29 de junio de 2008

ESPAÑA CAMPEÓN DE LA EUROCOPA

Después de 44 años, la patria de Cervantes ha vuelto a consagrarse como reina de Europa, tras ganarle a Alemania 1 a 0 con absoluta claridad. No agregaré mucho a los comentarios que el amable lector podrá encontrar en medios especializados sobre el equipo conducido por Luis Aragonés, a quien los jugadores arrojaron por el aire en los festejos. Solo expresar la adhesión de este espacio al título conseguido, y felicitar al campeón (que es, por razones de sangre, mi segundo equipo en el mundo).

Quiera el fútbol que un futuro cercano nos encuentre a los argentinos festejando como hoy los españoles. Dejo para ustedes el golazo del Niño Torres, que definió la Eurocopa. ¡Cómo estará Manolo el del Bombo!

27 de junio de 2008

DEFENSA DEL COLECTIVERO

Existe en Buenos Aires una raza de señores que manejan grandes vehículos de hierro y plástico, ante volantes imponentes que parecen timones de barcos piratas como los que comandaba Sandokán. Tan grandes son, que sus dueños circunstanciales suelen reposar sobre ellos en algún que otro semáforo en rojo, si no les toca manejar el extraño teclado que provee de boletos a los nuevos pasajeros.

Me estoy refiriendo, claro está, a esos individuos que cumplen una función esencial en la sociedad porteña, y lo hacen a costa de quejas, insultos y desprecios desde el interior del bólido, y también desde sendas peatonales, taxis insolentes y coches "particulares" (adjetivo éste un tanto ambiguo). Los colectiveros sufren los mandobles verbales (y también escritos) a diestra y siniestra, pero nadie alza la voz por ellos. Es, pues, mi propósito remediar desde este humilde rincón lo que entiendo una injusticia.

Es cierto que los choferes de colectivo andan a veces de mal humor, o que pasan de largo en el momento menos indicado (aunque en el caso de quien esto escribe, fue en el más oportuno de la historia). También es verdad que regulan la velocidad de acuerdo a los tiempos que les exige la empresa. Y podríamos seguir con varios defectos que encontramos en esos seres humanos generalmente vestidos con camisa azul y pantalones oscuros. Creo que la peor acusación que puede recibir un colectivero es la de manejar mal. Pero los colectiveros son parte de Buenos Aires, y no tienen buena prensa pese a que posibilitan el viaje de miles y miles de porteños cotidianamente.

Seguramente, en mis apreciaciones estoy influido por mi experiencia personal. Fue un colectivero el que pasó de largo el día en que conocí a Paula, y fue otro el que le permitió subir aún cuando no le alcanzaban las monedas. A veces pienso que esa noche, todos los colectiveros de la línea 60 eran el mismo...

En mi época de sufrido pero feliz cadete, me gustaba viajar en colectivo por la ciudad, y conocer rincones que nunca había visto antes, como la Basílica de Nueva Pompeya, a donde iba seguido para llevar cosas a un lugar de la calle Beazley. Ese viaje era uno de mis preferidos, porque cruzaba Boedo y además me permitía dormitar un rato acunado por el empedrado de esos lares.

Siempre saludo al subir al colectivo. A veces no se dignan contestar, y otras me miran enmudecidos por la sorpresa. Pero las más de las ocasiones, me responden el saludo desde su trono tan porteño.

Mi primo Carlitos se reencontró en la línea 108 con un compañero de colimba, de nombre Ader, que había hecho carrera como colectivero. Tuvo el privilegio de viajar en el estribo hablando con su viejo colega, algo que yo nunca he logrado pese a que me habría gustado. El que viaja en el estribo es como un observador que está más allá de boletos, monedas y asientos vacíos. En muchos colectivos han aparecido carteles pidiendo que ningún pasajero viaje en el estribo junto al chofer. "No comprometa al conductor", reza el aviso. Puede deducirse de ello que en algunos casos, el supuesto amigo no es más que un cargoso al que el chofer prefiere comunicarle vía la patronal que no lo soporta más, porque viaja de garrón y no para de decirles cosas a las mujeres agraciadas (y no tanto) que suben al mundo de 20 o 30 asientos. En el caso de mi primo, fue el mismo Ader quien lo invitó a ubicarse en el estribo, así que no quedan dudas.

