bien estas correlaciones no demuestran de manera absoluta que un pintor deba estar interesado en la política y ser de mentalidad progresista para pintar buenos cuadros, sí demuestran, sin embargo, que tales intereses y tales designios no estorban en modo alguno la creación de buenos cuadros".

David encarnó al artista comprometido políticamente, que se exilió cuando sobrevino la Restauración y terminó sus días exiliado en Bruselas y atropellado por un carruaje. Su corazón fue llevado a Père Lachaise, París, pero no su cuerpo, debido a la intervención que el artista había tenido en la ejecución de Luis XVI. En su caso, y como bien dice Hauser, sus ideas no achataron su inspiración, algo que no se puede aseverar de otros artistas.

Para terminar, dejo un fragmento de la película sobre Napoleón que se estrenó hace un par de años. Es la parte que recorre desde la reunión con el resignado Papa Pío VII hasta la indicación del emperador a David para que incorporara a su madre ausente al cuadro de la coronación. Está doblado al español, con lo gracioso que es escuchar a Bonaparte -tan soberbio él- hablar en nuestro idioma.