29 de mayo de 2010

PRIMERO DE SAN LORENZO


Esta mañana mientras desayunábamos Sofía me preguntó atinadamente si me importaba más Argentina o San Lorenzo. Yo le respondí sin dudar que primero estaba el Ciclón, y después la selección. Creo que los futboleros de alma, en general, disfrutan más cuando su equipo sale campeón que cuando Argentina gana un Mundial. Y los mejores recuerdos son los del propio equipo. En mi caso, el día más feliz de mi vida futbolera fue el 28 de junio de 1995, cuando San Lorenzo dio la vuelta en Rosario en una definición épica y una peregrinación de fe a esa ciudad.

Los triunfos mundialistas suelen generar muchos hinchas "golondrina" que brotan de las baldosas y festejan en las calles como si siempre hubieran seguido de cerca el devenir de la celeste y blanca. Eso está asociado al nacionalismo repentino que muchos sienten ante el fútbol, seguramente la actividad en la que mejor nos va colectivamente.

El propio equipo, en cambio, es más exclusivo. El hincha comparte su alegría con menos personas, y quizás allí radica, también, el orgullo exacerbado de saberse perteneciente a una elite que no recibirá por un tiempo las pullas ajenas. Nunca falta el desubicado que aun cuando uno celebra logros propios intenta opacar esa alegría con cargadas fuera de lugar, pero eso es problema del cargoso, que intenta resolver su bronca apagando la felicidad del otro.

Lo dicho no es obstáculo para que si la Selección va avanzando en el Mundial vaya a festejarlo como nunca. Pero siempre me sentiré más identificado con la azulgrana que con la celeste y blanca, dentro de un rango muy alto en ambos casos.

22 de mayo de 2010

NOTAS DEL BICENTENARIO


El amigo lector ya sabe que en este espacio la Historia ocupa un lugar importante, y en la Semana de Mayo dejo al interesado algunos artículos de quien esto escribe sobre el tema, derramados en este rincón y en un blog amigo:

Los hitos de Mayo en Palermo: Una mirada sobre las calles, y lugares de Palermo que homenajean a los héroes de la Revolución de Mayo.

Calles de Mayo: Belgrano: El mismo recorrido continúa por este barrio.

Calles de Mayo, en Saavedra.

Belgrano y la cultura.

Belgrano y San Martín: Detalles del encuentro de los dos próceres.

Apuntes de Mayo: ¿Quiénes eran los hombres de la Revolución?

El enigma de Mariano Moreno: un comentario sobre el excelente libro de Agustín Mackinlay.

La vida cotidiana en la Buenos Aires de 1810: otro comentario, en esta ocasión sobre la obra de Roberto Elissalde.

La pasión y la razón: una cita de Mariano Moreno.

15 de mayo de 2010

LA VIDA COTIDIANA EN LA BUENOS AIRES DE 1810

Terminé el libro que ocupaba el margen derecho hace mucho tiempo, pero la falta de minutos para elaborar una opinión condimentada me impedía plasmar una reflexión aquí.

En primer lugar, diré que esta obra del historiador Roberto L. Elissalde me parece brillante. Es un acercamiento original a los días de Mayo, cuando la patria nacía y los hombres buscaban un mismo objetivo, aun con diferencias internas que muchos pseudohistoriadores se empeñan en enfatizar para dividir a los protagonistas del relato en buenos y malos.

Tomo por ejemplo, el día en que escribo esto: 15 de mayo. Además de las obvias referencias a la situación de creciente inquietud política en Buenos Aires, leemos que el maestro farolero Pascual Babañoli arregló dos cristales rotos de la Sala Capitular. "El maestro", dice el cronista imaginario, "debe de hacer buen dinero vendiendo cristales para los faroles de la calle, ya que es común que algunos muchachos divertidos, cuando salen de los cafés, los rompan a pedradas". Igual que ahora, 200 años más tarde.

El libro tiene el formato de una imaginaria agenda donde un habitante de Buenos Aires va escribiendo, del 1 de enero al 31 de diciembre de 1810, los acontecimientos que suceden en la ciudad. Todo está basado en documentación histórica, y cada anotación tiene su correspondiente invocación de fuente.

Las mujeres y hombres de aquella Buenos Aires hicieron lo que pudieron, y vaya si lograron avanzar hacia la libertad para nuestra patria. Entre esas peripecias, la ciudad seguía su vida normal, de carne y hueso, y con esa vida es con la que nos topamos en este libro excelentemente escrito y muy bien editado.

1 de mayo de 2010

EL DESTINO Y LA LIBERTAD

No estoy del todo de acuerdo con aquella frase sobre los sueños que se cumplen a fuerza de ser tan deseados, porque su interpretación ofrece campo para la pasividad y la tregua eterna con los obstáculos.

Es muy gratificante saber que la alegría de la que puede disfrutar quien compone estas líneas sea un producto directo -digámoslo sin modestia esta vez- de un esfuerzo silencioso, que hoy da su fruto y pide ser proclamada en un mundo a veces hostil. La suerte siempre juega, aunque no nos pongamos de acuerdo sobre su verdadero rostro. ¿Es el de un Dios que todo dispone y todo ve? ¿Es el azar, con leyes propias? ¿El hombre construye su propia realidad, como arriesgó el irlandés Berkeley y dibujó Borges en "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius"? ¿Estamos predestinados por nuestra materia prima, cual delincuentes de Lombroso?

Yo intuyo –no me atrevo a usar el verbo "concluyo", porque la Fe no es racional aunque pueda tender puentes con la razón- que existe un equilibrio insoslayable entre nuestra libertad y la Providencia. Que el Jefe nos pide y nosotros decidimos si seguimos en su compañía o no. He creído escuchar muchas veces "Te lo dije" a lo largo de la vida, cuando se cumplían las profecías que la consciencia –quizás la parte del ser más conectada al mundo que trasciende este mundo- había anunciado sin pedir permiso, en voz baja y con la prepotencia de la verdad. "No sabes esperar, esto ocurrirá", me decía inmutable. Y tiempo después, callaba generosa cuando yo tropezaba con su sombra en medio de la realidad anhelada.

Me dirá el amigo lector: ¿Qué hay entonces de esa libertad de la que tanto me hablan? Pues bien, esa libertad consiste en la decisión de aceptar o no los planes que tienen para nosotros. Siempre estamos a tiempo de decir que no, de buscar un universo libre de sentencias molestas e incómodas para un sistema de vida desligado de ellas.

El verbo "aceptar" no goza de alta estima hoy en día. Parece imponer ciertos límites a un mundo que no los quiere y cree que el hombre debe ser todopoderoso, o darse cuenta de que ya lo es. En todo caso, lo que deberíamos aceptar, de Nietzche a esta parte, es a "este forastero que llama a la puerta, el más horrible que hayamos visto". Es decir, el modernísimo visitante que proclama la muerte de Dios y propone un nihilismo absoluto. En esta concepción, nos quedamos solos con nosotros mismos porque no hay nada más allá de nosotros. Por mi parte, prefiero compañía, y creo en ella.