Algo que valoro en los colectiveros es su inquietud por la estética de su inmensa mascota metálica. Osos de peluche, Cristos con palomas que los sobrevuelan y la banda roja que los hace parecer de River, estampitas de San Cayetano o la Difunta Correa, poesías de Juan Salvador Gaviota, muñequitos colgantes con resorte (estos son de mis favoritos, igual que las pelotitas plateadas de boliche), perritos que mueven la cabeza, muchos espejos revestidos de más peluche, luz negra o roja, dados rojos con puntos negros, o carteles con refranes chistosos, son algunos de los recursos que aprovechan para adornar implacablemente su tablero. Ese tablero que parece ser el sueño de muchos para su propio auto, con tantos botones y lucecitas como puede abarcar la vista del conductor. Un elemento esencial, que comparten con los tacheros, es el asiento masajeador, que puede ser de bolitas de madera o de simples tiras de plástico flexible.

En los últimos meses, suelo tomarme un 184 que pasa siempre a la misma hora, y a la vuelta del trabajo, es un verdadero bálsamo para el espíritu agotado. El tipo lleva la luz negra y una música de Genesis o Pink Floyd que eleva los pensamientos a esferas alejadas de la dura jornada laboral. En alguna ocasión, me ha costado levantarme para tocar el timbre y dejar ese pequeño recreo móvil sobre el empedrado de Colegiales.

En las discusiones airadas entre el colectivero y alguno de los pasajeros, siento que los neutrales tienden injustamente a estar del lado del cliente. Pero en muchas ocasiones, comprendo a ese trabajador que lleva horas y horas manejando y escuchando quejas que no son más que descargas de frustraciones con los que no tiene nada que ver. Entonces, cuando una señora ya madura se queja a viva voz porque el señor no ha parado donde debía después de haberle tocado cuatro veces el molesto timbre, sé que quizá la razón esté de su lado, pero no puedo evitar una leve simpatía hacia ese chofer distraído que está harto de ser el blanco de tantas tensiones ajenas. Al fin y al cabo, seguro que esa señora le ha robado el asiento a alguno que se lo iba a dar pero ni siquiera tuvo tiempo porque ella se abalanzó sobre lo que era de otro, con la especulación de que a los ojos de los demás pasajeros, ella tiene siempre el privilegio. Entonces, cuando esa señora pasa de largo y tiene que caminar un poco por culpa del colectivero, sonrío por dentro y le deseo a la señora un buen arribo a casa.

Los colectivos tienen ese no sé qué, como Buenos Aires misma, que está toda rota, es ruidosa y a veces nos trata con desdén. Pero la queremos igual.

22 de junio de 2008

JUAN CRUZ MIGLIORE

Esta tarde se nos fue un socio del club mientras jugaba un partido de rugby en la Primera, ante San Fernando. Había hecho un try, y después de una jugada típica del juego quedó aplastado y golpeado por los jugadores que intervenían en ella. Se lo llevaron inconsciente, pero no llegó con vida al hospital. Tenía 20 años, y unos pocos partidos en Primera. Vivía en Villa de Mayo, en cuya sede fue el partido fatal que sus padres habían ido a ver.

En CUBA estamos todos tristes.

Completo con un video en homenaje a él, que encontré en Periodismo-Rugby, realizado para un programa especial de ESPN.

21 de junio de 2008

INVIERNO

Hoy leí la siguiente reflexión, y quiero compartirla con el amigo lector:

"Se encuentran pensamientos importantes en los escritos de los poetas, más aún que en los de los filósofos. La razón estriba en que los poetas escriben arrebatados por el entusiasmo y por la fuerza de la imaginación; y en nosotros se encuentran destellos de ciencia, como en el sílex que los filósofos extraen razonando, en tanto que los poetas los hacen salir fuera vigorosamente más brillantes con la imaginación".

Cualquiera de nosotros podría pensar que quien escribió estas líneas fue un artista o un soñador inspirado. Pero su autor no fue otro que René Descartes, el padre del racionalismo moderno, el hombre de la duda como método y punto de partida para toda su visión de la realidad. Su libro favorito, según dicen, era el "Amadís de Gaula", obra cumbre de la caballería española.

En homenaje a esta sentencia del pensador francés, dejo aquí una poesía de Pablo Neruda en homenaje a la fría estación del año que hoy nos toca empezar:

Llega el invierno. Espléndido dictado
me dan las lentas hojas
vestidas de silencio y amarillo.
Soy un libro de nieve,
una espaciosa mano, una pradera,
un círculo que espera,
pertenezco a la tierra y a su invierno.
Creció el rumor del mundo en el follaje,
ardió después el trigo constelado
por flores rojas como quemaduras,
luego llegó el otoño a establecer
la escritura del vino:
todo pasó, fue cielo pasajero
la copa del estío,
y se apagó la nube navegante.
Yo esperé en el balcón tan enlutado,
como ayer con las yedras de mi infancia,
que la tierra extendiera
sus alas en mi amor deshabitado.
Yo supe que la rosa caería
y el hueso del durazno transitorio
volvería a dormir y a germinar:
y me embriagué con la copa del aire
hasta que todo el mar se hizo nocturno
y el arrebol se convirtió en ceniza.
La tierra vive ahora
tranquilizando su interrogatorio,
extendida la piel de su silencio.
Yo vuelvo a ser ahora
el taciturno que llegó de lejos
envuelto en lluvia fría y en campanas:
debo a la muerte pura de la tierra
la voluntad de mis germinaciones.

El cuadro que ilustra estas líneas es "Invierno", del milanés Guiseppe Arcimboldo, de quien algunos se preguntan si no estaría loco.

17 de junio de 2008

EL DISCO: NIGHTS FROM THE ALHAMBRA

Pocos saben que Loreena McKennitt no es irlandesa o escocesa, sino canadiense. Nacida en la región central de Manitoba, esta cantante de música celta no ha editado una gran cantidad de discos de estudio a sus 51 años, pero sí los ha hecho de una calidad suprema. En esta ocasión me refiero a "Nights from the Alhambra", la obra que grabó después de tres días de conciertos al aire libre, del 13 al 15 de septiembre de 2006, en un lugar que, según sus propias palabras, guarda nuestros sueños de eternidad dentro de sus piedras.

La Alhambra, en Granada, fue la capital del dominio moro en España, hasta que fueron expulsados en 1492. El historiador Ibn-Al-Jatib la describió de esta manera: "Hay allí tal abundancia de aguas que, desbordándose a torrentes de los estanques y albercas, forman en la pendiente arroyos y cascadas, cuyo sonoro murmullo se escucha a larga distancia. Rodean el muro de aquella población dilatados jardines, propios del sultán, y arboledas frondosísimas, brillando como astros, a través de su verde espesura, las blancas almenas. No hay, en fin, en torno de aquel recinto, espacio alguno que no esté poblado de jardines, de cármenes y de huertos".

Pues bien, cuando los moros perdieron su última posesión en España, que era Granada, la madre del sultán Aixa, le lanzó a su hijo, Boabdil el Chico, la famosa frase: "Llora como mujer lo que no has sabido defender como hombre".

Más allá de si esta sentencia se corresponde con lo sucedido o no, este fue el escenario del concierto que Loreena McKennitt ofreció, acompañada de su acordeón, su arpa y su piano, y toda una banda que incluía, entre otros, a Caroline Lavelle en el cello, una intérprete que también ha trabajado con Peter Gabriel, Radiohead y los Chieftains irlandeses.

Este disco repasa canciones de sus discos anteriores y también del que estaba por publicarse ("The Ancient Muse"), con joyas tales como "Marco Polo".

Hay disponible un resumen de 8 minutos con retazos del repertorio que la artista ejecutó en el recital, pero he preferido dejar aquí dos canciones: la primera, "She Moved Through the Fair", una melodía tradicional de la costa occidental irlandesa, y una de las primeras que la cantante aprendió de ese país. La segunda es "Cymbeline", que es de su disco "The Visit", y se nutre de las letras que William Shakespeare escribió alrededor de 1610. He elegido esta canción porque en ella la riqueza vocal de Loreena McKennitt se muestra claramente junto a su arpa.

Como siempre, el último párrafo es para mi relación con la obra. Loreena McKennitt es una de esas artistas de música celta, junto a Enya o el grupo Celtic Woman, que me traen paz después de jornadas agitadas, plenas de vértigo y cansancio. Su voz es exquisita, y el hecho de que hubiera grabado este recital en un lugar del que guardo un recuerdo muy particular me llevó a escucharlo de inmediato. Quien ha estado en La Alhambra, subiendo esa cuesta bajo una luna blanca y redonda de Pascua, sabe de qué hablo. Que viva Granada.



9 de junio de 2008

4 de junio de 2008

EL LIBRO: CRIMEN Y CASTIGO

Fedor Dostoievski es uno de los escritores más grandes que ha dado la Humanidad. Dentro de su extensa biblioteca, tal vez su obra cumbre es la que aquí venimos a examinar: "Crimen y Castigo".

Este libro fue publicado en 1866 en un diario llamado "El Mensajero Ruso", dividido en 12 partes. Lo había empezado en noviembre de 1865, uniendo lo que originalmente era el "Diario de Raskolnikov" (protagonista de la novela) con otra obra que había ideado y se llamaba "Los Pobres Borrachos". En esta última aparecía el que sería uno de los principales rostros de "Crimen y Castigo", Marmeladov.

Los personajes de esta obra magna comparten una condición común de desgraciados, descastados de la sociedad en la que no hallan refugio para sus penas. El protagonista, Raskolnikov, se debate entre ser el superhombre libre de ataduras morales y un hombre común que solo busca la libertad humana, y por tanto limitada al bien. Su salvadora es Sonia, la que se prostituye para mantener a su familia pero se da tiempo para, en medio de su miseria, compadecerse de él, pobre infeliz que lucha consigo mismo. "No hay nadie en el mundo más desgraciado que tú", le dice. Sonia es una mujer condenada en la tierra, pero ligada al Cielo por el sufrimiento aceptado. ¿Qué lógica hay en ello? La lógica de la fe, que supera la inmanencia del hombre.

El lector simpatiza con los personajes enfermos de Dostoievski, y hasta puede identificarse con ellos. ¿Por qué? Porque el escritor los disculpa con sus manías y sus locuras. Escribe el historiador Henri Troyat en su biografía del gran ruso:

"Desde luego, la primera impresión es que no tenemos nada que ver con estos seres desconcertantes. Y, sin embargo, nos atraen como el fondo de un abismo. Nunca los hemos encontrado. Pero nos son misteriosamente familiares. Los comprendemos. Los amamos. En fin, nos reconocemos en ellos. Y es que no son más anormales que nosotros. Son lo que no nos atrevemos a ser. Hacen y dicen lo que no nos atrevemos a hacer y decir. Ofrecen a la luz del día lo que nosotros hundimos en las tinieblas de nuestras conciencias".

Los rasgos de los personajes dostoievskianos se repiten en todos sus libros, y comparten esa búsqueda permanente de la felicidad que los llene de sentido en medio de los vicios y las manías autodestructivas. Él mismo lo dijo: "El secreto de la existencia no consiste solamente en vivir, sino en saber para qué se vive".

Leí "Crimen y Castigo" por primera vez a los 15 o 16 años, y debo decir que me marcó en mi visión de las personas y mi forma de ver la realidad que me circundaba. En el sufrimiento ajeno encontré una redención futura que coincidía con lo que me había sido enseñado, pero era presentado aquí en una dimensión mucho más vívida para un espíritu juvenil. Raskolnikov es uno de los personajes que, sin dudas, mayor simpatía me ha despertado en mis lecturas, por su búsqueda permanente de verdad, su honestidad intelectual y su apertura al amor y la trascendencia de sí mismo, que es lo que salva al hombre.